por Mario Luis Fuentes
Sólo seis de cada diez personas acuden a eventos culturales en el país; es decir, en el año 2013 habría alrededor de 48 millones que no tuvieron esta oportunidad; según los datos oficiales, en México hay una biblioteca pública por cada 23 mil habitantes, mientras que en los países de la OCDE el promedio es de una por cada cinco mil; asimismo, únicamente 23% de la población participa en la organización de eventos culturales y sólo 29 de cada cien acceden a espectáculos en vía pública; una dura realidad, cuando ante la violencia social se debería inundar de cultura al país.
La mayoría de la población vive en ciudades; más de 82 millones de personas habitan en localidades urbanas, a pesar de que en éstas se ha avanzado en el mejoramiento de la infraestructura social, los servicios culturales y las opciones de recreación siguen siendo limitadas.
Los datos de la Encuesta Nacional de Consumo Cultural en México muestran que sólo 62% de la población acude a eventos o a sitios considerados como prestadores de servicios culturales, es decir, sitios y eventos culturales seleccionados, fiestas tradicionales, ferias y festivales artísticos y espectáculos en la vía pública.
Asimismo, es de destacarse que el gasto que destinan los hogares al consumo de bienes y servicios culturales, a pesar de ser una suma total nacional enorme, proporcionalmente representa 3.6% de todo lo que gastan los hogares; mientras que en tabaco y bebidas alcohólicas, las estimaciones de la ENIGH indican un gasto aproximado de entre 5 y 10% del total de erogaciones, dependiendo del decil de ingresos en que se encuentran las personas.
Para dimensionar estas diferencias, basta decir que lo erogado en el rubro de acceso a talleres y cursos culturales, equivale apenas a 7% de lo que los hogares invierten en la compra de refrescos y bebidas embotelladas.
En este ámbito, las desigualdades de género siguen siendo evidentes: 56% del gasto dedicado a la asistencia a eventos o sitios culturales lo ejercen los hombres, mientras que 44% lo ejercen las mujeres, lo cual se observa, de manera mucho más evidente, en la asistencia a eventos deportivos.
En sentido inverso, el mayor gasto en talleres, actividades culturales o festivales culturales y educativos (mayoritariamente talleres de manualidades), las mujeres erogan el 60% de todo lo que se gasta en este tipo de eventos, lo cual también es un signo de la división de actividades estereotipadas y asociadas a los géneros.
Menores, los que menos asisten
De acuerdo con los datos del INEGI, las niñas, niños y adolescentes mexicanos son quienes en menor proporción acuden a eventos culturales, siendo que, al encontrarse matriculados la educación básica y media superior deberían tener una intensa vida cultural, así como acceso universal y cotidiano a eventos de este tipo.
Para dimensionar lo anterior, basta destacar que del total de las personas que acuden a cursos y talleres culturales, 30% son niñas y niños de 6 a 11 años; 22.4% de las y los asistentes son adolescentes de 12 a 17 años: 19.5% son jóvenes de 18 a 29 años; y el resto se distribuye entre los grupos de edad de 30 a 49 años (17.8%) y de 50 años y más (10.26%).
En contraste, cuando se observa el rubro relativo a ferias y festivales artísticos y culturales, sólo 9.7% de las y los asistentes son niñas y niños de 6 a 11 años; 15.8% se ubica entre los 12 y los 17 años; mientras que 60% de quienes asisten a este tipo de eventos son personas que tienen entre 18 y 59 años de edad.
Lo anterior permite inferir que la gran mayoría de las niñas, niños y adolescentes participan en actividades escolares generalmente asociadas o desarrolladas en los planteles escolares.
Esa hipótesis se refuerza si se considera que únicamente el 28% de quienes asisten a lo que INEGI denomina como “sitios y eventos culturales seleccionados”, tienen entre los 6 y los 17 años de edad.
Una escasa participación
Uno de los mayores retos que tiene la política social en nuestro país es lograr inundar de cultura al país, a fin de construir espacios alternativos para la convivencia social y la búsqueda de nuevos instrumentos para la construcción o el fortalecimiento de la cohesión social.
Uno de los mecanismos que históricamente ha mostrado una mayor eficacia para este fin, es la promoción de la cultura y la generación de espacios de convivencia e interacción social, basados en la prestación de servicios culturales de calidad en lugares como las bibliotecas públicas, museos o teatros, los cuales son asumidos no sólo como recintos para la consulta o la asistencia a eventos calendarizados, sino también como puntos de encuentro ciudadano.
Todo lo anterior implica el diseño de instrumentos para fomentar la participación ciudadana en la organización y desarrollo de actividades culturales; sin embargo, en México esto se da muy poco pues en total, sólo el 23% de las personas han tenido participación en la organización o desarrollo de eventos culturales, en al menos una ocasión en la vida.
Por ejemplo, sólo 3% de las personas ha participado en la organización o desarrollo de “eventos culturales seleccionados”; 6.18%lo ha hecho en la organización o desarrollo de fiestas tradicionales; 2% ha tenido alguna participación en ferias y festivales artísticos y culturales; el 1.58% ha contribuido a la organización de espectáculos culturales en la vía pública; 1.6% lo ha hecho en cursos y talleres culturales; y 13.3% en la elaboración de manualidades y artesanías.
Pobreza cultural
Los datos agregados permiten sostener que en México estamos todavía muy lejos de ser un país en el que se cumplen integralmente los derechos culturales de la población.
Si se considera por ejemplo que únicamente 60 de cada 100 personas tienen acceso a fiestas tradicionales; 29 de cada 100 a espectáculos en la vía pública; 12 de cada 100 pudieron participar en algún taller o curso cultural; la conclusión que puede obtenerse es que ni a nivel federal, pero sobre todo, en los estados y los municipios, la cultura es considerada como una prioridad o como uno de los ejes estratégicos de la política social.
Todo lo anterior se traduce en el hecho de que muy pocas personas dedican tiempo a las actividades culturales; en ese sentido como un “dato cruzado”, vale la pena mencionar que según la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo, la asistencia a eventos culturales, deportivos y de entretenimiento es una de las prácticas que las personas desarrollan en menor medida de manera cotidiana.
Por ejemplo, mientras que 58 millones de los 82 millones de personas mayores de 12 años que había en 2010, declararon haber dedicado tiempo al apoyo emocional y la convivencia con otros integrantes del hogar; únicamente 9.3 millones declararon haber participado en algún evento cultural o deportivo; es decir, este tipo de actividades no son vistas como parte de la convivencia o integración con la familia u otros miembros de los hogares.
Como puede verse hay una enorme carencia de infraestructura y oferta de servicios culturales que se muestra por ejemplo, en el hecho de que de acuerdo con diversos estudios en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en promedio hay una biblioteca pública por cada cinco mil habitantes; en contraste en el nuestro, la proporción es de una por cada 23 mil.
Asimismo las y los mexicanos, leemos en promedio 1.8 libros al año, el indicador más bajo entre los países de la OCDE.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 13- Mayo- 2014, p.26
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