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Historia de una relación

por Antonio Mackintosh

En el intento de lograr que la educación sea un eje de desarrollo han existido aristas difíciles de tratar, tales como la articulación de lo local y regional con una economía global a nivel nacional e internacional, y la vinculación directa de la educación con el sector productivo, misma que se sigue mencionando entre los educadores y directivos de la educación tecnológica como el aspecto sine qua non de esta modalidad educativa. Pero, ¿efectivamente sigue siendo así?


Desde hace más de cuarenta años, México ha considerado que para obtener un mejor desarrollo hay que impulsar la educación, en particular la educación tecnológica, ya que juega el papel, muy importante, de ser formadora para el trabajo; esta educación había que ofrecerla de manera democrática a toda la población. Al mismo tiempo, se hicieron esfuerzos y se tomaron medidas para llevar a cabo transformaciones internas en ella a fin de incorporar al país a la economía global.

Si bien se afirma que los orígenes de la educación tecnológica en México se remontan a la época prehispánica y colonial, la génesis de la educación tecnológica en México se ubica en 1867, siendo Presidente de la República Benito Juárez, con la creación de la Escuela Nacional de Artes y Oficios para varones, que se transformaría para llegar a ser en 1932 la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME) (I).

Desde entonces entre los objetivos de la educación tecnológica se menciona que para fomentar el desarrollo económico ésta deberá estar vinculada al aparato productivo de bienes y servicios social y nacionalmente necesarios. Este objetivo y los demás se seguirán manteniendo a lo largo de las diferentes administraciones o sexenios presidenciales, ya que desde sus inicios la construcción del sistema educativo tecnológico ha sido llevada a cabo por el Estado.

Sin embargo, en cada sexenio ha variado el énfasis y las prioridades que se le dan a éste y a los demás objetivos. La política del gobierno en turno determina el tipo de educación tecnológica que se debe ofrecer a la población, lo que la hace “pendular” de un extremo al otro, para volver a regresar como una nueva modificación, según esto, “más modernizante”, creando “modas sexenales”.

Por ello, las características actuales del sistema de educación tecnológica son producto de la agregación de instituciones que materializan las innovaciones, diversificaciones y reformas impulsadas, muchas veces interrumpidas o continuadas a lo largo de los años. Un ejemplo de ello es la existencia de los CETIS, los CBTIS, los CONALEP y el CETI Guadalajara, ya que todos ellos satisfacen o tienden a satisfacer la misma necesidad de formar a nivel medio superior técnicos profesionales (II).

De hecho, ha habido tres etapas de crecimiento en la educación tecnológica. La primera que fue de 1971 a 1982 en los sexenios de Luis Echeverría y de López Portillo, en la que hubo un crecimiento explosivo de la matrícula de casi un 40%. Con Echeverría se puede decir que se construye buena parte del sistema de educación tecnológica y con López Portillo la prioridad sexenal fue la modalidad técnica terminal, y nace el CONALEP.

La segunda etapa de crecimiento se da en los sexenios de Miguel de la Madrid y de Salinas de Gortari (1983-1994). El crecimiento se detiene casi por completo con una tasa positiva de entre 4.1% y 1.7%. Se da una crisis financiera no sólo en México, sino también en América Latina. En este periodo se le vuelve a dar importancia al bachillerato tecnológico, desalentando la modalidad terminal, no obstante, el CONALEP consolida las carreras terminales, convirtiéndose en la institución especializada en ello para pendularmente volver en la actualidad a aceptar el bachillerato tecnológico.

Con Salinas se le vuelve a dar importancia en el discurso a la educación tecnológica, tomando en cuenta la apertura comercial de México con el TLCAN, pero en la práctica sigue congelado el crecimiento del sistema tecnológico.

La tercera etapa se puede ubicar a partir de la administración de Zedillo de 1994 a la fecha con los dos sexenios de Fox y Calderón. En ellas se retoma el concepto de Educación Basada en Competencias, aun vigente, y que se difundió en todo el sistema educativo. Se transforman las carreras técnicas especializadas en carreras polivalentes y más genéricas, con lo cual el sistema tecnológico reduce ampliamente el número de carreras ofrecidas.

Todos estos cambios sexenales han trastocado los objetivos de la educación tecnológica y entre ellos, por supuesto, el de su vinculación con el sector productivo.

Retórica engañosa

A lo largo de todos estos años, y hasta el presente, la vinculación con el sector productivo en la educación tecnológica ha sido considerada como objetivo fundamental.

