Cultura

La belleza triste y el sueño de la locura

La belleza triste, esa especie de melancolía que somete a la persona en un sentimiento de tristeza profunda, en un caudal emocional que se transmite en sus obras artísticas.

Sigue a la autora, Mónica Muñoz, en Twitter: @MoniMunoz_Mx

Sobre Beatrice Offor

A finales del siglo XIX encontramos dos referentes muy interesantes, y ninguna de las dos venía de familias vinculadas al arte. Empezaremos por la artista Beatrice Offor que nació el 21 de marzo de 1864 en Kent, Inglaterra. Desde muy pequeña dibujaba y pintaba como una forma de entretenimiento. Posteriormente ingresó en la Escuela de Arte Slade de Londres en 1882, donde perfeccionó su técnica, y con el tiempo se instalaría junto con sus amigas en un estudio, en un barrio famoso por albergar artistas, conocidos como “fitzrovianos”. Beatrice se especializó en retratos que inclusive fueron presentados en la Real Academia de Arte de Londres.

Se casó con William Farran Littler, y tuvo dos hijos. Lamentablemente, ambos hijos murieron estando muy pequeños, y para colmo, al poco tiempo también lo hizo su esposo (¿pueden imaginarse la pena y el dolor de una madre al perder a sus hijos?). El contexto de la artista fue la estricta época victoriana.

En relación con esas duras vivencias, Beatrice se quedó completamente devastada y nunca logró superar la tristeza y la soledad. Sin embargo, ella continuó trabajando, recibiendo encargos, quizá buscando esperanza y paz a través del trabajo del arte. Sus pinturas se exhibieron regularmente en la Royal Academy of Arts.

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El Rosario. Beatrice Offor. Imagen tomada de internet con fines estrictamente académicos

La obra de la belleza triste

También pintó una copia de “La Virgen y el Niño” de Pietro Perugino para la iglesia parroquial de Tottenham. Al poco tiempo volvió a casarse, pero esta vez con J.P. Beavan; en esa época no era bien visto por la sociedad vivir soltera estando joven, por lo cual si surgía la oportunidad de casarse se debía intentar de nuevo.

Eso hizo, y la nueva pareja contó además con los tres hijos de Beavan. No obstante, pese a reconstruir su vida, la tristeza perduró, sufriendo constantes ataques de nervios, e intentos de suicidio en varias ocasiones, hasta que un día se tiró por la ventana de su habitación, falleciendo al día siguiente en el hospital Príncipe de Gales, un 8 de agosto de 1920.

Al contemplar los retratos que pintó Beatrice Offor apreciamos la belleza triste implícita; en ellos flota en cierto modo el estilo prerrafaelista de la época; se aprecian hermosos rostros de mujeres con ojos expresivos y con delicados cabellos. Pese a que gozó de fama y éxito, no logró mitigar esas profundas penas…

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Circe. Beatrice Offor. Imagen tomada de internet con fines estrictamente de divulgación académica.

La otra artista de la belleza triste: Camile Claudel

En la misma época, pero en Francia, entra en escena Camille Claudel, quien nació en Fère-en-Tardenois en 1864. A diferencia de Beatrice Offor, Camille vivió hasta los 79 años. Ella fue hija de un registrador de la propiedad y de una terrateniente. Desde pequeña destacó por su belleza y por su carácter; padeció de una cojera. Empezó a esculpir y modelar por su cuenta sin maestros de manera autodidacta hasta que llamó la atención del director de Bellas Artes por su hermoso trabajo.

Su padre, quien la consentía mucho y la trataba como su hija favorita, le “permitió” ir a estudiar escultura a París, pero para esto ordenó que la madre y sus hermanos fuesen con ella. Su mamá nunca estuvo de acuerdo ni con la escultura ni con el arte, pues hubiera deseado que su hija Camille se casara y fuera como el resto de las mujeres tradicionales. De hecho, su mamá se convertiría en su cruel verduga al abandonarla posteriormente y no querer saber jamás de ella.

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Jeune Fille à la gerbe. Camille Claudel. Imagen tomada de internet con fines estrictamente de divulgación académica.

