por Fabiola García Hernández
Minutos después de las 13:14 horas del 19 de septiembre del 2017, cuando ocurrió el fuerte sismo de 7.1 que sacudió a México, la gente que salió de los edificios laborales o habitacionales en la Ciudad de México, tras pasar los primeros instantes de pánico, ayudaron a otras que cayeron al piso, que estaban en crisis. Fueron esas mismas personas las que iniciaron la remoción de escombros con las manos y lo que tuvieron a su alcance: cubetas, botes, palas. Rescataron a quienes pudieron con las manos.
“Yo puedo entrar”, se escuchó decir a algunos. Así siguió toda la tarde y la noche. Minutos después, la tragedia comenzó a cobrar sus dimensiones, inmediatamente empezaron a circular los videos sobre lo ocurrido. Fueron los ciudadanos quienes reportaron lo que grabaron con sus teléfonos celulares: edificios derrumbándose, personas que lloraban o gritaban, gente atrapada y siendo rescatada.
Todo lo que las televisoras proyectaron ya había sido visto en redes sociales. Los primeros momentos, los primeros edificios cayendo, la nube de polvo que se levantó en la ciudad, el estremecimiento y vaivén de los edificios, la gran mayoría captado por ciudadanos.
También las imágenes de gente removiendo escombros, rescatistas improvisados levantando las manos y cantado a gritos el “Cielito lindo”, estremeciendo las redes sociales, provocando llanto y esperanza en los espectadores.
Ante tales circunstancias, Televisa estaba urgida de algo que le devolviera el rating, que le pudiera ayudar a retomar el control de la información que se había esparcido por las redes sociales. Entonces dicen en televisión abierta nacional que los rescatistas han encontrado a alguien con vida, que es una niña de siete años, que le han pedido moverse, que ha movido una manita, que está con vida. Aplaude la multitud alrededor pero nadie puede acercarse.
Por muchas horas se mantuvo la noticia, minuto a minuto, silencios en los que supuestamente se comunicaron con ella, le hicieron llegar agua, metieron oxígeno, después dijeron que había tres cuerpos más con ella, probablemente vivos, la esperanza estaba completamente en esa niña: Frida Sofía.
Entonces pensé que se trataba de concentrar la desgracia en un solo rescate, para devolver la esperanza ante tanta desgracia. Pero no se me ocurrió, como a nadie que siguió la noticia, que fuera un invento.
Todavía durante esa larga y dolorosa noche, me llegó al WhatsApp una cadena de oración en la que la gente se unía para mantener con vida Frida Sofía, pues significaba la esperanza.
Pero uno se pregunta ¿para qué? ¿Cuáles son las razones de jugar con una tragedia? ¿Es acaso que Televisa solo por rating juega con el dolor y la tragedia? La respuesta es sí, y lo hemos visto en múltiples ocasiones. Perfectamente orquestadas las puestas en escena.
En el caso específico de la tragedia y el invento de una niña sobreviviente se utilizaron tres elementos fundamentales:
- Una narrativa que apela a los sentimientos. La conductora sollozó cuando dijo que habían estado largas horas esperando y estaban a unos instantes de sacarla con vida.
- La formación de un vínculo emocional con héroes. Entrevistaron a un hombre que había entrado y salido, se había comunicado supuestamente con la niña, sin ningún interés más que la vida.
- La canalización del ánimo social a una causa común. Todos los televidentes estaban concentrados en la historia, reduciendo incluso toda la tragedia en esperanza. En las redes sociales se multiplicaban las quejas de que no todo estaba en esa zona.
Una víctima inocente rescatada por un héroe anónimo, ése era el marco de la historia. Entonces la sociedad civil empezó a ser desplazada poco a poco por los militares y protección civil. Las múltiples manos que rescataron al principio fueron contenidas. Se prohibió la entrada a las manos no oficiales que pretendían ayudar. Vallas de contención impidieron el mismo ímpetu de la noche anterior. Entonces ya no se pudo tener acceso a la información, empezó a controlarse y Televisa pudo producir la farsa.
La mañana del 21 de septiembre salieron a decir que Frida Sofía no existe, que había sido una equivocación de una rescatista, que sólo hacen su trabajo lo mejor que pueden. La información sobre la farsa empieza a emerger. Los reportes en redes sociales disminuyen y la inconformidad por el engaño se hace presente. El control de la información se hace a través de los cercos. La sociedad civil ya no puede acceder a las zonas de riesgo, sin importar que dentro sigan sepultados sus familiares o amigos.
Se empieza a difundir mucha desinformación para que la gente deje de creer en las quejas reales. Circula en redes información de eventos pasados, falsa, se divide a la población, ya no es la misma que cantaba al unísono el “Cielito lindo”, es de nuevo una sociedad desconfiada. Todo este ambiente es provocado por la farsa de Televisa.
La sociedad se siente confundida, frustrada por haber caído en la farsa y pierde interés por el hecho real: la tragedia del sismo. El objetivo final no es la farsa, se pone al descubierto para que se cumpla el control de la información, la pérdida de credibilidad y el paulatino desinterés social por la tragedia.
FABIOLA GARCÍA HERNÁNDEZ es profesora Investigadora de Tiempo Completo en la Universidad Autónoma Chapingo (UACh); licenciada en Ciencias de la Comunicación y Periodismo Colectivo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); concluyó también la licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública por la misma UNAM. Es maestra en Humanidades (Estudios Literarios) por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM). Estudiante del doctorado en Educación en Sociología Rural de la UACh. Líneas de investigación: literatura, educación y comunicación.