Un ejemplo es el Modelo Académico de la Dirección General de Educación Industrial de la SEP de agosto de 1990(III), en el que se señala: “La educación tecnológica, por naturaleza, está inmersa en el proceso social básico que es el productivo y en él se define y contrasta. El proceso productivo es el ámbito propio de la educación tecnológica…”.

Como anexo del documento sobre el Modelo Académico viene el texto de un Convenio de Concertación y Vinculación rubricado en 1990 por la Secretaría de Educación Pública, los Presidentes del Consejo Coordinador Empresarial, de las Cámaras y Asociaciones y de la Comisión de Educación del Sector Empresarial.

En él se establece que ambos sectores, el productivo y el educativo, emprenderán acciones que tengan por objetivo la modernización del aparato productivo y del sistema educativo nacional. La realidad de esta vinculación es que ha resultado fallida o con un porcentaje muy bajo de resultados positivos.

Existe en el medio de la educación tecnológica el empleo de una retórica institucional que genera una magnitud de compromisos que asumen sus instituciones los cuales no se cumplen.

Sector productivo: ¿concepto unívoco?

Uno de los motivos de que la articulación entre educación tecnológica y sector productivo no haya producido resultados es la visión unívoca que se tiene del concepto “sector productivo” en los medios educativos, ya que en ellos se privilegia a la gran empresa, siendo que el sector productivo es muy heterogéneo, al menos en México.

Si tomamos el dato de que en México el 99.8% de las empresas son micro, pequeñas y medianas empresas, y que de éstas el 90% son microempresas (IV), el panorama del sector productivo en México se aclara.

Esto, por un lado, provoca dificultad para identificar con cierta precisión las necesidades en términos de puestos o de empleos que requiere una estructura laboral tan diferenciada, pero, por otro, clarifica el tipo de empresas que tendrán más necesidad de recursos humanos calificados, que en el caso de México serán las micro y pequeñas empresas. En ese sentido, tienen validez los programas de desarrollo de emprendedores que en muchas escuelas de educación tecnológica se han aplicado, pero también como modas sexenales o transexenales.

De acuerdo con lo anterior, sería muy necesario para el sistema de educación tecnológica —si no pierde ese acento que le ha venido dando a la vinculación con el sector productivo (sería lamentable si lo perdiera)— el efectuar un estudio concienzudo del sector productivo heterogéneo mexicano con base en las estadísticas y proyecciones futuras de su desarrollo en este mundo globalizado, de manera que pueda definir el campo de trabajo hacia el cual podrán incorporarse sus alumnos egresados.

Asimismo, deberá tomar en cuenta que las grandes empresas trasnacionales, al llegar a invertir en un determinado país, en algunos casos llegan acompañadas de varias Pymes, y en otros convocan a las Pymes locales a producirles ciertos complementos o accesorios que requieren para su producto terminado.

Posibilidad estructural

El tema de la educación-empresa que estamos abordando no carece de objeciones de tipo estructural que habrá que zanjar si se pretende lograr uno de los objetivos de la educación tecnológica, que es preparar al estudiante para el trabajo.

La más importante de ellas es que existen diferencias intrínsecas en la naturaleza de los dos mundos, el del trabajo y el educativo, así como en sus objetivos: la producción y la educación.

De esto se derivan, por ejemplo, los valores que se manejan, que en el trabajo son la eficiencia y la rentabilidad, en tanto que en el educativo son la ética y la pedagogía, entre otros. En la dinámica educativa se establecen horarios y espacios ad hoc, en tanto que en el mundo del trabajo la producción es en principio la única actividad de la jornada.

En las escuelas de educación tecnológica, por su carácter de formadoras para el trabajo, se da especial atención a: 1) el aprendizaje en los talleres, de acuerdo con la carrera o especialidad que se estudie; y 2) las prácticas profesionales. Es en estos dos campos donde funcionaría una estrecha vinculación con el sector productivo.

En relación con las horas de aprendizaje, en los talleres frecuentemente se detectan carencias de equipos o insuficiencia de los mismos, así como de instrumentos y material con los que se podrán efectuar las prácticas. Otras veces existe equipo que, una vez que se entrega al plantel, los proveedores no instalan adecuadamente o llega defectuoso o carente de alguna pieza que le impide funcionar, motivo que impide el aprendizaje en ellos.

