México atraviesa por una severa crisis climática, de la cual, la sequía de estos meses es sólo una de sus consecuencias más visibles. A ello, deben agregarse los inaceptables niveles de contaminación de los cuerpos de agua en el país, lo cual nos sitúa en el peor de los escenarios: disponemos de muy pocas cantidades de agua, y la que tenemos está tremendamente contaminada. estamos ante una auténtica emergencia social del agua.
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En efecto, los datos de la Comisión Nacional del Agua no dejan lugar a dudas: 31% de los cuerpos de agua del país están en “amarillo” en el “semáforo de riesgo” de que dispone el organismo; en esas lagunas, ríos, lagos y arroyos, se ha detectado una fuerte presencia de la bacteria E-Coli y también de particular Coliformes fecales; peor aún, el 38.5% de los cuerpos superficiales de agua del país se encuentra en color rojo, con una presencia creciente de partículas dañinas como los enterococos.
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Y es que la crisis del agua y su contaminación no se registra sólo en los cuerpos superficiales. De acuerdo con la propia CONAGUA, en el 2019 sólo el 76.1% de los 1,292 sitios que conforman la red subterránea en el país presentaron el cumplimiento mínimo aceptable respecto de la presencia de arsénico. Esto quiere decir literalmente que hay comunidades enteras de México que están consumiendo veneno para el organismo humano.
Frente a lo anterior, si de algo carece la propuesta de política social de la presente administración, es de un enfoque integral de sustentabilidad, pues de poco servirá -en el mejor de los escenarios-, que se lograra reducir los niveles de pobreza por ingreso, si mantenemos el mismo curso y estilo de desarrollo, el cual se sustenta, en buena medida, en la explotación intensiva de los recursos naturales y en actividades que dejan una profunda huella ecológica.
Lo anterior es relevante porque revertir los efectos del cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, el agotamiento del agua y la desertización de los suelos, requiere de enfoques sistémicos. Tal como lo han señalado reiteradamente José Sarukhán y Julia Carabias, México requiere diseñar una nueva política de Estado que permita intervenir de manera integral.
El diagnóstico ya está hecho: nuestro país construyó un modelo de análisis que es pionero en el mundo y que nos da una perfecta claridad respecto del capital natural de México. Muestra que la visión idílica del “cuerno de la abundancia” no es más que parte de una narrativa que ya no tiene cabida; y que es urgente evitar que las especies sigan extinguiéndose y que la superficie arbolada y forestal del país no continúe degradándose. Y para ello se requiere de mucho más que de una estrategia como Sembrando Vida, cuyos resultados distan mucho de ser exitosos, de acuerdo con las evaluaciones que se han hecho por el CONEVAL.
Necesitamos de una nueva estrategia de desarrollo urbano y territorial, que permita revertir el terrible daño que se le ha hecho a los suelos; que permita paliar el agotamiento de reservas territoriales en las principales zonas territoriales del país, y que nos lleve a un tránsito acelerado que permita pensar a las ciudades desde una perspectiva literal de construcción de civilidad, que convierta a los espacios urbanos en territorios habitables y que garanticen el cumplimiento de los derechos sociales de las personas.
Se habla en distintas regiones de un “huachicol” del agua: pozos perforados en ranchos y propiedades privadas sin el permiso adecuado; tomas de agua clandestina en ríos, lagunas y lagos; cientos de empresas siguen arrojando aguas contaminadas a ríos, lagos, lagunas y océano, sin que haya una autoridad capaz de darle prioridad a estos temas; y, lo más: sin siquiera promover un debate científico-técnico que le permita al país avanzar en la materia.
México no podrá pensarse como una nación de bienestar si una de cada tres viviendas sigue sin tener agua entubada en su construcción; si continuamos perdiendo selva y bosque cada año; y si no trazamos un compromiso serio con la agenda del medio ambiente. Pero esto no puede proyectarse más hacia el futuro: la crisis ya está aquí; y la atendemos, o condenaremos a millones a la pobreza, la migración forzada, y al país entero a una crisis social con más conflictos; y más desigualdades.
Investigador del PUED-UNAM
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