Aurore Lucile Dupin de Dudevant, mejor conocida a partir de 1832 como como George Sand, fue una gran novelista, una mujer fascinante del siglo XIX que generó polémica en su tiempo, y que influenció posteriormente. Al poco tiempo después de que ella murió cayó en el olvido. Inclusive fue considerada bella durante su juventud, diría Chopin: “sus miradas ardientes me volaban el corazón”. No obstante, su mayor encanto era su intelecto, su sabiduría. Gozó de la amistad de grandes escritores como Dumas y Gustave Flaubert.
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Escritora del Romanticismo, con mucha obra literaria, novelas, cuentos, relatos, artículos de crítica política, escritos autobiográficos, y mucha correspondencia (más de 1200 cartas), ella fue todo un referente de su época.
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El Romanticismo fue un movimiento apasionante que surge a finales del siglo XVIII y se prolonga durante la primera mitad del siglo XIX, como reacción a la racionalidad del Neoclásico, demostrando que el mundo está lleno de sentimientos, de imperfecciones, levantando el alto el estandarte de libertad. Esa libertad era tarea de cada uno buscarla; ahondando en el subjetivismo. El yo es lo que importa y no esa científica universalidad de la ilustración. Fue el momento de exaltar la originalidad en la personalidad, valorando la rebeldía, viviendo en exceso y rompiendo las reglas. Rebeldía no solamente estética, sino moral y social.
Esa época romántica fue el escenario de Goya y del artista inglés William Turner en la historia del arte. En sus pinturas negras, Francisco de Goya dio primacía absoluta al subconsciente, mezcló las caras del miedo con paisajes oscuros, desolados y deshumanizados, y exploró las sombras de la perversidad del mal y de la brutalidad porque creía que “El sueño de la razón produce monstruos”. Goya y Turner pintaron sus percepciones subjetivas y una visión borrosa del paisaje, y con ello se convirtieron en los verdaderos fundadores de la pintura moderna.
Sin embargo, también en ese periodo artístico se abordarán dando voz a los derechos del hombre y de la mujer, la abolición de la esclavitud, la dignidad de la clase trabajadora, Que de hecho todas esas ideas siguen con nosotros. Los poetas románticos fueron muy críticos en tratar estas cuestiones con un lenguaje de protesta muy inspirador, y con una imaginación visionaria, y si ponemos atención, muchas veces los escuchamos en la retórica política moderna. A su vez, la parte oscura del romanticismo, en esa figura de Frankenstein como mito cultural, nos sigue acompañando para recordarnos la peor pesadilla de las innovaciones tecnológicas.
Los escritores románticos querían ser recordados por sus ideas, por sus contribuciones filosóficas. Por lo que el siglo XIX marcará ese momento en el que las escritoras deciden ocupar un espacio público, aspirando a tener una carrera literaria, decidiéndose a publicar aquello que escriben. Por supuesto el contexto de la época recibe esta circunstancia con cierta hostilidad, pues no les resultaba grato que la mujer entra en el círculo literario. De esta manera, muchas mujeres escritoras optarán por utilizar un seudónimo masculino con la pretensión de exigir ser valoradas al igual que un hombre por la calidad de sus obras, y no por el hecho de ser mujeres.
Hubo otros casos como: George Elliot era la escritora británica Mary Ann Evans; Fernán Caballero era la escritora española Cecilia Francisca Josefa Böhl und Lütkens y Ruiz de Larrea, y muchas más. Recurrieron al seudónimo masculino por un lado para resguardar su vida privada, y por otro para ubicarse en un mundo de hombres en igualdad de condiciones.
George Sand nace en París en 1804. Su madre fue Sophie-Victoire Delaborde, una mujer que provenía de una familia pobre, inclusive se sabe que llegó a ejercer la prostitución con los batallones de soldados, justo en ese medio conoció a Maurice Dupin, el padre de Sand, que descendía de una familia ilegítima de duques. Se enamoraron y se casaron. Desde luego, la familia aristócrata del joven militar no estuvo conforme con la boda.
Tiempo después, al morir su padre en un accidente por una caída de caballo, su abuela ofreció a Sophie-Victoire Delaborde, la madre de Sand, una pensión para quedarse con la niña, y su madre aceptó el trato, la entregó a la abuela. De esta manera George Sand viviría en la mansión de Nohant en la región francesa del Berry. Allí sería donde leyó infinidad de libros, se vistió de chico para poder montar a caballo y dar largos paseos; donde también empezaría a también escribir novelas sentimentales desde su adolescencia. Cuando Sand tenía diecisiete años muere su abuela y hereda la mansión. Fue entonces que ahora sí apareció su madre, y ambas se verían envueltas en una serie de pleitos económicos que la madre alegaba y exigía.
