El reciente anuncio de Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México, de incorporar a varios gobernadores salientes de Morena a su gabinete ha puesto en el centro del debate el tema de la circulación de élites en la política mexicana. Este movimiento no solo fortalece la continuidad del proyecto de la Cuarta Transformación, sino que también refleja un cambio significativo en la manera en que el poder se distribuye y se ejerce en el país.
Escrito por: José Ojeda Bustamante
Históricamente, la élite política en México ha experimentado diversas transformaciones, desde la era de los tecnócratas hasta la actual configuración que destaca por su enfoque en la gobernabilidad y la experiencia local. La decisión de Sheinbaum de integrar a estos gobernadores al gabinete subraya la importancia de contar con líderes que no solo posean una formación académica sólida, sino que también hayan demostrado capacidad y compromiso en la gestión de sus respectivas entidades.
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La incorporación de estos exgobernadores al gabinete es un reconocimiento al papel fundamental que juegan las regiones en la estabilidad y el desarrollo del país. Estos líderes han lidiado con los desafíos específicos de sus estados, desde la gestión de crisis hasta la implementación de políticas públicas. Su experiencia les permite aportar una perspectiva única al gobierno federal, lo que puede ser crucial para enfrentar los retos a nivel nacional.
Además, esta estrategia fortalece la gobernabilidad, ya que estos políticos, al conocer de cerca las necesidades de sus estados, pueden contribuir a una mayor cohesión entre el gobierno federal y los gobiernos locales. La relación entre la administración central y las regiones se refuerza, asegurando que las políticas nacionales se implementen de manera efectiva a nivel local.
Sin embargo, esta circulación de élites también trae consigo el riesgo de que resurjan pugnas y facciones, similares a las que caracterizaban al PRI en su época de hegemonía. Dentro de Morena, que en muchos aspectos ha replicado la estructura y dinámica del PRI, la inclusión de exgobernadores en el gabinete podría dar lugar a la formación de nuevos grupos de poder, cada uno con sus propios intereses y agendas.
La historia del PRI muestra cómo la conformación de grupos dentro del partido, como los “dinosaurios” y los “tecnócratas”, generó luchas internas que, aunque mantenidas bajo control por el presidencialismo, afectaron la unidad del partido. Hoy, en un contexto político más plural y con un presidencialismo cuyo futuro aún no es posible prever, la posibilidad de que estas facciones resurjan en Morena podría complicar la cohesión y la eficacia del gobierno.
El retorno de la política a lo provincial, que ahora se manifiesta en la figura de los gobernadores en el gabinete, puede ser una oportunidad para innovar en prácticas de gobierno a nivel local y nacional. Sin embargo, también podría dar lugar a una atomización del poder, debilitando la cohesión nacional y abriendo la puerta a la injerencia de actores externos, tanto nacionales como internacionales.
A medida que los gobernadores adquieren mayor protagonismo, el equilibrio entre el poder federal y el local se vuelve más delicado. Aunque la descentralización puede ser beneficiosa, el riesgo de que se formen feudos políticos dentro de Morena, con cada gobernador defendiendo su parcela de poder, es real. Esto podría replicar, aunque en un contexto distinto, las dinámicas que en su momento debilitaron al PRI.
La decisión de Claudia Sheinbaum de integrar a exgobernadores al gabinete no solo refuerza la continuidad del proyecto de la Cuarta Transformación, sino que también plantea importantes interrogantes sobre el futuro de la gobernabilidad en México. Mientras que la experiencia y el conocimiento local de estos líderes son activos valiosos, la posibilidad de que se formen nuevas facciones dentro de Morena podría complicar la cohesión del gobierno.
Este movimiento estratégico destaca la necesidad de un equilibrio entre la centralización y la descentralización del poder, así como la importancia de mantener una visión de Estado que trascienda los intereses locales y de grupo. En última instancia, el éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de estos líderes para colaborar en un proyecto común que responda a los desafíos actuales de México.
Usted lector tiene el último análisis; desde las antípodas seguiremos las pistas de aterrizaje de esta decisión de la presidenta Sheinbaum ¿Es temeraria la apuesta de una doble dimensión centralizar vs descentralizar el poder?
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