El sistema de salud mexicano ha estado fragmentado desde prácticamente su creación. Su historia es larga, y a pesar de haber tenido momentos muy relevantes y de haber conseguido logros monumentales, como lo son la erradicación de varias enfermedades transmisibles, no ha sido nunca un sistema que preste servicios con cobertura universal, y con carácter de oportunidad, integralidad y pertinencia. Por qué es el INSABI un potencial punto de quiebre de la #4T es algo que se analizará en este artículo
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En el sistema institucional que se creó en el siglo XX, México no tuvo una Secretaría de Salud sino hasta el año de 1940. En el sexenio del presidente Lázaro Cárdenas se creó de hecho primero la Secretaría de a Asistencia Social, la cual coexistía con el Departamento General de Salud.
Fue en el mandato del presidente Ávila Camacho cuando ambas dependencias se fusionaron y se creó la Secretaría de Salubridad y Asistencia, cuyo nombre y siglas se mantuvieron hasta la década de los 90, cuando el gran mexicano que fue el Doctor Jesús Kumate, llevó a cabo importantes reformas y creó programas tan relevantes como el Programa Nacional de Vacunación.
En el mismo mandato del general Ávila Camacho (en1943), se creó el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Posteriormente, en 1959 fue creado el Instituto Nacional de Seguridad Social y de Servicios para los Trabajadores del Estado (ISSSTE); y en el transcurso de las décadas fueron añadiéndose y coexistiendo distintos sistemas de salud y seguridad social. PEMEX con el suyo, el ISSSFAM para las Fuerzas Armadas; las universidades públicas desarrollaron sistemas propios, y en prácticamente todas las entidades de la República hay sistemas que cuentan con sus propias reglas y criterios.
El derecho humano a la salud se elevó a rango constitucional sólo hasta la década de los 80; y ello dio pie a la creación en 1984 de la Ley General de Salud, hasta hoy vigente, con cientos de reformas a su articulado.
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Hasta la década de los años 2000, la fragmentación de los servicios de salud se mantuvo, y fue también el escenario para la creación del hoy extinto Seguro Popular. Este instrumento tenía dos limitaciones mayores: no garantizaba cobertura universal de la población, y no ofrecía un esquema de aseguramiento para el retiro.
De manera paralela, que no es necesariamente un problema de diseño del seguro popular, hubo prácticas perversas del sector privado al ofrecer Seguro Popular, en lugar de IMSS a una parte de sus trabajadores, profundizando con ello las condiciones de informalidad laboral que hay en el país.
El esquema de distribución de los recursos federales para el financiamiento en las entidades de la República también facilitó que, en muchos casos, los sistemas de salud en los estados fuesen utilizados como “la caja chica” de los ejecutivos estatales, generando procesos infames de corrupción y desvío de recursos.
A pesar de lo anterior, debe reconocerse que el Seguro Popular tuvo varias innovaciones: su cuadro básico de medicamentos y su catálogo de padecimientos fue ampliándose con el tiempo; y su esquema de operación era relativamente transparente en el sentido de que establecía reglas claras par la coordinación con las entidades de la República.
En ese sentido, dar el paso y haber puesto en operación al INSABI sin reglas de operación, ha sido una de las medidas más arriesgadas de la administración del presidente López Obrador, y no es exagerado decir que, en buena medida, su proyecto de “cuarta transformación del país” depende en buena medida del adecuado funcionamiento de este nuevo instituto. En ese sentido, no es exagerado sostener que hoy el INSABI es un potencial punto de quiebre de la #4T
El esquema de distribución de los recursos federales para el financiamiento en las entidades de la República también facilitó que, en muchos casos, los sistemas de salud en los estados fuesen utilizados como “la caja chica” de los ejecutivos estatales, generando procesos infames de corrupción y desvío de recursos.
A pesar de lo anterior, debe reconocerse que el Seguro Popular tuvo varias innovaciones: su cuadro básico de medicamentos y su catálogo de padecimientos fue ampliándose con el tiempo; y su esquema de operación era relativamente transparente en el sentido de que establecía reglas claras par la coordinación con las entidades de la República.
En ese sentido, dar el paso y haber puesto en operación al INSABI sin reglas de operación, ha sido una de las medidas más arriesgadas de la administración del presidente López Obrador, y no es exagerado decir que, en buena medida, su proyecto de “cuarta transformación del país” depende en buena medida del adecuado funcionamiento de este nuevo instituto.
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Ya hay quienes están queriendo sacar raja político-electoral de este asunto; lo cual es también mezquino y perverso. Y si esta cuestión se entrampa en un debate de politiquería, es la población la que va a continuar pagando los platos rotos.
La clase gobernante tiene hoy en sus manos la enrome responsabilidad de actuar a la altura de las circunstancias; abonar a un debate serio y que dé respuestas efectivas a la población; y es momento de que el presidente de la República actúe como jefe del Estado mexicano y convoque a un diálogo público nacional para corregir urgentemente el entuerto en que ya estamos metidos todos, porque lo que está en juego es nada menos que la viabilidad social del país.
Ni el tema del aeropuerto, ni el de la inseguridad puede afectar tanto la viabilidad del proyecto de gobierno del presidente López Obrador, como lo es el tema de la salud de las y los mexicanos. Y lo peor, es que, si no funciona la reforma y creación del INSABI, no será responsabilidad sino de su gobierno y, particularmente, de quienes les encomendó la responsabilidad de diseñarla y operarla.
A principios de año, el Ejecutivo Federal convocó a una “tregua” entre lo que él denomina como “liberales y conservadores”. Recurrentemente apela también a la prudencia y a la serenidad. Y este tema, el de la salud de la población, es uno en que auténticamente puede haber unidad de propósito nacional; y es una de las agendas en las que construir un consenso político de alcances mayores, puede recuperar el sentido de cohesión y orgullosa pertenencia a nuestra gran nación mexicana.
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