El pasado 19 de julio el INEGI difundió los resultados trimestrales de su Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU), en esta ocasión los del periodo abril – junio de 2023 sobre la inseguridad percibida por los mexicanos.
Escrito por: Enrique Provencio D.
Son muchos los ángulos desde los que pueden mirarse los resultados de la ENSU, empezando por los cambios en la percepción y la experiencia de la población sobre la seguridad pública en los centros urbanos en los que se aplica la encuesta, que es el tema central y más visible de este valioso ejercicio. Aquí en México Social, Saúl Arellano se refirió hace poco a la violencia sexual en las ciudades, a partir de la información de esta encuesta .
En sus resultados más generales, me parece que hay que distinguir los cambios trimestre a trimestre de la tendencia de más largo alcance. En esta ocasión, por ejemplo, la ENSU mostró un aumento (de 0.2%), que no resultó significativo estadísticamente, respecto al primer trimestre del año, pero la percepción de inseguridad promediada quedó cinco puntos porcentuales abajo del segundo semestre de 2022, y fue 14.5 puntos inferior al nivel registrado el primer trimestre de 2018.
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¿Quiere decir esto que la inseguridad se ha reducido en casi 15 por ciento en los últimos cinco años? Evidentemente no, al menos si se consideran los signos más cruentos de la violencia en nuestro país, pero, como se sabe, los indicadores de percepción o sensación no necesariamente siguen de manera directa la situación de la seguridad pública. El INEGI difundirá en unos días más la estadística de homicidios actualizada a 2022, y sabremos si se mantuvo el descenso de 2021 y si hay realmente un ciclo a la baja de la más inhumana y cruel de las manifestaciones de nuestra inseguridad pública.
Es un hecho que las percepciones de inseguridad se mueven por factores subjetivos o del contexto político. Este ejemplo de la ENSU lo muestra: entre junio y diciembre de 2018, las expectativas en las condiciones seguridad mejoraron 20 puntos porcentuales, cuando pasó del 68.3 al 48.4 el porcentaje de la población mayor de 18 años que pensaba que para el siguiente año seguirían igual o empeorarían las condiciones de seguridad. Ese año, el 2018, aumentó en 4,606 el número de homicidios, para alcanzar 36,685. Dos años después, en 2020, los homicidios llegaron a 36,773. Para muchos de los encuestados, la expectativa de mejora fue frustrada, pero esto depende de si se considera si la seguridad empeoró o siguió igual.
Hay resultados de la nueva entrega de la ENSU que merecen más atención, entre ellos los de apreciación sobre el desempeño de las autoridades. En comparación con hace seis años, ni la Marina ni el Ejército aparecen ahora mejor calificados, la Guardia Nacional mejora su registro respecto a 2019, y tanto las policías estatales como las municipales presentan ahora una mejor calificación de efectividad en comparación con el mismo trimestre de hace seis años. ¿Significará esto que las policías estatales y locales están mejorando su efectividad? Sería deseable, por el señalamiento frecuente de que ahí están las principales debilidades en el enfrentamiento de la delincuencia.
Otros temas muy relevantes que contiene la ENSU, y que se comentan poco, son el conocimiento de programas preventivos contra la delincuencia, y los motivos de conflictos y conductas antisociales. En cuanto a la prevención, la ENSU muestra una de las principales debilidades de la política de seguridad pública: 65.5 por ciento de la población no conoce ni ha escuchado que los gobiernos de su ciudad tengan programas para prevenir la violencia o la delincuencia.
Acerca de la conflictividad, destaca que una tercera parte de la población menciona que tiene enfrentamientos cotidianos, diez puntos porcentuales menos que en el segundo trimestre de 2016. Punto interesante: las ciudades con mayor percepción de inseguridad, tiene registros relativamente bajos de conflictividad cotidiana.
Se trata de problemas locales de convivencia y civilidad, principalmente los del ruido excesivo, el manejo de la basura, los estacionamientos, las mascotas, los malentendidos y otros problemas de la vida en comunidad, que de un modo u otro contribuyen a configuran la forma y la calidad de vida y las relaciones humanas. El abanico de la inseguridad y la violencia se extiende a la vida comunitaria, va de la horrenda situación nacional de las tumbas que cubren a desaparecidos, a las tensiones cotidianas. Diferentes realidades, diferentes soluciones.
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