La dolorosa desigualdad asfixia y mata a los más pobres

Este inicio de año, Oxfam volvió a publicar un informe sobre desigualdad que de nueva cuenta nos deja muy claro que se trata de uno de los problemas más graves que enfrenta la humanidad a nivel mundial y que la pandemia no hizo más que profundizarlo. La tragedia se sintetiza en una línea de texto, que engloba hambre, injusticia social y la precariedad en la que viven miles de millones de personas en el mundo: con el COVID-19, los diez hombres más ricos del planeta duplicaron su fortuna, mientras que los ingresos del 99% de la población mundial se deterioraron.

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“Las desigualdades matan” es el título del informe de Oxfam. Efectivamente, vivimos en una economía global en la que la excesiva concentración de la riqueza asfixia y mata a aquellos que viven en pobreza extrema. El mundo está fracturado, como señala Oxfam, y mientras las políticas económicas continúen favoreciendo a los más ricos y poderosos, la gran mayoría de la población mundial sobrevivirá, como hasta ahora, en condiciones cada vez más difíciles, en medio de la falta de oportunidades, el desempleo, la inequidad de género, la falta de acceso a servicios de sociales básicos y a un sistema de salud eficiente (en los países pobres, 5.6 millones de personas mueren al año por la falta de acceso a servicios de salud). En fin, en medio del hambre, la consecuencia más grave y dolorosa, la cual mata a 2.1 millones de personas cada año.

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De acuerdo con el informe, a nivel mundial, la desigualdad contribuye a la muerte de 21,300 personas al día y sus efectos en los ingresos han hecho más letal a la pandemia, prolongando sus daños. A causa de esta desigualdad, existen países donde la población más pobre tiene casi cuatro veces más probabilidad de morir en caso de infectarse que las personas más ricas. Vivimos una carrera contrarreloj que el mundo está perdiendo y que muestra una vez más la derrota moral de la humanidad frente a la desigualdad.

Además, la vacunación contra COVID-19 ha mostrado las grandes brechas de desigualdades entre los países, pues, mientras los más ricos avanzan en la inmunización de su población, solamente 14% de las vacunas que se prometieron a los países más pobres han llegado a estos.

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Oxfam lo define como un “vergonzoso apartheid de las vacunas” que ha afectado a los miles millones de personas más desfavorecidas y sentencia algo que a todas luces resulta aterrador: “las grandes farmacéuticas deciden quién vive y quién muere”.

¿Qué ha beneficiado el enriquecimiento de los milmillonarios? Según el reporte de Oxfam, esta acumulación excesiva de riqueza es consecuencia del incremento desmedido en los precios de los mercados de valores, así como del auge de entidades no reguladas, del poder monopolíco y la privatización. Además, a nivel sistémico, las decisiones políticas y legislativas continúan favoreciendo el enriquecimiento de los más afortunados, lo que el informe considera una forma de violencia económica.

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El mundo necesita modelos económicos que garanticen mayor igualdad y permitan construir un mundo más justo. Se requiere “una transformación ambiciosa de las reglas que rigen la economía” para redistribuir los ingresos y el poder, como apunta Oxfam. Algo queda muy claro: lo que falta no es el dinero, al contrario, vivimos en un mundo con abundancia; lo que realmente necesitan los países y los sistemas económicos es la voluntad, impulsada por un sentido profundo de humanidad y empatía, para combatir las desigualdades y revertir el enorme poder y la indignante acumulación de riqueza de unos cuantos, muy pocos, ganados a costa del bienestar y la vida de millones de personas en el mundo.

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Alexandro Méndez es doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac del Norte y profesor de asignatura en maestría de la Universidad Tecnológica de México y la Universidad Autónoma de Durango.