Escrito por 3:00 am Cultura, En Portada, Enrique Provencio, Medio Ambiente, Mundo, Política

La alerta ambiental medio siglo después

Hace medio siglo se declaró solemnemente que había llegado el momento de la historia en el que la humanidad debía reorientar sus actos y prevenir y atender las consecuencias del impacto ambiental sobre el planeta.

Escrito por:  Enrique Provencio D.

Fue entre el 5 y el 16 de junio de 1972 cuando se encontraron representantes de 113 naciones en Estocolmo para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. Si no fuera porque muchos de los acuerdos y recomendaciones de esa reunión todavía están vigentes, no se han realizado o siguen enfrentando resistencias, solo tendría un sentido testimonial hablar de esa cumbre de hace medio siglo.

Te invitamos a leer: El grave problema del agua

Por supuesto, la efeméride importa en sí misma porque es el antecedente pionero de la actual movilización global que está modificando nuestras visiones y estrategias para el desarrollo, y sobre todo porque abrió brecha para cambiar las concepciones culturales de las sociedades sobre su propio futuro, para modificar las prácticas productivas y otras de las causas de fondo del deterioro ecológico planetario. 

La Conferencia de Estocolmo aceleró y en la mayor parte del mundo detonó la formación de instituciones y la aprobación de cuerpos legislativos y normativos con los que se desplegó la primera generación de políticas ambientales. Dio paso también al esfuerzo multilateral y a negociaciones con las que se aprobaron acuerdos internacionales que en las siguientes décadas empezaron a lograr resultados concretos.

Las iniciativas para llegar a esa Conferencia habían empezado cinco años antes, desde 1968, y el empuje surgió tanto de las evidencias científicas como de las movilizaciones sociales y las surgencias culturales de los años sesenta. Sus resultados fueron aplicados con displicencia, no porque la cumbre hubiera sido mala, sino porque topó con múltiples resistencias e indisposiciones, hasta que veinte años después se adoptaron las convenciones y una nueva generación de políticas que hoy guían las principales acciones para enfrentar la crisis ambiental.

Hoy estamos pagando el costo de la inacción, o de la acción tardía, para modificar el rumbo del desarrollo. Hay varias lecciones de aquel primer encuentro global que resuenan en la actualidad y que no está de más recuperar, aquí y ahora. Una de ellas es básica: que la protección ambiental no es accesoria, secundaria, sino que resulta fundamental para el bienestar humano de las sociedades nacionales y del mundo.

La declaración de esa cumbre de hace medio siglo lo proclamó con fuerza: no se trata de renunciar a la prosperidad humana, sobre todo por la persistente pobreza. A las sociedades no es posible dejar de “ofrecerles la oportunidad de ennoblecer su existencia”, dice aquel texto fundador, pero los empeños del progreso no pueden ser indiferentes ante la degradación de los ecosistemas y por tanto la búsqueda del desarrollo debe serenar sus ánimos trabajando afanosa y sistemáticamente para un medio humano habitable.

El llamado era y es elocuente: la acción ambiental pública, la gubernamental, la social y la privada, debe tener la más alta de las prioridades y mantenerse en el tiempo. Deben fortalecerse sus medios de acción, cumplir con las responsabilidades y obligaciones que corresponden a la autoridad y a la sociedad, cuidar las instituciones y la institucionalidad para realizar las tareas de la protección del medio, ejercer las políticas afanosa y sistemáticamente, como asentó la declaración de hace cincuenta años.

Hay muchas otras resonancias que cinco décadas después deberían formar parte del saber convencional y sobre todo del quehacer gubernamental. Entre los 26 principios que se adoptaron el 16 de junio de 1972 hay uno, el 13º, que clama por enfoques integrados y coordinados en lo que ahora nombramos como políticas públicas, para atender simultáneamente tres frentes: el beneficio de la población, el medio ambiental y humano, y el propio desarrollo económico, hasta lograr que las tres dimensiones sean compatibles.

Eso es lo que después se llamó sustentabilidad del desarrollo, y que ha dado lugar a una gran reserva de conocimientos, instrumentos, instituciones, experiencias y compromisos que marcan una gran distancia con lo que medio siglo atrás podía parecer una simple proclama, pero que hoy dispone de medio y formas de realización… siempre y cuando nos hagamos cargo de que debemos llevar a cabo de forma integrada y coordinada los proyectos y programas, las políticas y estrategias de desarrollo, en lugar de decretar la suspensión de las obligaciones ambientales para acelerar las obras públicas declaradas de seguridad nacional y echar por la borda lo que tenemos aprendido para la protección de los ecosistemas.

Aquellos principios, el plan de acción y sus recomendaciones de hace medio siglo, pueden cuestionarse en muchos de sus puntos, sin duda, pero no está de más recordarlos para recuperar o volver al compromiso solemne que desde entonces se ha venido repitiendo de proteger el medio ambiental y humano, para constatar que aquella alerta inicial sigue más activa que nunca, y que las urgencias no hacen sino magnificarse ante las nuevas evidencias del daño ambiental.

(La documentación de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de junio de 1972 puede verse en: https://bit.ly/3NNwWbk  )

También podría interesarte: #gLOCAL2022, monitoreo y evaluación para la Agenda 2030

(Visited 1,077 times, 1 visits today)
Cerrar