Ifigenia entre los Tauros
Ifigenia entre los Tauros, tragedia escrita por Eurípides es una de las tragedias más intrigantes y atípicas del canon griego. A diferencia de las tragedias tradicionales que terminan en muerte o catástrofe, esta obra se despliega como un drama de escape, con un desenlace marcado por la reconciliación y la salvación. Sin embargo, bajo su aparente final feliz subyacen profundas reflexiones sobre la identidad, el sacrificio, la culpa y la relación entre los humanos y los dioses.
Un Artículo de: México social/ Saúl Arellano
La obra comienza con Ifigenia, quien, tras haber sido aparentemente sacrificada en Áulide por su padre Agamenón, ha sido trasladada a la tierra de los Tauros por intervención divina. Allí, sirve como sacerdotisa de Artemisa, supervisando los sacrificios humanos de extranjeros que llegan a la región. Cuando su hermano Orestes y su amigo Pílades son capturados, Ifigenia los reconoce y conspira con ellos para escapar, llevándose consigo la estatua de la diosa como símbolo de reconciliación divina.
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“Ifigenia entre los Tauros” de Eurípides es una obra que trasciende las convenciones del género trágico al ofrecer un desenlace que desafía las expectativas tradicionales. A primera vista, podría considerarse una tragedia menor debido a su estructura de drama de escape y su aparente final feliz. Sin embargo, cuando se analiza desde la perspectiva de la teoría literaria de Maurice Blanchot, la obra revela una riqueza oculta: un juego entre presencia y ausencia, entre lo dicho y lo no dicho, que coloca al lector/espectador en un estado de tensión con el texto. En esta reseña, exploraremos cómo Ifigenia entre los Tauros puede leerse como una representación del “espacio literario” según Blanchot.
Blanchot, en El espacio literario, describe la literatura como un ámbito en el que las palabras no solo comunican, sino que también sugieren, ocultan y convocan presencias ausentes. En “Ifigenia entre los Tauros”, el drama no reside únicamente en las acciones de los personajes, sino en las tensiones invisibles que rodean la obra: la memoria del sacrificio en Áulide, el exilio de Ifigenia, y la amenaza constante de la muerte ritual. Estas ausencias estructuran el texto, creando un espacio en el que la acción y el lenguaje se enfrentan a lo inefable.
El sacrificio de Ifigenia, aunque nunca representado directamente en esta obra, está siempre presente como una sombra que da forma a su identidad y a las relaciones con los demás. Este sacrificio, que podría haberla aniquilado, se convierte en la fuente de su fuerza: la experiencia de la casi-muerte le permite habitar un espacio liminal, entre la vida y la muerte, entre Grecia y los Tauros, entre lo humano y lo divino.
Para Blanchot, el personaje literario no es simplemente un reflejo de la humanidad, sino una forma en la que la literatura misma se enfrenta a la imposibilidad de capturar plenamente la experiencia humana. Ifigenia, como sacerdotisa de un culto de muerte, representa esta paradoja: su existencia está definida por la tarea de sacrificar a otros, pero su propia vida es una negación de la muerte que debería haberla consumido. Este doble vínculo la convierte en una figura que desafía las categorías binarias de vida/muerte, presente/ausente, acción/espera.
Su encuentro con Orestes, su hermano, puede interpretarse no solo como un momento de reconocimiento, sino también como un acto literario: una reafirmación de su identidad a través de la narrativa compartida. En este sentido, el reconocimiento es menos un evento dramático que una inscripción en el espacio literario, un acto de escritura en el que Ifigenia y Orestes se reescriben mutuamente al reconocerse.
Uno de los aspectos más fascinantes de Ifigenia entre los Tauros es su tensión entre el estatismo del ritual y la dinámica de la fuga. Según Blanchot, la literatura se mueve en un espacio intermedio donde la repetición y la variación coexisten. En la obra, el ritual de sacrificio que Ifigenia supervisa se presenta como una repetición eterna que perpetúa la violencia y el aislamiento. Sin embargo, el plan para escapar introduce una dinámica que rompe con este ciclo, llevando a los personajes hacia un horizonte abierto, aunque incierto.
El desenlace de la obra, con la intervención de Artemisa y el regreso a Grecia, no resuelve del todo las tensiones presentadas. Más bien, las desplaza hacia un nuevo espacio en el que las promesas de reconciliación y paz quedan abiertas, sujetas a la interpretación y al futuro. Este final, en el que la acción se detiene pero las preguntas persisten, es característico del “silencio” que Blanchot asocia con la literatura: un silencio que no es ausencia, sino una presencia que exige ser interpretada continuamente.
Blanchot sugiere que la literatura habita un tiempo que no es lineal, sino suspendido, en el que el pasado, el presente y el futuro coexisten de manera ambigua. En “Ifigenia entre los Tauros”, esta percepción del tiempo se manifiesta en la figura de Ifigenia como una superviviente del pasado que vive en un presente de exilio, pero que constantemente mira hacia un futuro de regreso. Su vida entre los Tauros está marcada por la espera: una espera por un destino que parece imposible, pero que finalmente se materializa a través de la intervención divina.
Esta espera no es pasiva, sino que da forma a la identidad de Ifigenia. Al habitar este tiempo suspendido, ella encarna lo que Blanchot describe como el “estado de espera interminable”, en el que la acción se mezcla con la contemplación, y el movimiento con la quietud.
La intervención final de Artemisa, que salva a los personajes y permite su regreso, es otro ejemplo de cómo Eurípides juega con el espacio literario. Los dioses, en esta obra, no son figuras absolutas que resuelven conflictos con claridad, sino presencias ambiguas que marcan los límites de lo humano. Artemisa no solo asegura la salvación, sino que también introduce nuevas preguntas: ¿es este final una reconciliación definitiva o una continuación de los ciclos de dependencia entre los humanos y los dioses?
Blanchot nos invita a considerar cómo esta intervención no cierra el texto, sino que lo abre hacia nuevas posibilidades de interpretación. Los dioses en Eurípides no son respuestas, sino enigmas que subrayan la insuficiencia del lenguaje humano para capturar lo divino.
Desde la perspectiva de Maurice Blanchot, “Ifigenia entre los Tauros” se revela como una obra que trasciende su contexto trágico para convertirse en un espacio literario donde se exploran las tensiones fundamentales de la existencia. A través de su estructura narrativa, sus personajes y su juego con el tiempo y el silencio, Eurípides nos invita a habitar un espacio donde lo dicho y lo no dicho coexisten, desafiándonos a interpretar continuamente sus significados.
Esta obra no solo es una tragedia de escape; es una meditación sobre la identidad, la espera y la posibilidad de redención en un mundo marcado por la incertidumbre y la ambigüedad. En este sentido, Ifigenia entre los Tauros es una tragedia profundamente literaria en el sentido blanchoiano: un texto que se desdobla continuamente, resistiendo cualquier cierre definitivo.
En un mundo marcado por los conflictos, el exilio y la búsqueda de identidad, “Ifigenia entre los Tauros” sigue siendo una obra profundamente relevante. Su mensaje sobre la posibilidad de superar la violencia a través de la reconciliación y la acción moral resuena con las luchas contemporáneas por la justicia y la dignidad humana.
“Ifigenia entre los Tauros” es una tragedia atípica que, sin abandonar la complejidad y el dolor inherentes al género, ofrece una visión de esperanza y reconciliación. Eurípides, al subvertir las expectativas del mito y del género, invita al espectador a reflexionar sobre la posibilidad de trascender los ciclos de violencia y encontrar redención incluso en los contextos más oscuros.
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