Escrito por 12:00 am Especial, Medio Ambiente

La dimensión social de la ADAPTACIÓN

por Alejandro Mohar Ponce

Cintillo-junio

“Los desafíos del cambio ambiental global -el calentamiento climático y la pérdida de los ecosistemas naturales, la diversidad biológica que contienen y los servicios ambientales que nos brindan- exacerban los problemas nacionales como la pobreza y la desigualdad económica y social” José Sarukhán


De entre los temas ambientalesglobales y nacionales, el decambio climático es, sin duda,el que predomina en la discusiónpública. Sin embargo,la protección de la biodiversidad y de losservicios ambientales tiene implicacionesdirectas y urgentes en el bienestar de lapoblación y, sobre todo, en las condicionesde los grupos sociales más pobres y vulnerables.Es necesario aclarar las vinculacionesde ambos procesos, los cambios climáticosy la afectación a la diversidad biológica. Laadaptación basada en ecosistemas y en comunidadespuede ser el puente funcionaly orientación para políticas integradas queprocuren entornos más seguros.

En México, como en casi todos los países, la agenda de cambio climático comenzó con las iniciativas de investigación y de acuerdos en torno a acciones de mitigación; en contraste, la adaptación al cambio climático pasó al primer plano hasta años recientes y toma creciente fuerza. Entre las principales razones están:

• La creciente incidencia de eventos extremos y, en general, la intensificación de la variabilidad climática, que tienden a considerarse como expresión concreta del largo proceso de cambio climático.

• El impacto de estos fenómenos, en particular retrasos o reducción en lluvias, revelan con creciente contundencia los altos niveles de vulnerabilidad en los sistemas productivos, especialmente en las zonas de agricultura familiar.

• De la mayor relevancia: la constatación de que el desarrollo de capacidades de adaptación exige transitar hacia trayectorias de sustentabilidad, que derivan en beneficios sociales y económicos, a corto y largo plazo.

Esto último deja atrás la idea de que la adaptación está asociada a probables eventos de un futuro lejano.

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Hacia un puente entre cambio climático y biodiversidad

El país está comprometido con la Agenda 2030 de la ONU, que consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y 169 metas conexas de carácter integrado e indivisible, donde el Objetivo 13 en forma explícita marca la necesidad de articular la Agenda 2030 con la Convención Marco de Cambio Climático. Desde una perspectiva de adaptación, prácticamente los restantes 16 objetivos y sus metas convergen con la necesidad de que el país conforme y acuerde una efectiva estrategia nacional de adaptación.

Los ámbitos que demandan una efectiva adaptación están directamente relacionados con los objetivos sociales y ambientales, y en forma indirecta con los restantes.

Sin embargo, persiste una distorsión en la agenda internacional que influye en las políticas nacionales. Sintetizando al máximo, puede decirse que la emergencia en la agenda internacional del tema de cambio climático, y en especial la mitigación, ha sido de tal ímpetu que marginó el tema de la biodiversidad, de la preservación del capital natural.

En términos prácticos, el debate de cambio climático tiende a reducir al capital natural a su papel de reservorio de carbono, de aquí que sólo se prioriza que la pérdida y degradación de cobertura de vegetación son fuentes de emisiones. Baste notar, a manera de ejemplo emblemático, que la deforestación ha dejado de estar en la agenda nacional.

En contraste con esta distorsión, el tema de adaptación ha logrado posicionarse y avanza la concepción de que las medidas sustantivas de adaptación concretan el cómo orientar al país hacia trayectorias de sustentabilidad que garanticen la preservación de la biodiversidad y sus servicios ambientales, determinantes para el bienestar social.

Por esto mismo, la adaptación presenta un enorme potencial de convertirse en puente mayor y prioritario entre ambas Convenciones; en otras palabras: es la vía para conformar una agenda compartida, y así retomar un equilibrio en la agenda internacional y sus derivaciones en compromisos vinculantes de los países.

La dimensión social

Con fines de ilustrar el potencial de convergencia entre ambas Convenciones, se aborda una vertiente del mayor impacto social: la crónica tensión entre producción de alimentos y preservación del capital natural (biodiversidad). Una adecuada respuesta a esta tensión pasa por una transformación de los sistemas alimentarios, con un sólido enfoque de ecosistemas y sus servicios ambientalesI.

La premisa es que el capital natural y sus servicios ecosistémicos están profundamente inmersos en los sistemas alimentarios, lo cual implica poner en el primer plano las tendencias de deterioro del capital natural y sus imbricaciones con las potencialidades y vulnerabilidades de los sistemas alimentarios. La dimensión de este imperativo para México la sintetiza el Doctor José Sarukhán:

“…los desafíos del cambio ambiental global -el calentamiento climático y la pérdida de los ecosistemas naturales, la diversidad biológica que contienen y los servicios ambientales que nos brindan- exacerban los problemas nacionales como la pobreza y la desigualdad económica y social”I

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Así, la temática de la adaptación adquiere su verdadera dimensión, es decir, se trata de adaptarse al cambio ambiental global, que sin duda incluye al cambio climático. En esta dirección apunta la iniciativa denominada sustentabilidad alimentariaIII, orientada a las convergencias entre los temas mencionados.

