por Max Trejo
Intervención del Dr. Max Trejo Cervantes, Secretario General Adjunto Organización Iberoamericana de Juventud.
Seminario Regional sobre Estrategias para Favorecer la Integración y Reinserción de las Personas Migrantes
Vivimos un momento histórico, principalmente en lo que respecta a la situación de las y los jóvenes en Iberoamérica. Desde la OIJ, como organismo internacional público que representa a 21 países, contribuimos al posicionamiento de la juventud en la Agenda de Desarrollo Post-2015.
Este proceso lo hemos realizado en alianza y complicidad con las Agencias de Naciones Unidas, con el conocimiento y la colaboración de expertos en juventud, y con los organismos oficiales de juventud, en ánimo de contribuir a mejorar el posicionamiento de las políticas públicas, programas, proyectos e iniciativas de juventud en la Región.
En concreto, hemos trabajado los últimos años en la construcción de una Agenda de Desarrollo e Inversión Social en Juventud, una singular estrategia que nos permita invertir más y mejor en los jóvenes para darles su papel como actores estratégicos del desarrollo.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio dejaron de lado a los jóvenes; los ODM enfatizaron “parcialmente” a las juventudes, con la propuesta de alcanzar trabajo decente para todos, incluyendo mujeres y jóvenes como parte de la estrategia para lograr erradicar la pobreza extrema y el hambre.
Hoy queremos ir más allá, en la Agenda de Desarrollo Post-2015 deseamos que en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se amplíen mucho más esas metas. Para ello, desde la OIJ hemos trabajado en una Estrategia de Incidencia y acuerdos para que este proceso establezca metas transversales, y regionales, a favor de las personas jóvenes.
Pero, sobre todo, estamos haciendo hincapié para que los ODS contengan una batería de indicadores para evaluar la idoneidad, eficacia y eficiencia de la agenda de desarrollo y nos permita garantizar la aplicación de sus principios en la consecución de metas a favor de las juventudes. Para que esto ocurra, seguimos buscando alternativas y estamos trabajando junto a varias organizaciones.
Pero, para comprender todos estos esfuerzos globales en temas de juventud debemos conocer la situación de la que partimos, específicamente en nuestra región iberoamericana (América Latina, España y Portugal). Las personas jóvenes en Iberoamérica conforman aproximadamente el 25% de la población; son más de 158 millones de personas que no solo expresan un porcentaje o una cifra, sino que reflejan la diversidad de nuestra región.
No existe una sola juventud. Existen varias juventudes, y son desiguales. Esa realidad nos presenta el primer desafío cuando abordamos temas como el de la migración: el desafío de actuar a favor de la inclusión de todas estas juventudes que hoy reclaman su papel protagónico en este momento histórico.
Asimismo, para nosotros es fundamental redefinir el concepto de “joven” para acercarnos a sus realidades de una manera más acertada. Esto es muy importante porque, la forma en que diseñemos las políticas públicas que darán respuesta a sus necesidades y potencialidades depende de cómo entendamos a las juventudes, a partir del conocimiento de sus realidades y de sus percepciones.
Una paradoja
Los jóvenes viven una doble realidad, lo cual no deja de ser una paradoja: por un lado están los jóvenes con el potencial y las condiciones del entorno favorables para ser protagonistas de sus vidas y del desarrollo histórico de sus países, y por otro los jóvenes que deben luchar cada día por lograr cubrir sus necesidades básicas, obligados a apartarse de las grandes decisiones, de los procesos de participación y de los escenarios de cambio y transformación social.
Esta paradoja, esta doble cara de la moneda también está presente en los procesos migratorios. Podemos decir que en este sentido la migración puede verse como opción o como destino inevitable, y representa para muchos de los jóvenes iberoamericanos una alternativa de vida.
Causas de la migración juvenil
Estos desplazamientos de población juvenil responden a múltiples causas: por razones de estudio; por el deseo de ampliar horizontes y conocer de primera mano todo lo que nos llega vía digital, lo cual es una motivación fuerte para los jóvenes de hoy; por el interés de participar en procesos sociales que se gestan en otras latitudes, pero que responden a intereses vitales (como los jóvenes activistas); el amor o los afectos; o el convencimiento de que migrar es un derecho.