El encuentro con Rodin

Muchas circunstancias impidieron que Camille floreciera, empezando por su familia y sus ideas conservadoras (salvo su papá que la defendió mientras vivió), el contexto y tipo de sociedad, pues todavía se consideraba que la escultura era un arte de hombres, un arte viril; no era bien visto para una mujer y podía resultar incluso humillante.

Hay que recordar que las mujeres tenían prohibido estudiar en la Escuela de Bellas Artes de París, y no fueron admitidas por primera vez en los talleres hasta 1900; en 1903 se les permitió participar nuevamente en concursos. Por otro lado, el famoso Rodin, amante y maestro de Claudel, no era libre, él siempre vivió con Rose Beuret , e inclusive tuvieron un hijo que el artista no reconoció.

En 1883 Camille conoció a Rodin; él tenía cuarenta y cuatro años y ella diecinueve. De ser su alumna pasó a convertirse en su amante. Obviamente, al enterarse de la relación, su mamá la corrió de casa y se ganó el aborrecimiento de la familia. Claudel era magistral en su quehacer artístico profesional, pero eso quedaría en segundo plano, pues lo curioso es que pasaría a la historia como la “amante de Rodin”.

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Influencias mutuas

Rodin influyó en ella, pero ella también en él. Como dice Rosa Montero en su libro “Nosotras. Historia de mujeres y algo más”: “Está claro que él influyó en ella, pero lo que no está suficientemente reconocido ni cuantificado es hasta qué punto ella influyó en él: probablemente mucho (la década que pasaron juntos fue la de mayor creatividad para Rodin). A veces produjeron al mismo tiempo esculturas prácticamente idénticas, como “Galatea”, de Rodin, y “Joven con hierba”, de Claudel, pero ¿quién copiaba a quién?” (Montero, 2018) ¡Claudel fue una genial escultora, esculpió la emoción pura!

La sombra de Rodin siempre estuvo presente en la artista. Esa relación se convirtió en amor y odio porque él recibía todos los reconocimientos, tenía encargos y fama. Tristemente Claudel acabó enloqueciendo, o eso se dijo en su momento. El diagnóstico fue de manía persecutoria y psicosis paranoica.

Camille siempre creyó que Rodin le robaba las ideas y que conspiraba para matarla. En 1915 su familia la recluyó en un siquiátrico y estando allí jamás la visitaron; al menos esa decisión tomó su madre y su hermana; su hermano sí lo hizo, pero muy pocas veces. Pasó treinta años encerrada y murió en 1943. Sus restos mortales se perdieron… o sea, ni siquiera tiene una tumba. En una ocasión casi al final de su vida le escribió a un amigo: “He caído en el abismo. Del sueño que fue mi vida, esto es la pesadilla”. La belleza triste una vez más presente.

Sakountala. Camille Claudel. Imagen tomada de internet con fines estrictamente de divulgación académica.

La tristeza en nuestros días

Sin duda esto nos hace pensar en el dolor de la pérdida, en esa tristeza que se agudiza hasta caer en la depresión; en las relaciones tóxicas y en la dificultad para manejar sus emociones; sobre las familias que apoyan o no a sus hijos porque los contextos son determinantes; en la vida como gozo, culpa o peso y carga existencial; en cómo se percibe el ser mujer hoy en día, o si aún se sigue considerando una desventaja; el que si una mujer artista gana igual o menos que un hombre y recibe los mismo reconocimientos; en la salud mental, en el reto de la mujer al enfrentar una vida sola y si cuenta con las mismas oportunidades, etc.

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De acuerdo con las estadísticas de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en el año 2018 hubo 6,808 personas que cometieron suicidio. Destaca que, de esa suma, en 4,921 casos el evento ocurrió en la casa de la persona fallecida (72.28%). También datos del INEGI entre 2009 y 2018 se han suicidado 59,859 personas; de éstas, 48,473 eran hombres (80.9%), y 11,386 eran mujeres (19.1%). ¿Y las madres que han perdido a sus hijos y que nadie les hace justicia?…

Frase clave: La belleza triste

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