Una cadena de WhatsApp decía, y copio tal cual (disculparán las faltas de ortografía y redacción):
“En una reunión Familiar, un joven le preguntó a sus padres, tíos, y abuelos: ¿Como
pudieron vivir antes?
– Sin Tv, sin Wi Fi, sin tecnología, sin internet, sin ordenador, sin drones, sin bitcoins, sin móviles, sin Facebook, sin Twiter, sin YouTube, sin Whatsapp, sin Messenger, sin Instagram.
Entonces en medio de toda la familia el abuelo tomó la palabra y le respondió:
“Pues mira querido nieto igual que tu generación vive hoy…
– Sin oraciones, sin Dignidad, sin compasión, sin vergüenza, sin Fé, sin honor, sin Lealtad, sin respeto, sin valores, sin personalidad, sin noción de compromiso, sin el yo interior, sin carácter, sin condimento, sin ideales, sin amor propio, sin humanidad, sin modestia, sin virtudes, sin honra, sin propósitos, sin ese “nosequé”, sin esencia, sin metas, sin fortaleza interior, sin alma, sin identidad, porque muchos de ustedes no saben si son hombres o mujeres.
Escrito por: Lizzy Santoyo Arrioja
Nosotros: las personas NACIDAS entre los AÑOS 1920 y 1985 estamos bendecidos y nuestra vida es una gran prueba viviente…”
Y en ese sentido continúa esa cadena que orgullosamente difunden personas adultas y que aparecía como “reenviado muchas veces”. Se dice que “la mejor defensa es un buen ataque” y es que este texto contiene una narrativa que desprecia y ataca a la juventud de hoy, a la llamada “Generación de Cristal”, “generación de mazapán”, es decir; los Millenials o Generación Y, nacidas entre 1980 y 1995; y a los Centennials o Generación Z, nacidas entre 1995 y 2012. Quienes representan cerca de un un 41.9% de la población mundial, casi la mitad de las personas en el mundo.
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No es nuevo el que las generaciones mayores critiquen a las más jóvenes, en su momento se criticó a la juventud que creyó en los derechos civiles y laborales de las personas a principios del siglo XX, luego fue criticada la juventud “rebelde” e impúdica que bailaba a ritmo de rock and roll, para posteriormente señalar a la generación de hippies “promiscuos” que proclamaban amor y paz y se manifestaban en contra de la Guerra de Vietnam, para después criticar a la juventud “X, tonta, vacía” de la era del punk, rock y glam de la Guerra Fría. La juventud siempre ha sido el blanco de señalamientos, el miedo a lo diferente y al cambio ha sido una constante en las personas adultas. La conectividad de hoy en el mundo digital difunde a escala masiva el rechazo y la crítica a las nuevas generaciones.
Los millennials nacieron en un mundo en transición hacia lo digital, los centennials son nativos digitales, esto en consecuencia provocó que sus códigos de comunicación sean diferentes a los de las generaciones que les preceden, por ello muchas veces se sienten incomprendidos. Su comunicación, aunque más escueta, es también más genuina; priorizan la autenticidad por encima del temor al señalamiento. Las plataformas de streaming y redes sociales son su canal de comunicación y expresión donde manifiestan sus inquietudes, su percepción de la vida y en donde ejercen su activismo.
La Generación X, nacida entre 1965 y 1985, a la que pertenecen sus padres y madres -y quienes les educaron con menor autoridad que sus predecesores– en general apoyaba las ideas liberales; hoy sus hijos e hijas centennials tienen un mayor compromiso con los cambios sociales, como la igualdad de género, la lucha contra la desigualdad social. Si en la década de los años 60 se daba la Revolución Sexual, hoy las generaciones Y y Z buscan que se concreten los derechos sexuales y reproductivos de todas las personas, tienen apertura ante la diversidad y aceptan a alguien por el hecho de ser una persona.
Cada vez hay más adolescentes y jóvenes, centennials y millennials con algún diagnóstico de ansiedad o depresión, tanto así que les llaman “la generación deprimida”, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el suicidio es la segunda causa de muerte entre personas de 15 a 30 años, que la depresión será la primera causa de discapacidad entre la juventud en 2030.
Existen diversos factores que les afectan; son jóvenes que crecieron con la cultura de la “meritocracia” escucharon que, si te esfuerzas, si estudias mucho y le “echas ganas” tendrás éxito, que éste se centra en lo laboral y lo socioeconómico, y todo dependerá del esfuerzo que pongan. Sin embargo; el mundo de hoy ya no brinda las mismas oportunidades, tener un título universitario no basta, tener un posgrado a veces es estar sobrecalificado.
Las generaciones más jóvenes tienen mayor probabilidad de experimentar estrés que sus padres/madres y abuelos/abuelas. Se podría preguntar “¿qué puede estresarles? Están jóvenes, no tienen tantas responsabilidades”, no obstante; están enfrentándose a un futuro muy incierto, a un mercado laboral inaccesible, falta de expectativas ante un mundo afectado por desigualdades, cambio climático, guerras y a una incertidumbre económica fuerte. Esto se ha exacerbado con la pandemia de COVID-19, el desempleo y las consecuencias les afectaron pues en algunas personas centennials hubo necesidad de interrumpir estudios, de buscar un trabajo, o de hacerse cargo de los hermanos.
La situación global es algo que también les preocupa y ocupa, principalmente a la Generación Z, al ser personas más involucradas con los cambios sociales participan como activistas en el feminismo, los derechos de la comunidad LGBTTTIQ+, la migración, el cambio climático, ente otros. Es una juventud que piensa menos en lo particular y más en lo global, en lo colectivo, su ansiedad por cambiar los daños que observan en el mundo es porque se perciben más como parte de un todo.
Se podrá creer que esto es evidencia de que son “de mazapán o de cristal”, y que por ello están deprimidos, sin embargo; son generaciones que están más conscientes de la necesidad de atender la salud mental tanto como la salud física, hablan con naturalidad acerca de los trastornos mentales, de asistir a sesiones de psicoterapia o de acudir con un psiquiatra, a diferencia de las generaciones predecesoras, sobre todo la Generación del Silencio (nacida entre 1928 y 1945 ) y la de los Baby Boomers (entre 1946 y 1964) que asociaban ir al psicólogo con “estar loco”, hablar de salud mental ha sido un estigma, por ejemplo; en México cerca del 80 % de personas que requieren ayuda en su salud mental no la reciben, y cerca de un 90% considera que puede enfrentar solo sus problemas de salud mental, comenta María Elena Medina Mora, directora de la facultad de psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y se estima que sólo un 1% de la población acude al psicólogo de manera regular. Es gracias a la “generación de cristal” que los temas de salud mental (entre otros) se han puesto sobre la mesa como algo realmente importante.
Aunque estas generaciones englobadas como “Generación de Cristal” reportan mayor número de problemas de salud mental no significa mayor fragilidad; han aprendido a convivir con la incertidumbre de un futuro con cambios vertiginosos, se atreven a hablar y tener voz, expresan lo que les parece injusto. Hasta hace poco no se hablaba de emociones, ni de sentimientos, tampoco de política, la juventud lo está haciendo, sin tapujos y sin miedo.
¿Esto es ser de cristal? ¿O de cristal seremos quienes nos ofendemos y atacamos a esa generación en vez de buscar puentes para comprenderles mejor y enriquecernos mutuamente?
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