En uno de los diálogos más conocidos de la Ilíada, Aquiles reclama al rey Agamenón su codicia y su carácter infame. El argumento central del reclamo de Aquiles es relativo a la distribución injusta del botín de guerra, pues el rey tomaba siempre más de lo que le correspondía, por lo cual, en la parte más candente de la discusión, llega a llamarle “cara de perro”, una de las ofensas más fuertes que podía proferirse en esa cultura.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
La gran épica nos da una lección que permanece vigente hasta nuestros días: más allá del horror de la muerte y la violencia, hay siempre grandes ganadores, que en medio del desastre, resultan triunfantes pues las conflagraciones bélicas son mucho más que meros enfrentamientos de naciones, culturas o visiones del mundo: son también grandes negocios en los cuales, pensando en nuestro tiempo, son controlados por poderosos complejos industriales-militares.
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La reflexión frente a lo anterior es importante, sobre todo ante el reciente ataque con drones de Irán, en contra de Israel, porque si bien es una región que está en permanente tensión, involucra directamente a uno de los nueve países que tienen bombas atómicas, así como uno de los ejércitos más numerosos, equipados y entrenados en el planeta.
Las crecientes tensiones muestran, además, que los equilibrios que lograron generarse, aun siendo frágiles, luego de la Segunda Guerra Mundial, se encuentran en tensión, pues los supuestos del multilateralismo y la voluntad y vocación de paz que aparentemente se había instalado luego de esa monstruosa conflagración, se perciben como desbordados.
No deja de sorprender la cada vez más sofisticada tecnología de guerra que se observa todos los días: drones no tripulados, armas robotizadas, uso de la informática para el más sofisticado espionaje y contraespionaje, así como innovaciones tácticas y de equipamiento que, pensando sólo en la última década del siglo XX, hacen que lo visto, por ejemplo en la Guerra del Golfo Pérsico, parezca un juego ante la potencia y capacidad destructiva que se despliega en nuestros días.
No deja de ser paradójico que todo esto ocurre a sólo cinco años de que se cumpla el plazo para el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS); es decir, se tienen recursos y capacidades financieras y tecnológicas para destruir ciudades o países enteros, pero no así para erradicar el hambre, garantizar agua para todas y todos, y para revertir los efectos del cambio climático. La paradoja se hace más evidente si se piensa que en la contabilidad global de la emisión de gases de efecto invernadero, la industria de la guerra es la única que logró evadirse de la responsabilidad de informar en la materia.
Decir que con las guerras “no gana nadie” constituye una frase vacua, en el sentido de que sí hay ganadores, principalmente los dueños de las empresas productoras de armas y de proveeduría de ese sector, el cual, según varias mediciones, es una de las 10 industrias que mayor cantidad de dinero mueven en el mundo; pero cuya influencia es sin duda de las más poderosas en todo el planeta.
En medio de la disputa electoral que se está dando en México es significativo que las candidatas punteras no se han pronunciado al respecto; siendo que se trata quizá del debate contemporáneo más candente y relevante: por un lado, están las fuerzas que pugnan por mantener los procesos de globalización y liberalización económica; y por otro, la apuesta por economías cerradas, acompañadas de discursos nacionalistas que, de manera preocupante, han regresado a la explotación y la exacerbación de los discursos xenofóbicos y de odio a los diferentes.
México no puede seguir siendo un testigo mudo, y menos aún continuar pactando o apostar por gobiernos autoritarios, antidemocráticos y que tienen como base ideológica el rechazo a la población migrante y la preeminencia de los discursos que promueven patologías identitarias que son sumamente peligrosas pues son posturas abiertamente contrarias y hostiles en contra de los derechos humanos.
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Investigador del PUED-UNAM
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