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La balada del carnero y la Hidra de Lerna: Manto sangriento

Vivimos en un tiempo plagado de escritos, discursos y, especialmente, imágenes sobre la violencia. Bien sea en la televisión, internet, teléfonos inteligentes, películas o pantallas de video-, no podemos escapar representaciones ficticias o reales de la violencia; tanto es así que nos hemos vuelto insensibles e indiferentes ante nuevos reportes o representaciones de la violencia; otra bomba suicida, otro asesinato o rebelión violenta en algún rincón apartado del mundo, otra denuncia de violencia doméstica, otra película de acción o videojuego plagado de todo tipo de violencia. Los medios usualmente se regodean cuando de la nada aparece un desquiciado disparando indiscriminadamente en una escuela, universidad o teatro. Sin embargo, tras algunos días de reportajes continuos estos incidentes quedan relegados al olvido e incluso un acontecimiento de la trascendencia del 11 de septiembre no genera mayor reflexión sobre la violencia. Nuestra época podría muy bien llamarse la era de la violencia porque las representaciones reales o imaginarias de la violencia, que no pocas veces se difuminan y se confunden, son ineludibles, Y, sin embargo, este exceso de imágenes y discursos sobre la violencia embrutece y hasta inhibe el pensamiento, (Bernstein, 2015, pág. 28).

Jesús Vaca-Cortés[1]

El límite superior de la violencia parece estar bastante claro. Es decir, hay acuerdo en que la violencia es sinónimo de daño y este se observa a través de lesiones físicas, psicológicas, sexuales, financieras o una perversa combinación de todas ellas, (García-López, González y Dujo 1). La violencia ciertamente no es la solución, pero elimina las soluciones. Tanto Avicena como Hipócrates afirmaban que, cuando se diagnostica una enfermedad, es necesario tratar sus causas. Si es muy grave, sus síntomas: calmar la fiebre. En otros términos, los síntomas están en el nivel de la policía, pero las causas son más profundas, (Morin, 2004, pág. 64). Sabemos que algunas causas son evidentes y las respuestas son acabar con desigualdades escandalosas, conflictos armados, corrupción, impunidad. En esto, lamentablemente, la moral no es una solución, ni sus discursos, ni las arengas de los grandes sistemas religiosos del planeta han funcionado, al contrario, los crímenes causados por las amorosas religiones son considerables: si no hubiera tanto amor en esas religiones, tal vez habría menos odio a los desviados, los heréticos, los infieles, (Morin, pág. 74). El cristianismo, por ejemplo, como el resto de las religiones, busca ahondar en la bondad humana, pero su mensaje es ocasionalmente confuso: <<Jesús dijo: No he venido a traer la paz, sino la espada>> (Mt. 10, 34, en Urra, 1997, pág. 185).

El Estado, el estado de Derecho y su planificación geoeconómica, han dejado sin derechos a mucha gente; personas arrojadas hacia la marginación, a la calle o hacia fosas clandestinas y lejos está de tornarse en un proceso liberador que alcance a todos y no únicamente a los sujetos masculinos, blancos, adultos y propietarios (Rivera). 

La violencia se ha agudizado y el sufrimiento es inmenso. (Ortiz, 2002, pág. 3). Después de tanto tiempo la Hidra ha resurgido; rediviva comete toda clase de desaguisados. Fuerzas autóctonas y extranjeras tratan sin éxito de destruir al monstruo. Se le cortan cabezas a diestra y siniestra, pero éstas no cesan de reproducirse, no se han cauterizado. Más aún, parecen fortalecerse. En las páginas finales de “De otro modo que ser o más allá de la esencia”, Levinas sostiene que el verdadero problema para los occidentales no consiste tanto en rechazar la violencia, sino en preguntarse por una lucha que se aboque a evitar la institución de la violencia. (Bonilla, 2010, pág. 29).

La construcción de la humanidad en mí y en el otro solamente puede darse en un medio no-violento, negando la sumisión ante la violencia como determinación o necesidad, pues como seres humanos somos capaces de romper las leyes del determinismo y liberarnos de la fatalidad de las violencias. Sin embargo, como se ha escrito, las cifras alarmantes de violencia delictiva se rebasan mes con mes, año tras año y, al parecer, la escalada no tiene un fin en lo mediato. El ideal de un mundo fraterno es el que puede inspirar verdaderamente la erradicación de la violencia, sin que sea posible prever si será posible vivir un mundo de paz. (Aguilar Sahagún 17). Ni las políticas de la igualdad ni las de libertad son suficientes. Tampoco lo son las respuestas a la violencia sólo a partir de la indignación. Mucho menos las respuestas de la violencia con la violencia. Los motivos fundamentales son aún más profundos que la compasión o el sentido de injusticia. No nos sentiríamos indignados si el mal que nos mueve no nos remitiera a los vínculos más profundos que nos ligan con las víctimas.

A veces -quizá siempre- los gritos de las víctimas plantean preguntas sobre la responsabilidad de los que miran o escuchan. Sin embargo, ni el público ni los científicos sociales saben hasta dónde llega ese proceso de conversión. Conocemos el fenómeno de la empatía con la víctima, pero no sabemos por qué o cuándo se produce y , sobre todo, , cuánto tiempo se mantendrá en la conciencia. Sólo sabemos que ocurre, y que, en la medida en que ocurre, nos está permitido hablar de una dialéctica subterránea y potencialmente civilizadora en la cobertura, cada vez más extensa, que hacen los medios de la práctica totalidad de las formas que adopta la violencia, (Keane 149).

La violencia, como Hidra de Lerna, es un monstruo gigante de cabezas variables que representa la sombra humana, los males del pasado y del presente; se esconde en los niveles obscuros de la persona, en las cavernas de la mente (escribe Eva Monferrer[2]), prospera en sus abismos. Para vencerla Hércules hizo tres cosas; Primero darse cuenta de su existencia, nombrarla, conocerla; Segundo empleando la Paciencia para poder enfrentarla en el momento justo y en tercer lugar, vencerla desde la Humildad al reconocer sus propios defectos. Conocimiento, Paciencia, Humildad.


[1] Doctor en Filosofía y Ciencias Humanas; Maestro en Ciencias (Psicología Social); Especialista en: Psicología Forense y Jurídica; Victimología; Prevención del delito, Perfilador Criminal. Creador del Modelo Multifactorial para la Resolución de Delitos Recurrentes (MURDER) y del algoritmo para la investigación delictiva: O = [ D +  + I (f/d/t) + VF]. Contacto: jvc.vaca@gmail.com    www.jesusbvaca.wordpress.com

[2] www.elblogalternativo.com

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