Sin embargo, no todas las personas jóvenes migrantes viven las mismas circunstancias ni gozan de las mismas posibilidades de desarrollar trayectorias migrantes integrales y plenas, muchos de quienes deciden migrar lo hacen obligados por la necesidad; huyen de la pobreza, de la exclusión o de la violencia, y es esta diversidad de motivaciones tradicionales, como son los motivos económicos, políticos o de seguridad, y otras novedosas que se adecuan a los tiempos que vivimos la que genera la diversidad de jóvenes migrantes.
La realidad nos dibuja un escenario lleno de desafíos y retos que las y los jóvenes migrantes deben afrontar: los retos personales y los retos sociales (del Estado y nuestras instituciones).
Entre los retos personales se encuentran la adaptación a un contexto social y cultural diferente; expresarse en un idioma diferente, o incluso en el mismo pero con sentidos distintos; integrarse en una nueva sociedad, hacer amigos, crear nuevas redes sociales; desempeñar trabajos para los que no están preparados, diferentes a su formación; trámites y burocracias para validar sus estudios y hacer valer su experiencia; y a todo esto se suma el proceso personal y emocional de dejar su familia y su capital social.
Los retos sociales se resumen en dos ideas fundamentales:
• Que el Estado genere las condiciones apropiadas para que el joven migrante pueda desarrollarse plenamente (programas de integración)
• Reconocer que en el lugar de destino el joven también es un actor político clave de transformación; es decir, también requiere de canales de participación para incidir en la agenda pública (programas de participación)
En la medida que asumamos estos retos podremos sacar provecho a los efectos positivos de la migración juvenil y superar los negativos, transformando la migración en una oportunidad vital para cada joven que migra, pero también para las sociedades que lo acogen.
Compromisos políticos
En el año 2006, los jefes de Estado y de gobierno se reunieron en la XVI Cumbre Iberoamericana en torno al tema de la migración y el desarrollo y ahí asumieron el llamado “Compromiso de Montevideo”, documento que recogió algunos principios básicos:
• La persona migrante debe estar en el centro de los programas o proyectos migratorios, respetando sus derechos humanos independientemente de la condición migratoria y cualquiera que sea su nacionalidad, origen étnico, género o edad
• Migrar no es un delito, por lo que los Estados no desarrollarán políticas orientadas a criminalizar al migrante
• La migración es un asunto transversal, íntimamente ligado al desarrollo y a los derechos humanos. El análisis debe ser integral y multidisciplinario, para abordar las causas y efectos de la migración, y el tratamiento al que hace referencia se define como activo y cooperativo
• Los Estados tienen el derecho a regular el ingreso y permanencia de los migrantes en su territorio, pero con la obligación de respeto al marco internacional de los Derechos Humanos, y ello con independencia de su condición migratoria, lo que incluye a los indocumentados
Desde la comunidad iberoamericana, y desde la OIJ, queremos transmitir este mensaje porque somos un espacio que apuesta por la convivencia y la integración, y actualmente estamos trabajando para que los jóvenes iberoamericanos tengan herramientas que faciliten su movilidad. Es importante tomar conciencia de esta realidad, pues esto bien puede facilitar los procesos de gobernabilidad democrática y la cohesión social.
En la medida que asumamos estos principios, reconozcamos los efectos positivos de la migración y, sobre todo, pongamos cara a cada una de las personas que toma la decisión de abandonar su país, por cualquiera que sea la causa, habremos contribuido a humanizar el fenómeno de la migración y, por supuesto, a devolver la dignidad al migrante.
Alcanzar estas condiciones requiere:
• Tener diagnósticos sobre la realidad de las juventudes migrantes
• Orientar las políticas públicas a este sector
• Destinar recursos para implementarlas
• Crear condiciones que permitan una percepción positiva de la sociedad con respecto al fenómeno de la migración
• Terminar con la estigmatización respecto a la migración para alcanzar la inclusión