Para enero de 2022 éramos 7 mil 910 millones de personas en el mundo, de las cuales un 67.1% -más de dos tercios- tiene un dispositivo móvil, 4 mil 950 millones son usuarios de internet, un 62.5% del total de la población mundial, y 4 mil 620 millones utilizan redes sociales. En México un 74% de la población navega por internet y 102.5 millones; un 78.3% usa las diversas plataformas de redes sociales. Del 2021 al 2022 hay 2.5 millones de usuarios nuevos.
Escrito por: Lizzy Santoyo Arrioja
Las redes sociales que más usamos las y los mexicanos son: WhatsApp usada por un 94.3%, Facebook por un 93.4%, Instagram por un 79.1% y TikTok por un 70.4%, por otro lado, éstas mismas redes sociales son las favoritas en México junto con Twitter.
No cabe duda de que la comunicación digital ocupa gran parte del tiempo y también de nuestra dinámica de interacción, con todas las bondades que esto puede traer como encontrar a alguien desaparecido, exigir justicia, lograr donativos que apoyan causas sociales, y muchas más, sin embargo, internet y las redes sociales son como un cuchillo; en manos adecuadas puede crear grandes y deliciosos platillos y en otras manos puede incluso quitar la vida.
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Tal vez parezca exagerado comparar una cadena de WhatsApp con un cuchillo, no obstante, al conocer los alcances sociales, emocionales y psicológicos que la desinformación y el mal uso de la comunicación digital puede tener, probablemente no parezca tan descabellado.
Para no tergiversar aclaremos conceptos necesarios para el propósito de este texto.
Se traduce como “Noticias Falsas”, aunque esta palabra se ha puesto de moda junto con las redes sociales, desde que existe la comunicación entre personas existen las noticias falsas, pues son en realidad chismes y rumores para obtener algún beneficio propio o para afectar a alguien más. En el siglo XX se le llamaba “propaganda”; muy usada por los gobiernos que igualmente acudían a la desinformación; a la difusión de forma planeada de una información falsa que se presenta como cierta. El objetivo ha sido que incluso los medios de comunicación considerados serios sean un conducto también de desinformación y que por tener credibilidad la gente no dude en aceptar lo que se le dice sin cuestionamiento alguno. Es así como desde las noticias de la guerra en Ucrania hasta los dimes y diretes presidenciales y de la oposición han sido parte de la desinformación. Medios serios tanto internacionales como nacionales han llegado a difundir imágenes o notas falsas, que se han dado por ciertas.
Como todo chisme; se corre el peligro de que se enjuicie y castigue a alguien por error, pues la comunidad digital se ha convertido en una Santa Inquisición 4.0 que con poca o ninguna evidencia emite un juicio según sea la tendencia de “la masa” -como se define en sociología a un agrupamiento social carente de organización-. Es una cultura “en línea” que no sabe distinguir entre la verdad y la mentira.
Cuatro personas fueron quemadas vivas en un linchamiento, pues la gente aseguraba que eran los robachicos que señalaba la cadena de WhatsApp y Facebook, tras investigaciones la Fiscalía señaló que se trataba de personas que no habían cometido delito alguno. El linchamiento digital es otro concepto que entra en el escenario. La Caza de Brujas moderna ha destruido reputaciones, familias, trabajos, salud y más, porque la gente usuaria cree algo que se difunde sin antes constatar que sea cierto.
Es aquella donde la opinión pública es definida más por emociones y creencias personales que por hechos objetivos. La gente no se mueve por la evidencia sino por lo que siente y cree, donde las emociones como las creencias no suelen ser filtradas por un pensamiento crítico donde se pueda buscar el sustento de lo que se afirma. Los políticos han sabido explotar la posverdad corrompiendo la integridad intelectual y apelando a las emociones de la gente y a sus creencias para llevarla a una acción que favorezcan al líder político en cuestión, la disconformidad y el resentimiento son elementos explotados en la posverdad. Una frase que ejemplifica esta actitud es “Mi opinión tiene más valor que los hechos”. Dos claros ejemplos fueron la retórica de Trump, así como El Brexit donde sus principales promotores explotaron los prejuicios que tenían las personas inglesas sobre la Unión Europea. Emociones sobre razones y hechos.
Teniendo estos conceptos en mente, así como las estadísticas de la gran cantidad de personas en México en redes sociales, podemos darnos cuenta de la dimensión del problema.
Luego de Turquía, México es uno de los países donde más se comparten noticias falsas, ¿por qué lo hacemos? Entre otras cosas que me gustaría explicar con detalle y lo haré en otra entrega, es por sesgo de confirmación, buscamos leer, ver y creer aquello que confirme lo que damos por verdadero o correcto según la perspectiva personal.
En el mundo hiperconectado en el que vivimos, las redes sociales han adquirido tal poder que los políticos las tienen como principal fuente para poner determinado tema en la opinión pública. Y aunque es un gran beneficio el haber descentralizado el poder y el dominio de lo que se dice -que anteriormente era privilegio absoluto del gobierno y los medios de comunicación- esta misma libertad ha sido un caldo de cultivo para la perversidad en la construcción de falsedades que se contagian como virus entre personas que las reciben sin ningún cuestionamiento.
En este orden de ideas, podemos comprender que la democracia se ve afectada; las noticias falsas, la posverdad y el linchamiento digital son herramientas de influencia que ven su retorno de inversión en los procesos electorales, así mismo también son de utilidad para acusar de ello a la prensa que le resulta incómoda a los políticos. Y al tener México una ciudadanía digital que se “traga” sin preguntar todo lo que lee en internet, es muy fácil sembrar la confusión, la duda y el enojo. Además de la democracia, el tejido social se lastima profundamente; una sociedad no puede sentirse unida donde hay temor, desconcierto, y que reacciona visceralmente.
El poder de destrucción del tejido social es alto y cada quien tiene su parte de responsabilidad, mientras no haya conciencia ni nos hagamos responsables de cotejar, verificar y cuestionarse si la cadena de WhatsApp o la publicación en redes sociales es verdad, seguiremos siendo víctimas de nuestra propia negligencia, pues los políticos, grupos de intereses, etc. seguirán explotando la posverdad, las noticias falsas y continuaremos con un enojo, malestar e impulsividad que nos impide dialogar y nos lleva al linchamiento digital.
Las noticias falsas, los linchamientos digitales y la posverdad comparten la mentira como cimiento; sobre ella ninguna sociedad puede ser sana. Si queremos un mejor país es necesario trabajar en nuestro pensamiento crítico. Seamos el cambio que queremos ver en el mundo.
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Frase clave: México y la desinformación.
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