Uno de los propósitos principales de las Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), ha sido recabar información del gasto de los hogares para calcular los ponderadores del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC). Este índice utiliza la información de los precios de mercado de los diferentes bienes y servicios, que conforman el consumo de los hogares, los que ponderados por la importancia que tiene cada producto en el total, generan el INPC. Normalmente se usan ponderaciones de un período determinado (fijo) que se renuevan cada cierto tiempo[1].
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Ahora bien, disponer de información de los ingresos y de los gastos en que incurrieron los hogares en un tiempo determinado (semana, mes, trimestre o semestre, dependiendo del bien de que se trate, por ejemplo, las compras de los alimentos se registran por semanas, mientras que la compra de bienes de consumo durable, por semestre) permite, en principio, validar la información proporcionada por el hogar entrevistado. Debe haber correspondencia entre los gastos y los ingresos que declaran los miembros de cada hogar.
En el año 1977 la Secretaría de Programación y Presupuesto levantó la ENIGH77, y en 1984 se inició la serie de encuestas de ingreso-gasto a cargo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Después de 1984 la siguiente aplicación de la encuesta fue en el año 1989, luego en 1992 y de ahí en adelante se ha levantado cada dos años, en los años pares[2].
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Ahora bien, la ENIGH es una encuesta truncada (Cortés F. 2000). El truncamiento se refiere a que tiende a no incluir hogares con baja probabilidad de formar parte de la muestra, y aun en el supuestos caso que salgan seleccionados resulta muy difícil acceder a sus miembros para que respondan a las preguntas de los varios cuestionarios empleados para recabar la información de las ENIGH. En las encuestas de esta naturaleza tienden a excluirse las observaciones de los hogares muy ricos y también los muy pobres. No será fácil conseguir que un miembro de un hogar muy rico responda las preguntas de los cuestionarios, aún después de haber tenido éxito en llegar a él, o que el encuestador consiga la información requerida en un hogar de muy escasos recursos, situado en la sierra, cuyos miembros sólo hablan lengua nativa.
El truncamiento, por referirse a los casos u observaciones afecta a las distribuciones de todas las variables de la encuesta, a algunas más y a otras menos. En el caso particular del ingreso tiende a excluir los dos extremos de la distribución, debido a las dificultades, si no a la imposibilidad, de tener información de los hogares más ricos y de los más pobres.
Además del truncamiento, el ingreso tiende a adolecer de subdeclaración, es decir, en algunos hogares se declaran menos recursos que los realmente percibidos, ya sea por temor al SAT, porque algunos miembros del hogar ocultan parte de lo que efectivamente ganan, o bien, debido a que algunos de los integrantes olvidan declarar alguna de las varias fuentes que conforman el ingreso (remuneraciones de asalariados, por trabajo independiente, transferencias recibidas de otros hogares en el país o del extranjero, apoyo de los programas sociales, rentas de capital, u otras fuentes de ingreso), o por cualquier otra razón.
El hecho es que la combinación de subdeclaración con truncamiento tiende a subestimar la desigualdad en el ingreso. El recorte en ambas colas de la distribución disminuye inequívocamente la desigualdad que se vería acentuada si, efectivamente, es válida la hipótesis que la subdeclaración de ingresos de los sectores sociales de más recursos económicos es mayor en los hogares que más tienen con respecto a los que menos tienen.
No es muy difícil imaginar, dada la diversidad de los países de América Latina, que los análisis comparativos de la desigualdad en el ingreso que realiza la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) deben “controlar” los efectos diferenciales que tienen los distintos grados de truncamiento y subdeclaración de las encuestas en cada país. La solución a la que se recurre es construir una escala común ajustando la información de ingreso de las diferentes encuestas a las Cuentas Nacionales de su correspondiente país (Altimir 1987 y 1982; Del Castillo, 2023)
Pero, el mismo problema que se presenta en la comparación de la desigualdad del ingreso entre países se observa también en un país. Ello ocurre si a lo largo del tiempo cambia la relación entre los ingresos que reporta la encuesta y el ingreso de los hogares asentado en la cuenta satélite de las personas del Sistema de Cuentas Nacionales. Justamente este es el caso de México en que la relación entre el ingreso de la ENIGH y el reportado por Cuentas Nacionales fue del orden del 60% en 1994 y en 2014 sólo alcanzó el 33% (Cortés y Vargas 2017).
Este problema ha concitado el interés por investigar y corregir los sesgos de la distribución de los ingresos en la ENIGH. Ha sido el tema central de estudios en el INEGI, la CEPAL y la academia (Bustos 2016, Leyva 2004, Campos, Chavez y Esquivel, 2014, del Castillo 2023).
La medición multidimensional de la pobreza en México considera los ámbitos del bienestar y de los derechos sociales. El truncamiento por la izquierda de la distribución del ingreso, al no incluir a la población de menores recursos económicos sesga hacia abajo el cálculo de la prevalencia de la pobreza por ingresos (ámbito del bienestar), y por esta vía estima una prevalencia en la pobreza multidimensional menor que la existente.
El truncamiento por la izquierda de la distribución del ingreso lleva a subestimar la pobreza y la desigualdad en los ingresos, esta última, además, es acentuada por el truncamiento por la derecha y por la subdeclaración en el caso que sea directamente proporcional al volumen de ingreso de los hogares.
