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La conferencia de las infamias

A Edmundo Jacobo, con todo mi respeto y aprecio

Hay frases hirientes que pueden ser ocasionales o hasta involuntarias, como dichas por descuido, pero hay discursos infamantes que forman un patrón de conducta. La conferencia de prensa del Presidente el pasado 3 de marzo fue un ejemplo de la reiteración de la infamia.

Escrito por:  Enrique Provencio D.

En esa conferencia de prensa se refirió a Edmundo Jacobo, Secretario Ejecutivo del IFE entre 2008 y 2014, y del INE de 2014 al 3 de febrero de 2023, a otros consejeros electorales y a José Woldenberg, con calificativos que no debería permitirse ya no la más alta autoridad del país sino cualquier funcionario, electo o no, de los más elevados niveles hasta la más pequeña comisaría municipal. Es más, que no debería permitirse nadie, porque las mentiras y los infundios ofenden, pero también degradan a quien los profiere. Y este es el caso, la figura presidencial ha quedado degradada una vez más.

La infamia es vileza o maldad, busca el descrédito y la deshonra de otros, es indigna, baja y torpe. Sobre todo, en este caso, es algo vil porque defrauda la confianza puesta en una persona. Y estas, que  no son solo frases del diccionario, quedan cortas al escuchar o al leer todos los insultos que se profirieron ese día. Los llamó corruptos, defraudadores, cretinos, cínicos, malhechores, engañadores, manipuladores, mafiosos, opacos …. además de conservadores y neoliberales, personas al servicio del poder económico y desinteresados en la promoción de la democracia.

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Estas y otras tantas bajezas habían sido dichas en incontables ocasiones más y se han proferido hasta el cansancio, con el objetivo explícito de repetir y repetir los dichos hasta darlos por ciertos. Pero no por reiteradas las vilezas dejan de serlo. Como en esa conferencia mañanera los vituperios estuvieron dedicados sobre todo a Edmundo Jacobo, debo decir que se trata de una de las personas más responsables, institucionales y comprometidas de la vida pública. No soy su amigo cercano, aunque lo aprecio y respeto desde que participábamos en el Partido Socialista Unificado de México y luego en el Partido Mexicano Socialista, pero no he dejado de seguir de cerca su desempeño como servidor público.

Endoso cada una de las frases con las que el Consejero Ciro Murayama se refirió este 3 de marzo a Edmundo Jacobo: “no se le conoce un arrebato, un desplante autoritario, una grosería, una salida de tono. Edmundo encarna la madurez del hombre de Estado, la serenidad del individuo seguro, la humildad del caballero íntegro, la amabilidad de la persona decente, el respeto a los trabajadores de una genuina convicción de izquierda. Los partidos políticos y sus representantes siempre han encontrado en Edmundo a un Secretario serio y atento, respetuoso y cordial, diligente e imparcial, escrupuloso en la aplicación de la ley. Por eso es más ominosa su destitución: por inmerecida, por gratuita, por abusiva”.

Edmundo Jacobo ha sido, por supuesto, honesto, transparente, profundamente demócrata, independiente, eficaz y eficiente, dedicado, y su perfil cubre, con creces, los rasgos que deben definir, por principios y directrices, al servidor público: apegado a la ley, recto en sus encargos, supeditado a los intereses colectivos sobre los individuales, sometido a la cultura del servicio, austero, promotor del cumplimiento de los derechos, guiado por la vocación del servicio, y así.

En otras palabras, Edmundo Jacobo y las demás personas a las que se refirió el Presidente en la conferencia, como lo son José Woldenberg, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, están en las antípodas de la vergonzosa caracterización que de ellos ha se ha hecho en las conferencias mañaneras. No sería necesario decirlo si la vida pública no se estuviera acostumbrando a dejar pasar los infundios, las mentiras deliberadas, como si fueran parte ya del paisaje cotidiano, pero como desgraciadamente esto es precisamente lo que está ocurriendo, y dado que promueven la violencia pública contra ellos, conviene decirlo, y también decirlo de forma reiterada. Los aludidos son no solo personas respetables y comprometidas con la democracia, son honestos y transparentes. No merecen que nadie se refiera a ellos de esa forma, y menos que lo haga el titular del Ejecutivo. Qué pena y qué decepción.

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