Desde hace décadas los diferentes gobiernos nacionales y locales de nuestro país han ejercido una política confusa —por decirlo amablemente— hacia el ámbito de la cultura. La Constitución General de la República hace referencia en once ocasiones al concepto de la inopia —incluyendo tres a la cultura física—, sin nunca definirlo.
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Pero es de destacar el párrafo once del artículo 4º, que dice: “Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales.” Este texto fue adicionado apenas el 30 de abril de 2009. Desde entonces el derecho a la cultura es considerado uno más de los derechos humanos de los mexicanos, y el Estado asumió formalmente la obligación de promover su fortalecimiento, su protección, su difusión y conocimiento.
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A pesar de los buenos deseos, es un derecho humano que no se acompaña con los apoyos presupuestales suficientes. Desde hace más de una década los recursos públicos destinados al fortalecimiento de las culturas nacionales no rebasan el 0.1% del Producto Interno Bruto (https://bit.ly/3iGzKKM). Son poco menos de 14 mil millones de pesos del gobierno federal en su ramo 48 (https://bit.ly/3m24kQW), más una cantidad mucho menor de parte de los gobiernos estatales y municipales. Para colmo, la quinta parte del presupuesto federal de este año se destina al megaproyecto presidencial Chapultepec (https://bit.ly/3k6fn9p).
Dentro del gasto cultural federal, el presupuesto destinado al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha sido uno de los más castigados. Para este año su presupuesto suma tres mil 820 millones, un recorte del 2.53% sobre el año anterior. Si consideramos que el instituto está al cargo de la preservación, estudio y divulgación del amplísimo patrimonio histórico y arqueológico nacional, podemos concluir que es un recurso en extremo limitado y que, según el sindicato del INAH, “provocará, entre otras cosas, deterioro de los monumentos paleontológicos, arqueológicos, artísticos e históricos del país, así como la red de museos y otras infraestructuras culturales dependientes del Sector Cultura y del INAH, en particular. La gran mayoría de las zonas arqueológicas, museos y monumentos históricos del país […] se encuentran en un avanzado estado de deterioro y requieren de mantenimiento urgente” (https://bit.ly/3g0nQcW).
Uno de esos sitios es el del Templo Mayor, que tal vez sea el repositorio arqueológico más importante del país, junto con Teotihuacan. Este conjunto, descubierto apenas en febrero de 1978 gracias al hallazgo por parte de trabajadores electricistas del monolito de la Coyolxauhqui, representa uno de los mejores ejemplos de la urbanística, la mitología y la cultura de los antiguos mexicas, a quienes conocemos tan poco a pesar de ser reivindicados como los fundadores simbólicos del México moderno.
La actual administración federal ha revivido el viejo nacionalismo mexicano, que se sustenta en una visión broncínea y anquilosada de un pasado imaginado. El discurso ideológico de la 4T se nutre con los viejos estereotipos del indigenismo de los años treinta y cuarenta, que buscaba “forjar Patria”, en palabras de su fundador Manuel Gamio. Pero al mismo tiempo cae en los simplismos de la propaganda populista, como se evidencia en los actos conmemorativos del bicentenario en este año.
Me parece indignante que el gobierno de la CDMX, con apoyo del federal, destinen recursos —no se sabe cuántos— a la construcción de una horrible maqueta del Templo Mayor a cien metros del original. Un adefesio a un tercio de su tamaño original, que me recuerda las atracciones gringas que imitan castillos y monumentos, y los banalizan con espectáculos de luz y sonido con contenido New Age —ahora les dicen videomapping—. Entretanto el sitio original se desgasta por carecer del techado que se cayó el 28 de abril pasado, por las inopias presupuestales del INAH
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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda
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