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La buena: hay menos pobreza; la mala: el hambre se mantiene

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares (ENIGH, 2022). La buena noticia para el país es el que ingreso corriente promedio trimestral por hogar, a precios constantes de 2022, es de 63,695; es decir, un promedio mensual 21,231 pesos por hogar.

Escrito por:  Saúl Arellano

Esa suma en pesos constantes es 11.02% superior a la registrada en el año 2020, cuando se vivía lo peor de la pandemia; es 4.5% superior a la registrada en la medición de 2018; pero apenas .02% por arriba del registro del 2016. Esto quiere decir que, en términos reales, en materia de nivel de ingreso de los hogares, estamos en un nivel apenas similar al que había en el 2016, lo que representa un estancamiento de seis años en el país.

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Visto por entidades federativas, el ingreso trimestral más elevado se encuentra en Baja California Sur, con 91,417 pesos por hogar; y el más bajo, una vez más en Chiapas, donde se registra una cifra de apenas 39,845 pesos por trimestre para cada uno de los hogares en la entidad, es decir, una diferencia de 2.29 veces mayor ingreso entre ambas entidades.

Los datos disponibles permiten anticipar preliminarmente los resultados que dará a conocer el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en la medición multidimensional de la pobreza, 2022, y cuyo indicador podría ubicarse entre 5 y 7 por ciento menos que lo registrado en el 2020, cuando se había incrementado respecto de la medición del 2018.

Lo anterior dependerá de cómo se comportaron los indicadores de vulnerabilidad por carencia de acceso al cumplimiento de derechos sociales, en los cuales seguramente habrá habido algunos avances en el mejoramiento de los servicios en las viviendas; pero todavía es sumamente incierto lo que habrá de resultar en los indicadores relativos a la salud, la educación y la alimentación.

De este modo, si la pobreza se ubicara en el orden del 39% de la población nacional, considerando que el INEGI estimó para el año 2022 una población de 128,999,038 habitantes para el país, estaríamos ante una suma de 50.3 millones de personas en pobreza; si la reducción llegara a 37% de la población, la cifra absoluta sería de 47.72 millones.

De confirmarse estos datos, sin duda deben tomarse como una buena noticia para el país; pero ahí es donde comienzan las preguntas porque, en primer lugar, la pregunta fundamental es a qué se debe tal reducción. El Gobierno de la república dirá que, sin duda, se debe a que sus programas sociales son los más eficaces de la historia; empero, los datos de los ingresos laborales, aunque han mostrado un repunte, pueden cuestionarse pues eso se da asociado al incremento en el número promedio de horas trabajadas por persona, en el incremento en el número de perceptores en el hogar; y el incremento en el número de personas empleadas en el sector informal.

Asimismo, quedará abierta la cuestión relativa a cuánto impactaron factores como la recepción récord de remesas familiares, principalmente de los Estados Unidos de América.

Por otro lado, a pesar del avance registrado, persisten cuestiones que son dolorosas y frente a las cuales poco se ha hecho y poco se ha avanzado en los últimos años. Una de ellas es la persistencia del hambre y el incumplimiento generalizado del derecho a la alimentación, lo que se asocia muy probablemente a la elevada inflación que se ha tenido en los últimos años en los rubros de alimentos y bebidas.

Visto desde esta perspectiva resulta sumamente preocupante que, de los poco más de 34 millones de hogares que hay en el país, el INEGI estime que hay 15.4 millones que han experimentado alguna dificultad para satisfacer sus necesidades alimentarias por falta de recursos. De esa suma, en un 6.2% de los hogares se reporta que tuvieron que hacer algo que hubieran preferido no hacer para conseguir comida, acciones entre las que se encuentran: pedir limosnas, mandar a las niñas y niños a trabajar o recurrir a prácticas socialmente no aceptadas.

Por otro lado, el propio INEGI estima que en 9.24 millones de hogares donde hay niñas y niños, se tuvieron dificultades para satisfacer las necesidades alimentarias de las y los menores. En el desglose de las situaciones específicas, destacan por ejemplo los 2.37 millones de hogares donde las niñas y niños comieron menos de lo que debieron comer; 2.39 millones de hogares donde a algún menor se le tuvo que disminuir la cantidad servida en las comidas; 991,025 hogares donde algún menor sintió hambre, pero no comió; 961,602 hogares donde alguno de los menores se acostó a dormir con hambre; y el dato quizá más cruel, relativo a los 721,358 hogares donde algún menos un menor comió una sola vez al día o dejó de comer todo el día.

En medio del discurso triunfalista que se escuchará en las próximas semanas, estos datos deben llamar a la mesura; a la prudencia; y a preguntarse si realmente el mundo de los promedios puede seguir dominando el análisis de las políticas públicas; porque no es una cuestión de tiempo para que el hambre que se vive en esos hogares se vea erradicada. En realidad, la hora de esas niñas y niños es ahora. Y eso es lo que no puede aceptarse que siga posponiéndose.

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Investigador del PUED-UNAM

Frase clave: pobreza y hambre

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