Con esta visión la adaptación adquiere alcances mayores en términos de beneficios socialesIV; en esta dirección apuntan las dos principales vertientes de adaptación, que resultan ser complementarias:

Primer vertiente. La adaptación basada en ecosistemas busca un manejo de los servicios ecosistémicos y su resiliencia que garantice su continuidad y aumente la capacidad de adaptación de los grupos humanos ante el cambio global, disminuyendo sus impactos en los sistemas socio-ecológicos. Su prioridad: garantizar y preservar aquellos servicios ambientales que le permiten a la gente adaptarse, en especial y con urgencia, a la intensificación de la variabilidad climática. Cabe destacar el creciente respaldo a este enfoque/estrategia, en particular, la Convención de la Biodiversidad Biológica (CBD) en el año 2009 la incorpora a sus recomendaciones y define la adaptación basada en ecosistemas como: “es el uso de la biodiversidad (capital natural) y los servicios de los ecosistemas como parte central de una estrategia de conjunto para ayudar a las personas a adaptarse a los efectos adversos del cambio climático”.

Segunda vertiente. La adaptación basada en comunidades coloca su énfasis en el empoderamiento de las comunidades locales para reducir sus vulnerabilidades; se ha definido como “un proceso dirigido por la comunidad, basado en las prioridades necesidades, conocimientos y capacidades de las comunidades, y así empoderar a las personas para planificar y hacer frente a los impactos del cambio climático”.

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Esta aproximación a la adaptación, a sus alcances y sus vertientes no sólo se refiere ámbito de las comunidades rurales y su dimensión social no se acota a las necesidades más apremiantes. Un claro ejemplo es el de la Ciudad de México, que ha desarrollado un importante basamento jurídico y programático en materia de cambio climático, sin embargo, persiste un sesgo excesivo hacia la mitigación de emisiones. De hecho, al abordar la adaptación se pierde totalmente el enfoque de una ciudad inmersa en un ecosistema urbano (la Cuenca del Valle de México).

Así, se visualiza poco -y se valora menos- la relación funcional territorial entre los pozos en suelo urbano y las zonas de recarga del acuífero en el Suelo de ConservaciónV, y con ello la sobreexplotación del acuífero se diluye en un problema difuso, y sólo es necesario “administrar sus impactos”: degradación de la recarga, hundimientos en la Ciudad, inclusive procesos de contaminación.

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De esta forma no es de extrañar que la principal medida de adaptación al cambio climático esté ausente a pesar de que resulta un imperativo para la Ciudad el preservar su mayor fuente de agua.

En este contexto no aparece una clara política de adaptación basada en ecosistemas que atienda el desarrollo territorial del suelo de conservación como la única vía para preservar y mejorar el mayor servicio ambiental en el marco de una estrategia orientada a lograr un equilibrio en el balance hídrico de la cuenca. Así pasarían al primer plano temas de adaptación basada en ecosistemas, como son: recuperación de agua de lluvias y de escurrimientos, tratamiento de aguas y recarga artificial del acuífero.

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Todo lo anterior presupone una creciente participación de la ciudadanía que permita la conformación de un fondo de recursos, con aportes diferenciados en función de nivel de acceso al agua y de ingresos, o sea, medidas que expresan la vertiente ya mencionada de adaptación basada en comunidades.

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NOTAS Y REFERENCIAS:

I. El enfoque presenta una creciente aceptación gracias al esfuerzo científico internacional tanto del Millenium Ecosystem Assessment con su Modelo de Ecosistema Humano; como de la iniciativa Resillience Alliance por su énfasis en sistemas socio ecológicos y en capacidad adaptativa.Ver http://www. unep.org/maweb/es/Index.aspx, y http:// www.resalliance.org/.

II. Sarukhán, J., et al. 2012. Capital Natural de México: Acciones estratégicas para su valoración, preservación y recuperación. CONABIO, México.

III. Surge en el ámbito de los Centros Públicos de Investigación de CONACYT, y evoluciona en total consistencia con los derechos a la seguridad alimentaria y soberanía alimentaria; y los complementa, al apuntalar una vía de ensamble con las políticas públicas.

IV. En especial en las temáticas asociadas a sistemas alimentarios; ver los aportes de GECAFS (2010) Food security and global environmental change. Ingram, J.; P. Erickson y D. Leverman (eds.); Earthscan; 361 pp. En línea (18/10/2013): www.gecafs.org

V. Cabe recordar que la zona rural de la Ciudad de México comprende 87,297 ha (59% de su territorio), donde los poblados representan menos del 9 % de esta superficie.

Alejandro Mohar
Investigador Titular del Centro Público de Investigación en Geografía y Geomática, del Sistema de Centros CONACYT
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