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Inseguridad pública subnacional

Como cada semana realizando análisis de coyuntura desde las antípodas, ahora para abordar un tema sensible pero altamente relevante para toda la ciudadanía. Me refiero al aumento de la inseguridad en ciertas entidades de nuestro país.

¿Un Leviatán amenazado por una hidra de mil cabezas?

Puedes seguir al autor José Ojeda Bustamante: @ojedapepe

Y es que, en días recientes, el Departamento de Estado de los Estados Unidos actualizó su alerta de viaje para México, considerando el nivel de riesgo por la inseguridad que se vive en diferentes entidades del territorio nacional.

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De acuerdo con dicho informe los delitos, homicidios, secuestros y robos “están muy extendidos y son comunes en México”, recomendando en este sentido no viajar por el aumento en la delincuencia a cinco entidades. A saber: Colima, Guerrero, Michoacán, Sinaloa y Tamaulipas, pero también cada vez se escucha más un incremento exponencial en entidades como Guanajuato, Zacatecas o Guerrero.

Cabe preguntarse ¿Qué ocurre? ¿Estamos nuevamente en el caso mexicano ante un Estado vulnerado y rebasado por el crimen organizado? ¿Qué podemos hacer?

La libertad, no es el orden «natural» de las cosas. Es una aspiración humana sí, pero la historia nos dice que en la mayoría de lugares y en la mayoría de casos, los fuertes han dominado a los débiles, anulando a la libertad humana por la fuerza, por las costumbres o por las normas.

Así, hace más de 500 años el filósofo inglés Thomas Hobbes, uno de los fundadores de la filosofía política moderna, esbozó la idea del contrato social; según el cual, el ciudadano cedía una parte de su libertad y soberanía al Estado, con el compromiso de éste, de velar por su seguridad, a través del monopolio exclusivo del uso de la violencia, para así evitar la barbarie y el caos, que podría producir un estado de naturaleza.

La figura elegida por Hobbes para representar al Estado fue el Leviatán, una figura mítica que aparece en el Libro de Job, causante de generar el terror y el miedo. El Leviatán, era para Hobbes, en su lógica histórica un vendaval de fuerza y de poder, necesario, pero elegido y limitado. Era y hoy lo conocemos como el Estado.

Sucede sin embargo, que en estos tiempos modernos o los Estados han sido demasiado débiles para proteger a los individuos de amenazas, tales como el crimen organizado, cada vez más de carácter trasnacional, o bien, también los mismos Estados, se ven seducidos por ambiciones despóticas, buscando concentrar un uso excesivo de la fuerza y del control sobre la libertad ciudadana.

La historia también nos dice que, únicamente cuando se logra un equilibrio delicado y precario entre el Estado y la sociedad, es que emerge la tan anhelada libertad. La cual, otro filósofo inglés llamado John Locke, caracterizó como un estado del ciudadano “para ordenar sus acciones y disponer de sus pertenencias y personas según consideren conveniente […] sin necesidad de pedir licencia ni depender de la voluntad de otra persona”

En este sentido, cuando el crimen organizado en entidades como las que menciona el mismo reporte, se daña la vida, la salud, la libertad o las posesiones de los individuos, que a la postre genera violencia e inseguridad; no es exagerado afirmar, que esto cuestiona el papel y la legitimidad del mismo Estado, pero también de aquellos niveles de gobierno como los municipios o entidades federativas que disponen de elementos encargados de impartir, de garantizar seguridad y justicia en sus respectivas delimitaciones.

Las autoridades aducen en algunas ocasiones, con justa razón que el problema es demasiado grande y multifactorial, para darle una pronta respuesta y que esto implica delegar responsabilidades.

Algo de razón hay en esta respuesta, pero también habría que preguntar a las mismas autoridades, si ellas mismas están, por decirlo de manera más precisa “no delegando, sino claudicando” a sus funciones que por ley y por elección popular les corresponde.

Ya que hablamos de gigantes y demonios mitológicos, vale la pena recordar, para ejemplificar lo complejo que resulta el tema de inseguridad, a la Hidra de Lerna, un antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente de nueve cabezas, que tenía la virtud de regenerar dos cabezas por cada una que perdía o le era amputada y la cual, según la mitología griega, fue derrotada por Heracles bajo un creativo método producto de un diagnóstico acertado y de la colaboración coordinada de su sobrino Yolao.

Cuenta la historia, que con el objetivo de no permitir que ninguna cabeza pudiese regenerarse, Heracles cortó todas las cabezas de la Hidra mientras Yolao, quemaba los cuellos abiertos con una manta, cauterizando inmediatamente cada herida a efecto de que no surgiesen dos cabezas nuevas. Al final, Heracles tomó la única cabeza inmortal y la enterró, bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleunte, derrotando de esta manera a la tan temible Hidra.

Con el crimen organizado, según la historia de la Hidra y Heracles rescataría tres elementos con los cuales me gustaría concluir.

Primero, la importancia del diagnóstico. Es sabido que el crimen organizado tiene múltiples causas, pero también múltiples son los análisis existentes y las posibles soluciones. No se trata por consiguiente de claudicar, sino que exista una sana disposición por escuchar a los expertos y también claro está, mucha voluntad política de por medio para aprender y para implementar, conforme a los cambiantes tiempos que vivimos.

Segundo. Así como Heracles supo que no podía vencer en solitario a la Hidra; frente a la delincuencia organizada, no valen ya figuras de llaneros solitarios, que con un golpe de timón den en la solución esperada. Lo que sí es más efectivo, pero menos glamuroso, es el trabajo coordinado entre los diferentes niveles de gobierno por generar acuerdos, diagnósticos compartidos y una estrategia colaborativa que, sumando a la ciudadanía, a las empresas, a la sociedad civil organizada y demás actores implícitos, recuperemos el espacio público y lo más importante y lo más valioso que tiene el ser humano: su libertad y su seguridad.

Tercero. Conviene, por la salud del Estado y de la Nación dejar atrás los temas electorales, mediáticos, ideológicos, partidistas; para reorientar como colectivo, la discusión y solución sobre los grandes problemas de la Nación, entre de ellos, el que desde mi punto de vista luce ya como el principal. La inseguridad y las estrategias para combatirlo en el tiempo, pero iniciando ya.

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