George Sand sin duda fue generosa pues no descuidó económicamente a sus hijos, ni a sus amantes, ayudó a sus amigos, a sus compañeros de lucha política ya que ella era partidaria de la república y del proletariado, lo que en cierto modo mermó su economía. A los dieciocho años se casó con Casimir Dudevant, un joven barón sin dinero con el que tuvo a su hijo Maurice. Su matrimonio desde luego no fue nada feliz, de hecho, llegó a escribir que de no ser por que tenía a su hijo, ya se hubiera suicidado. Padeció de periodos de melancolía aguda con impulsos suicidas. Vivió como escape varias pasiones, y por fin rompió con su matrimonio al nacer su hija Solange. Ya lo diría en sus cartas: “me embarco en el tempestuoso mar de la literatura. Hay que vivir”, y se marchó a París.
Sand se vistió de hombre, y conoció jóvenes artistas y activistas, asistió a muchos eventos, fumaba y vivía su vida al estilo bohemio. Dentro de su círculo de amigos se encontraban el compositor Franz Liszt, el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine, así como los escritores Victor Hugo, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert y Julio Verne. Su primera novela Rosa y Blanco fue inspirada por la relación que tuvo con el joven escritor Jules Sandeu de diecinueve años. A partir de su segunda novela titulada: Indiana, utilizó el seudónimo de George Sand.
En esa época tan encorsetada, había un lenguaje social y cultural que no estaba al alcance de las mujeres. Sand sabía que los estereotipos sociales en razón del sexo eran absurdos y limitadores, de manera que se aplicó a dinamitarlos. (Montero, 2018) Algunos de sus libros, como el de Carta de un viajero están escritos desde la voz masculina: “yo soy poeta, esto es, en realidad una mujer”, y proponiendo totalmente la ambigüedad y transgresión.
Con el poeta Alfred Muset vivió una dolorosa pasión. Marcel Proust elogió la fluidez de sus frases. También tuvo una intensa relación de once años con Chopin, de carácter difícil, frágil y al final enfermo de tuberculosis; llegó a expresar que él músico tenía aversión al sexo: “viviendo con él y los demás como una virgen”. Cuando ella ya tenía cuarenta y cinco, conoció al grabador Alexandre Manceau de treinta y dos años, amigo de su hijo Maurice; fueron felices y vivieron juntos hasta que él murió de tuberculosis. (Montero, 2018)
Pese a los altibajos emocionales y los ataques de melancolía, George Sand siempre fue una mujer capaz de volver a escribir, de soñar, de enamorarse… “ Para mí la vida es siempre, la hora presente” llegó a escribir. Fallece el 8 de junio de 1876 a la edad de 71 años, a causa de un cáncer gástrico. Tres horas antes de fallecer le escribió unas líneas a su sobrino: “No te preocupes. He visto a otros y además ya he durado mucho, no me entristece ninguna eventualidad. Creo que todo está bien, vivir y morir, es morir y vivir cada vez mejor. Tu tía que te ama, Geroge Sand”. (Montero, 2018)
Es importante mencionar que, desde el final del Renacimiento, ningún otro movimiento artístico o filosófico consiguió tener tanta fuerza, diversidad e influencia como lo hizo el Romanticismo. Podemos preguntarnos cuál es el mundo que nos toca vivir hoy en día, seguramente sentimos incertidumbre y miedo ante el futuro. También podemos reflexionar si realmente estamos disfrutando nuestra existencia o sólo sobreviviendo. Aurore Lucile Dupin de Dudevant mejor conocida como George Sand disfrutó y vivió como quiso. Desde luego en esta época consumista, en la que prolifera una cultura de collage, y en la que de repente pareciera que hay una falta de conexión con el pasado es importante redescubrir el extraordinario legado del Romanticismo, como por ejemplo algunas de las obras de George Sand siguen palpitando de vida como Historia de mi vida o Cartas a un viajero. ¡Te las recomiendo!
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Hola Monica, aun no entiendo porque esa desigualdad entre hombre y mujer, siendo que es mas exitosa la vida de una mujer, entregada, apasionada, incansable, dura cuan hay que serlo y cariñosa que nos acaricia el alma.
Somos la cansecuencia de, entonces porque no reconocemos la igualdad y porque no la superioridad.