A mediados del mes de enero de 2024, los medios poblanos reportaron la desaparición y el posterior feminicidio de Génesis, una niña de 10 años cuyo cadáver fue hallado con huellas de violencia sexual en el departamento de su vecino. Génesis vivió y fue asesinada en el municipio de Cuautlancingo, colindante con la capital del estado de Puebla. La identidad de su feminicida se filtró en redes sociales y las autoridades lo capturaron pocos días después del crimen[1].
Escribe: Elsa Herrera Bautista
Como parte de un proyecto de investigación en el que se explora la relación entre prácticas artísticas y promoción y defensa de los derechos humanos, durante 2024 se llevó a cabo un monitoreo de medios en busca de reportes sobre violencia y violaciones de derechos de niñas, niños y adolescentes. Este monitoreo nos permitió ubicar 64 noticias, lo que representa un promedio de 5 reportes al mes. Los delitos que tuvieron mayor recurrencia fueron los relativos a violencia sexual y homicidio, seguidos por notas sobre desaparición, abandono y feminicidio. En general, en nuestro conteo, las víctimas de sexo femenino fueron ligeramente más que las de sexo masculino y el mayor número de casos se presentó en municipios distintos de Puebla capital.
Cada una de estas 64 noticias sobre violencia hacia niñas, niños y adolescentes, representa apenas la pieza difusa de un rompecabezas que retrata realidades terribles, por ejemplo: abuso sexual en instituciones educativas de nivel preescolar, niños menores de diez años asesinados en casa por sus progenitores, o bebés abandonados en parques, dentro de maletas o en lotes baldíos.
A través de la revisión de medios noticiosos no es posible conocer contextos o procesos completos, ni evaluar cabalmente el desempeño de las autoridades, tan sólo se puede, si uno se detiene a reflexionar, vislumbrar el dolor de las víctimas directas e indirectas y pensar en las fallas de las instituciones y en los vicios de nuestra cultura que generan –acaso fomentan- tantos y tan variados actos de violencia. También salta a la vista la injusticia de que esta violencia sea ejercida contra seres humanos tan jóvenes y sí, tan indefensos. Por supuesto, la gran mayoría de los delitos ni se denuncian ni son recogidos en notas periodísticas.
Del feminicidio de Génesis se habló varios días: alguna colectiva feminista llamó a una movilización, en una escuela secundaria una profesora de educación física promovió una reflexión, se prendieron velas, se efectuó una danza y se cantó una canción para honrar la memoria de la niña y desear que más casos así no se repitan.
En contrate con el caso de Génesis, en septiembre de 2024, algunos medios reportaron el caso de una pequeña –de 6 o de 9 años- que fue asesinada a machetazos junto con su madre. Una nota acusó que el asesino fue su hermano y otra apuntó a un grupo de hombres armados. Aquí, el estruendo de la violencia borró hasta el nombre y la edad de la pequeña. Muerta su madre y dada su corta edad ¿en dónde estará su recuerdo? la cicatriz seguramente sigue abierta en algún lugar de Xicotepec de Juárez[2].
La mayoría de las víctimas de violencia queda en el anonimato, muchas ni siquiera pasan a formar parte de las estadísticas, pero, incluso los casos que se visibilizan, por más terribles que sean, en el ciberespacio pierden gravedad, no se guardan en nuestra conciencia ni en nuestra memoria y es infrecuente que se conecten con acciones transformadoras. La razón de esto tiene que ver con la crisis de la narración, proceso referido por Walter Benjamin a principios del siglo XX y retomado por Byung- Chul Han en las primeras décadas del siglo XXI. La narración, a decir de ambos autores, consiste en la transmisión de experiencia vivida, en el desarrollo de conexiones y vínculos que permiten la conformación de una comunidad. La información, por el contrario, constituye una mera exposición de datos y hechos, con los que el sujeto experimenta no otra cosa que una suerte de atrofia sensorial. Si pensamos en nosotros mismos “escroleando” en internet, es fácil captar la diferencia.
A menudo la violencia se informa, no se narra, por eso sólo impresiona (en muchos casos ni eso), no conmueve. Narración-conmoción- acción parece una conexión plausible, pero ¿cómo narrar la violencia? ¿cómo conectarnos para prevenirla y atenderla? ¿cómo volvernos conscientes de que no sólo nos lástima o amenaza, sino de que podemos incidir sobre ella?
Una herramienta poderosa para la configuración de narraciones puede ser el arte porque permite la humanización de las víctimas, hace patente su pertenencia a la comunidad, nos pone en relación directa con circunstancias, características y sucesos que nos resultan familiares. Pienso en El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza, en donde se habla de un feminicidio ocurrido antes de que se definiera jurídicamente el concepto, pero también, más allá de eso, se retrata a una joven, que podría ser cualquier joven, volviéndola alguien conocido, alguien familiar.
Pienso en las siluetas de madera con forma de niña que se han colocado en manifestaciones en el zócalo de Puebla, siluetas que llevan un nombre escrito y una edad y en las que uno puede dibujar o escribir algo. También pienso en los sentimientos que provoca ver un mural, o hasta leer una pinta “las niñas no se violan, las niñas no se matan”. Otro ejemplo que puedo citar es el documental “Niña sola” (Javier Ávila, 2019) que narra, a partir de las voces de la madre y de la hermana, circunstancias relativas al feminicidio de Cintia, de 19 años.
La narración, por supuesto, no depende sólo de la historia o de quien construye el relato, como en todo proceso de comunicación, la disposición del receptor es esencial para la puesta en común de la experiencia, para la construcción de sentido. En cualquier caso, me parece que algo que debe hacerse con mucha conciencia desde las ciencias sociales y también desde el arte es buscar formas -nuevas o viejas- de narrar la violencia, porque sólo fijándola de algún modo, como hacen diversos grupos de la sociedad civil, y yendo más allá de su recuento estadístico, será posible la movilización hacia su erradicación.
[…] Te invitamos a leer: Violencia hacia la niñez: entre la información y la narración […]
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