Si de premiar en serio a la mejor película del 2019 se tratara, tengo la impresión de que el reconocimiento debería ser a Parásitos; auunque, en términos de una dirección tremenda, el Óscar debería ser para The Irishman. Pero los premios de la llamada “Academia” de Hollywood no se otorgan bajo criterios estrictamente relativos a la calidad artística de las películas, sino que éstos se combinan con el éxito que tiene, o no, una película en taquilla.
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Es sabido que en la industria del cine, una de las tajadas más importantes de las ganancias las obtienen las compañías distribuidoras, muy por arriba incluso que de las productoras. Amén de las tremendas desigualdades salariales que persisten, por ejemplo, entre las actrices y los actores.
Este año hace particularmente interesante el tema de la entrega de los premios Oscar, porque está en juego una disputa de gran calibre entre industrias, en las que influyen tanto innovaciones tecnológicas como preferencias, hábitos y capacidades de consumo de las y los espectadores.
Si se piensa en Joker frente a The Irishman, estamos ante dos películas en las que, si bien la actuación de Joaquín Phoenix es extraordinaria, sería difícil decir con plenos criterios objetivos que supera a las de los tres monstruos que aparecen en la segunda: Joe Pesci, Al Pacino y Robert de Niro.
Joker es una película que aborda una de las cuestiones más representativas de nuestros días: una neurosis brutal que deriva en un comportamiento patológicamente asesino, en medio de una sociedad que crea a escalas industriales, nuevos Frankenstein cada día.
Por su parte, The Irishman es una película que podría convertirse en uno de esos filmes “de culto”, en la que se aborda la cuestión del sistema político norteamericano, sus vínculos y resortes con la mafia, a propósito del personaje Hoffa, el polémico líder de los Teamsters, quien fue declarado como “desaparecido” en 1975 y declarado muerto en 1982.
A mi parecer, el guion de The Irishman es tremendamente superior al de Joker. Las frases que se utilizan a lo largo de la película son realmente construcciones bien logradas y que reflejan no sólo el estilo de hablar de los mafiosos, sino que, sobre todo, sintetizan una forma de pensar y hacer política y negocios ilícitos en medio de un sistema económico y político voraz, frívolo e inmoral. En ese sentido, dos de ellas me parecen realmente icónicas: “I heard you paint houses” y “Things are like that”.
Pero no hay que extraviarse en estas cuestiones. Nuevamente es importante destacar que las disputa por los premios Oscar este año -en la cual también entra “Once Upon a Time in Hollywood”, del genial Tarantino-, es una disputa tecnológica que anuncia, al parecer, una profunda transformación en la manera en cómo se produce, distribuye y consume cine en el mundo.
De esta forma, las plataformas digitales, fundamentalmente Netflix, pero también Amazon está avanzando a pasos agigantados, produciendo películas de extraordinaria calidad, que están llevando a lo que apunta a ser una redefinición de la industria fílmica mundial.
En el caso de The Irishman, Netflix no solo logra una súper producción, sino que además lanza el mensaje relativo a que las películas de larga duración pueden estar de regreso, con costos económicos controlados, y con productos que se pueden ubicar en el gusto del público de manera sumamente exitosa.
Lo que está en juego entonces es la disputa por una de las industrias más lucrativas en todos los sentidos: en el económico en el primer plano, pero también en el político e ideológico, porque, desde su creación y hasta ahora, el cine ha sido y sigue siendo uno de los instrumentos favoritos de las clases políticas para posicionar una cultura, una forma de ver el mundo; posicionar valores o anti valores, y, de manera marginal, también de pronto llevar a cabo críticas relevantes al establishment.
Desde esta perspectiva, Netflix ha logrado entrar de lleno al reparto de las ganancias. El año pasado lo logró con Roma, y en este 2019 tiene a tres películas compitiendo por los premios: las ya mencionadas The Irishman, Once Upon a Time in Hollywood y Marriage Story, con la tremenda actuación de Scarlett Johanson, quien además se convierte en la segunda mujer en obtener una doble nominación simultánea: como mejor actriz y mejor actriz de reparto.
Así que, cuando vea la ceremonia de entrega de las famosas estatuillas, no se deje llevar por el glamour de la alfombra roja. Lo que estará presenciando es una auténtica batalla de gigantes económicos, que se están disputando el control o predomino de lo que estaremos viendo como productos fílmicos y televisivos en, al menos, las siguientes tres décadas.
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