En inglés los llamamos homeless y de ahí en español, torpemente, “sin techo”, pero los desposeídos que resguardan bajo los puentes del río Kamo sus yacijas con muros de cartón y plásticos azules —los mismos plásticos azules que a principios de abril se extienden sobre la hierba para sentarse a contemplar los cerezos— no carecen en rigor de casa ni de bienes, aunque sí de domicilio postal.
“La biblioteca”, por Aurelio Asiain

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