El efecto de los sesgos en la ENIGH no parece ser tan dramático en los ponderadores del INPC. En general, la estructura del gasto (porcentajes del ingreso que se gasta en alimentos, vestidos, etc.) de las personas que están en la cola izquierda de la distribución de los ingresos y que no son observadas en la muestra, probablemente no difiere demasiado de los más pobres que sí fueron entrevistados. En otros términos, los porcentajes que gastan los hogares que están en la cola izquierda de la distribución y que fueron observados en rubros tales como alimentos, vestidos, vivienda, etc. probablemente no difieren demasiado con respecto a los que no lo fueron (aunque, debo reconocer, no disponemos de investigaciones que avalen este supuesto). Por el otro lado, por la cola derecha de la distribución de los ingresos la estructura del gasto del hogar más rico de la muestra, probablemente no diferirá demasiado con respecto a los hogares truncados (tampoco tenemos resultados de investigación que avalen esta afirmación, en ambos casos haría falta trabajo etnográfico).
En conclusión, los efectos de los sesgos de las ENIGH ponen en entredicho las mediciones de pobreza y desigualdad, sin embargo, sus consecuencias sobre los ponderadores del INPC parecen ser de magnitud reducida (aunque esta afirmación requeriría de investigaciones de carácter cualitativo que comparen las estructuras de gastos de los más ricos (pobres) en la encuesta con ricos, (pobres) fuera de ella).
Dadas las dificultades que enfrentan las encuestas para recabar los ingresos valdría la pena explorar la posibilidad de que los estudios de desigualdad se hicieran con el gasto en lugar del ingreso (Cortés, 2017).
Existe la posibilidad de medir la pobreza sin tomar en cuenta el ingreso. Considérese el concepto de pobreza que surge de la obra de Peter Townsend (1979), “La pobreza es la falta de recursos en el tiempo y la privación material y social son sus consecuencias” (Gordon, 2006). Los recursos se refieren al ingreso en efectivo (incluida la seguridad pública), a los bienes de capital (vivienda y sus instalaciones, ocupada por la familia), valor de las prestaciones en especie y valor de servicios sociales en especie y rentas privadas en especie. Por otra parte, la teoría sostiene que las privaciones materiales y sociales dependen de cada sociedad particular (Townsend, 1997). En consecuencia, la pobreza se manifiesta en las carencias sociales observadas. Esta aproximación abre la posibilidad de medir la pobreza por las carencias sociales. Cómo identificarlas y cómo usarlas para medir la pobreza condujo a la elaboración del método consensual que hoy forma parte del arsenal metodológico con que cuenta la teoría de pobreza relativa en la tradición de Townsend (Mack y Lansey, 1985).
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Referencias
Altimir O. (1982), La distribución del ingreso en México, 1950-1977, Banco de México, México.
Altimir O. (1987), “Income distribution statistics in Latin America and their reliability·, The Review of Income and Wealth, June (2).
Bustos A. (2015), “Estimation of the distribution of income from survey data, adjusting for compatibility with other sources”, Statistical Journal of the IAOS, Vol. 31, num. 4.
Campos R, S. Chávez y G. Esquivel (2014), Los ingresos altos, la tributación óptima, y la recaudación posible, Premio Nacional de Finanzas Públicas 2014, Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, Cámara de Diputados México.
Cortés F y D Vargas (2017), “La evolución de la desigualdad en México: viejos y nuevos resultados”, Revista de Economía Mexicana, Núm. 2.
Cortés F. (2000), La distribución del ingreso en México en épocas de estabilización y reforma económica. CIESAS/M. A. Porrúa, México. Altimir O. (1979) La dimensión de la pobreza en América Latina, Cuadernos de la CEPAL, Santiago de Chile.
Cortés F. (2019), “¿Qué ocurre si para medir la desigualdad en el ingreso se usa gasto en lugar de ingreso?, en Bárcena A. y R. Cordera (coord.) Memoria del seminario UNAM-CEPAL, Cambio de Época: América Latina frente a la Hora de la Igualdad: avances, retrocesos y desafíos. CEPAL, UNAM, PUED-UNAM.
Del Castillo, M. (2023), La distribución del ingreso y la riqueza: Nuevas aproximaciones conceptuales y metodológicas, Documentos de Proyectos, CEPAL.
Gordon, D. (2006). The concept and measurement of poverty. In Poverty and social exclusion in Britain (pp. 29-70). Policy Press.
Leyva G. (2004), “El ajuste de ingreso de ENIGH con la contabilidad nacional y la medición de la pobreza en México”, documento de trabajo.
Mack J. and S. Lansley (1985), Poor Britain, George Allen & Unwin, Great Britain.
Townsend, P. (1979). Poverty in the United Kingdom: a survey of household resources and standards of living. U. of California Press.
[1] Como el objetivo de este escrito no es profundizar en el índice Nacional de Precios al Consumidor, sólo se destacan algunos rasgos generales que serán utilizados posteriormente en el desarrollo de este texto. Obviamente, los conceptos y el proceso de construcción del índice es mucho más complejo que lo presentado en este párrafo. En realidad, la agregación de los datos se hace formando agrupaciones de productos. La recomendación internacional es cambiar los ponderadores cada cinco años,
[2] Con la excepción de las encuestas de los años 2005 y 2015, que se diseñaron en función de demandas específicas a las que respondió el INEGI.
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