La pandemia de COVID-19 llegó a México, “oficialmente”, el 28 de febrero, cuando fue reconocido por la Secretaría de Salud el primer caso. Al día 14, el número de personas infectadas había crecido a 41 personas a quienes se les confirmó el diagnóstico, además de 155 casos “sospechosos”, y dos personas totalmente recuperadas.
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A pesar de que el gobierno de la República ha iniciado un proceso de informes diarios sobre la pandemia, la confusión reina; y esto ha sido generado porque se han enviado mensajes contradictorios en un lapso muy corto: entre enero y febrero, la actitud fue de una pasividad sorprendente y los mensajes fueron de una relajación total, invitando a continuar con la vida cotidiana como si nada ocurriera.
Ahora, a partir de hace 10 días, el tono ha comenzado a virar hacia la preocupación y la acción, pero una vez más, sin dejar las contradicciones: por un lado, se dijo que la “fase dos” de la contingencia comenzaría a partir de la tercera semana de marzo; pero esto se precipitó aceleradamente a partir del anuncio, el sábado 14, de que habrá suspensión de actividades escolares para el alumnado a partir del 20 de marzo, pero que las y los docentes y personal administrativo continuarán acudiendo a las escuelas.
En este contexto, el presidente de la República continúa realizando giras, sobre todo en las comunidades rurales más pobres del país, donde no hay agua ni condiciones para poner en práctica las medidas de higiene y restricción de contacto físico entre las personas que ha recomendado la Secretaría de Salud.
El presidente ha sostenido reiteradamente que en un gobierno el ejemplo que da es esencial para transformar la realidad; pero frente a la emergencia, el ejemplo que da es el de no hacer caso a las recomendaciones de su propio gobierno. Mayor confusión es difícil, lo cual abona a profundizar la sensación de que no se nos está diciendo toda la verdad y que el gobierno no está manejando apropiadamente esta crisis.
Lo que ocurrió en Italia debe ser un ejemplo a considerar, pues la relajación de las medidas, y sobre todo, el retraso en las medidas de prevención y contención provocaron que sea hoy el país con el mayor número de personas fallecidas a causa del coronavirus, en medio de un sistema de salud al borde del colapso.
En México, la pandemia ha llegado en un momento de severos cuestionamientos al cambio en el modelo de atención. Se nos dijo que el INSABI estaría operando relativamente bien a finales de este año; pero la pandemia ya está aquí, y la percepción ciudadana es que, efectivamente, el sistema de salud ya estaba muy mal, pero que hoy no es mejor que lo que teníamos en el pasado.
En qué medida confluyen la percepción y la realidad es algo que no está claro, pero sobre todo porque el Gobierno de México no está comunicando ni respondiendo de manera apropiada. En éste y otros temas, es la autoridad la que debe estar a la vanguardia y llevar siempre la delantera generando certidumbre, hablando siempre con total verdad y transparencia.
No debe olvidarse que no hay nada que confronte más y que profundice el malestar social que un Estado incapaz de actuar ante la enfermedad y la muertes, más aún cuando se trata de eventos vinculados al temor ancestral de la humanidad ante las “pestes”.
Frente a esto, debe reconocerse que el Sector Salud no cuenta actualmente con los recursos financieros para atender el ya de por sí grave panorama epidemiológico del país, y que deberíamos seguir el ejemplo de otras naciones, donde se están inyectando recursos frescos para controlar y paliar los efectos de la pandemia.
Las compras de pánico ya iniciaron. La percepción de que el gobierno está rebasado crece. La economía está paralizada. Ante los silencios públicos, las redes alimentan la confusión y la duda. Y ante todo las autoridades de los tres órdenes de gobierno mandan un mensaje de escasa coordinación, de insuficiencia de capacidades, pero ante todo, de insuficiencia de visión y compromiso. Porque ahora y como siempre, son las personas más pobres y más vulnerables, quienes enfrentarán circunstancias límites de existencia.
Investigador del PUED-UNAM