Las recientes elecciones locales en Hidalgo y Coahuila pueden ser interpretadas, con reservas, como un termómetro del sentir político nacional. Algo sucede en la percepción de los votantes sobre el desempeño concreto del joven partido que en 2018 arrasó en las preferencias nacionales, y los resultados en las dos entidades nos susurran cosas. Comparemos los resultados de 2018 y los de 2020.
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Hace dos años, la participación electoral en Hidalgo fue del 65.3% del total de la lista nominal; en Coahuila fue del 63.6%. Ese índice descendió este año al 49% en las elecciones municipales de Hidalgo y del 39.4% de diputados locales en Coahuila. Las cifras, para tratarse de elecciones “huérfanas”, son bastante aceptables, dadas las circunstancias de polarización, violencia y riesgo sanitario presentes.
Coahuila e Hidalgo son entidades que no han experimentado la alternancia en el ejecutivo estatal, que sigue controlado por el PRI. Sin embargo, en julio de 2018 Hidalgo se tiñó de guinda, al llevarse Morena el 46.3% del total de votos válidos emitidos para renovar los 18 diputados de mayoría, lo que le permitió alzarse con 17 de esas curules. El PRI logró el 20.7% de los votos válidos y una curul, más tres de RP. El PAN 10.7% y dos curules. Lo llamativo es que hubo voto diferenciado, porque AMLO, el candidato a la presidencia de la coalición Juntos Haremos Historia, levantó el 62.7% de los votos válidos, un 16.4% de diferencia sobre Morena en lo local.
En las elecciones municipales de Coahuila de 2018, Morena logró el 27.3% de los votos válidos, con lo que obtuvo el gobierno de cuatro de 38 municipios, debido a su dispersión del voto. El PRI confirmó un endeble dominio local con el 35.3% de los votos válidos, que le valieron 18 municipios. El PAN, la segunda fuerza, levantó el 27.3% de esos votos y 12 de los ayuntamientos. También aquí el voto se diferenció fuertemente, pues AMLO obtuvo el 45.2% de los votos válidos, 17.9% más que Morena a nivel municipal.
En las recientes elecciones de ayuntamientos en Hidalgo, según los datos a esta fecha, el PRI logró el 25.5% de los votos válidos, lo que le puede dar 32 de los 84 gobiernos municipales. Morena obtuvo el 18.6% y 9 municipalidades. El PAN alcanzó el 12.1% para 9 localidades. Llama la atención de la gran dispersión del voto, que permitió que 34 municipios serán gobernados por otras ocho opciones partidistas, incluyendo tres locales.
En las recientes elecciones legislativas de Coahuila, el PRI se levantó con 51.5% de los votos válidos, 16.2 más puntos que dos años antes en la elección de ayuntamientos. Morena recibió el 20.1% del sufragio válido, 7.1 puntos menos. El PAN apenas recibió el 10.2%, una debacle, con una pérdida del 17 de los puntos logrados dos años antes.
En las elecciones locales, en dos años Morena perdió 27.7 puntos y el PRI ganó 4.8 en Hidalgo. En Coahuila, Morena descendió 7.1 y el PRI subió 16.2 puntos.
Gran parte de estos resultados están siendo combatidos en los tribunales electorales. No me sorprendería que se dieran anulaciones, en particular en Hidalgo, donde la diferencia entre los contendientes principales fue estrecha, como en Pachuca, donde el presunto ganador aventaja con poco más de 300 votos a su oponente.
En términos políticos, los resultados pueden ser vistos como evidencia de que ninguna mayoría tiene escriturado el poder, y que los electores mexicanos son capaces de migrar sus preferencias de una elección a otra.
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(*) Antropólogo social. Profesor titular de la Universidad de Guanajuato, y de posgrado en la Universidad DeLaSalle Bajío. Investigador nacional. Exconsejero electoral local del INE y del IEEG. luis@rionda.net – @riondal