En ocasiones los maestros que imparten un determinado aprendizaje en el taller no están debidamente capacitados para hacer funcionar determinado equipo, máquina o motor, por lo que se emplean las horas de taller en otras actividades de relleno. Una eficaz articulación con el sector productivo en mucho beneficiaría el aprendizaje de los alumnos que son los futuros candidatos a integrar sus filas.

En cuanto a las prácticas profesionales que los alumnos de educación tecnológica deben cubrir en las empresas, se presentan también problemas, como la ausencia de espacios reales en las industrias donde se pueda acoger a estos alumnos, por lo que no existen muchas empresas que puedan recibir estudiantes dentro de la rutina de sus actividades cotidianas, y en el caso de los establecimientos donde sí lo pueden hacer se abren pocos lugares, los cuales resultan insuficientes para la matrícula de las diferentes escuelas tecnológicas que preparan técnicos profesionales.

Para las empresas esto significa que para abrir estos espacios requieren mayor inversión en personal, tiempo y dinero. A esto se añade que en la Ley Federal del Trabajo no existe la figura de aprendiz, lo que priva a los alumnos de la cobertura de algún seguro. En fin, todas estas son situaciones concretas que bien pueden ser tema de diálogo entre los representantes de ambos sectores en el contexto de la vinculación que hemos expuesto.

Conclusiones

1. En relación con el concepto de vinculación educación sector productivo proponemos que debe darse una articulación en la que los dos actores tengan una actuación compartida, responsable y coordinada. Esta relación de ninguna manera es supeditación de uno al otro en la que, por ejemplo, se remarque que la educación debe supeditarse a las políticas de desarrollo nacional o al sector productivo.

2. Dejar de lado la retórica distorsionadora del sector educativo tecnológico en lo que se refiere a la razón de ser de la educación tecnológica, ya que compromete su actuación con metas inalcanzables que exaltan la vinculación.

El papel que le corresponde a la escuela en su vinculación con el sector productivo en un mundo de globalización no es garantizar a sus egresados un empleo inmediato, es proporcionarle una formación sistemática por la que adquieran las competencias de empleabilidad que incluyen competencias básicas como capacidad de expresión; de aplicar las matemáticas a problemas concretos de la vida real; la capacidad de pensar; las cualidades personales de responsabilidad, autoestima, sociabilidad e integridad; y las específicas como la habilidad en el manejo de recursos para obtener los fines buscados; la capacidad de trabajar en equipo, y de aprender y enseñar en la vida cotidiana; el liderazgo; y las competencias de información y tecnológicas (V).

3. Es un error, en el tema de la vinculación, referirse al sector productivo como a un ente homogéneo con características uniformes. Ello lleva a establecer una formación tomando como referencia un mercado de trabajo complejo, sofisticado, con alta racionalidad y organización laboral y de tecnología muy avanzada.

Habrá que estudiar las características del sector productivo mexicano en el que se privilegien las micro y pequeñas empresas y retomar el perfil del técnico que se requiere. La formación de recursos humanos para el trabajo es responsabilidad tanto de la escuela como del sector laboral. La escuela debe ofrecer formación básica, humana y tecnológica, mientras que el sector laboral deberá proporcionar la capacitación especializada del perfil profesional que requiera.•

Notas y referencias:

I. DGETI Artículos (2012), Historia de la Educación Tecnológica en México, México en: www.dgeti.sep.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=64&Itemid=84

II. Posteriormente se fundaron además los planteles para la formación de técnicos profesionales llamados CECyTEs (Colegios de Estudios Científicos y Tecnológicos)

III. SEP, SEIT, Dirección General de Educación Tecnológica Industrial(1990), Modelo Académico de la Dirección General de Educación Tecnológica Industrial, SEP, México.

IV. Juan Carlos Cervantes García (2010), Historia de las PyMES, Uncategorized en: http://pymesdemexico.wordpress.com/2010/11/10/historiade%C2%A0las%C2%A0pymes/

V. Se puede consultar al respecto: María Antonia Gallart(1995), Educación básica y formación para el trabajo, Básica, Revista de la Escuela y del Maestro, Año II, Sept.-Oct. 1995., México. Así también existen varias obras sobre el tema de María de Ibarrola como: (1994) La articulación entre la Escuela Técnica de nivel medio y el mundo del trabajo en México. ¿Espacios vacíos de la gestión educativa?, Departamento de Investigaciones Educativas, CINVESTAV del IPN, México

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