Gobernar para garantizar efectivamente los derechos de la población es una de las responsabilidades de mayor complejidad en cualquier sociedad contemporánea; más aun en países de extensa dimensión territorial y de elevada magnitud demográfica como lo es el nuestro.
Por ello, cuando se está al frente del gobierno, es de fundamental relevancia tener claridad de la diferencia que existe entre el discurso político y la responsabilidad de comunicar a la ciudadanía, con verdad y transparencia, cuáles son los retos que tienen qué ser superados en tanto comunidad política organizada; de esto depende la capacidad o no de convocar eficazmente a la movilización de la sociedad a favor o para otorgar respaldo a las decisiones que se toman desde al aparato público.
Desde esta perspectiva, si algo es complejo en las democracias de nuestro tiempo es la construcción de consensos; y para un gobierno que aspira a tomar decisiones con legitimidad, no puede bastar el voto en las urnas, sino que a éste debe sumársele un fructífero e inteligente diálogo que permita consensar cuáles son las prioridades y cuáles son las decisiones más apropiadas para resolver los problemas que plantean tales prioridades.
Es importante comprender que el gobierno mexicano enfrenta un conjunto de factores que representan no sólo dificultades, sino auténticos elementos adversos que ponen en riesgo las propuestas centrales de la visión de gobierno del presidente López Obrador.
Por un lado, la violencia no cede; la apuesta por una Guardia Nacional que pacifique el país, acompañada de una nueva política social, implica que se verifique un supuesto enorme: que las personas delinquen mayoritariamente por ser pobres. Si esto no es así, entonces la estrategia implementada por el gobierno tendrá serias dificultades para reducir la violencia y la delincuencia; porque si es cierto que ni los expresidentes Calderón y Peña presentaron diagnósticos integrales sobre esta materia, lo es igualmente el hecho de que en esta administración tampoco se ha diseñado un diagnóstico convincente sobre la estrategia a seguir
En segundo término, la construcción de consensos requiere de interlocutores con legitimidad y liderazgo regional y nacional; pero atravesamos por la peor crisis de representatividad de los partidos políticos de nuestra democracia reciente; y ello imposibilita el surgimiento de voces con la autoridad suficiente como para disputar o al menos, exigir diálogo franco con el Ejecutivo Federal.
Por otro lado, las restricciones económicas se agudizan: la inversión productiva decae, el crecimiento económico de este año al parecer será nulo. No se tiene evidencia suficiente para evaluar el impacto de los nuevos programas sociales; la inversión extranjera sigue focalizada en los “sectores tradicionales”, lo que impide un efecto general en la economía; la informalidad laboral crece y la protección social no vinculada al empleo sigue dispersa y con signos cada vez mayores de fractura.
Entre las estructurales, se encuentra el cambio climático y el calentamiento global. Los monstruosos incendios en la Amazonia nos recuerdan los frágiles equilibrios de los ecosistemas, y nos mandata a actuar de inmediato en esta materia. En ese sentido, la ONU alerta sobre la migración de al menos 170 millones de personas que migrarán de sus países por los efectos del cambio climático, principalmente en Así, África y América Latina.
Lo anterior agudizará gradual y aceleradamente los complejos procesos migratorios: más población cambiando de ciudades o entidades; más población llegando de Centroamérica, más población expulsada de los estados Unidos de América hacia nuestro territorio, y todo ello en un contexto de una infraestructura insuficiente y cada vez más precaria y deteriorada.
Asimismo, la guerra comercial, que en realidad es una de las formas que está asumiendo la disputa por la hegemonía global entre China y los Estados Unidos de América, lo cual ocurre en un escenario de globalidad en proceso de ruptura sin haber siquiera terminado de consolidarse.
Lo que debe comprenderse es que, en solo unos meses, las agendas prioritarias de esta administración han tenido que, por lo menos, modificarse; y en la capacidad que se tenga de reaccionar asertivamente, se jugará el futuro y la posibilidad de convertir, o no, a México en la potencia y país de bienestar que estamos obligados a ser.
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