A punto de concluir la Cumbre Glasgow, México sigue evadiendo tanto su responsabilidad global como el compromiso nacional con la transición climático. La representación oficial a la 26ª Conferencia de las Partes de la Convención habló de temas distintos a los que están en juego, y al mismo tiempo se daba a conocer un programa nacional de cambio climático que se queda corto frente lo que necesitamos hacer por conveniencia propia enfrentar las amenazas que ya tenemos.
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Como se ha vuelto costumbre en foros nacionales e internacionales, el programa Sembrando Vida (SV) se presenta como la solución para todo mal ambiental. En la carta del presidente López Obrador a Biden del 26 de octubre pasado, una vez más se acudió a tal programa para decir que mitigará casi 18 millones toneladas anuales de bióxido de carbono, y la Secretaria de Medio Ambiente ocupó la mayor parte de su intervención en Glasgow para hablar de lo mismo y pregonar que se trata del mayor esfuerzo mundial de reforestación.
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A fuerza de repetir la misma historia muchos ya creen que SV es la solución de la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, además de la panacea contra la migración centroamericana a Estados Unidos. Los números son lo de menos, al parecer. El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) dio a concer el 5 de noviembre una nota técnica sobre el potencial del programa de marras para reducir dichas emisiones, bajo algunos supuestos que es muy importante tomar en cuenta https://bit.ly/3n8M3Sm
Lo que en esencia difundió el INECC es que, bajo diversas condiciones, SV puede tener una captación de carbono de entre 3.5 y 18 toneladas anuales. Es una minucia numérica, si se quiere, pero cuando se dice que dejarán de emitirse casi 18 millones de toneladas anuales, se está usando el rango superior y por tanto magnificando el dato. Está claro que pedir un uso adecuado de la información en el ejercicio de la comunicación política es poco menos que una excentricidad, pero lo cierto es que el dicho presidencial, una vez más, no se ajusta ni atiende siquiera los datos oficiales.
Además, deben verse los supuestos. Uno de ellos es que todo SV se aplica en tierras abandonadas, y que, por tanto, no hay desmonte para plantar árboles o para cultivar, y otros tienen que ver con distintos requisitos, entre ellos una tasa de sobrevivencia del 40 al 70 por ciento de los árboles plantados, lo cual está por verse. Aún más, la nota del INECC dice que el potencial acumulado a 2030 es de 21.09 millones de toneladas, y recuerda que la cobertura vegetal existente capta 193 millones de toneladas de dióxido de carbono por año. En otras palabras, el aporte de SV a la mitigación de emisiones es muy bajo, y si se considera el efecto neto, podría ser insignificante.
Como los datos no importan en el discurso oficial, se sigue insistiendo en que se trata de toda una innovación y así se presenta ante el mundo, sin recordar que los compromisos comunicados en seguimiento del Acuerdo de París están sujetos a transparencia y a verificación, así que el desliz quedará al descubierto sin remedio.
Mientras tanto, el 8 de noviembre por fin se publicó el Programa Especial de Cambio Climático (PECC), que por sus retrasos, corresponde al trienio 2021-2024. El nuevo PECC contiene un diagnóstico ya rebasado, no considera adecuadamente los compromisos nacionales comunicados en seguimiento del Acuerdo de París, elude las aspiraciones a la neutralidad de carbono a largo plazo, tiene graves problemas metodológicos y carece de metas precisas en varios de sus objetivos. Da la impresión de que se publicó para salir al paso, y deja un hueco en lo que debería ser una de las más altas prioridades nacionales.
Una de las metas que el PECC sí tiene es sorprendente, pues plantea que a 2024 la superficie de bosques, selvas y manglares se reducirá en 1,318,810 hectáreas en comparación con 2018, es decir, en casi 220,000 hectáreas por año. Esa pérdida sería mayor a lo que se espera plantar con Sembrando Vida, pero además significaría la deforestación de una cobertura vegetal más valiosa que los frutales o los árboles maderables que tanto se festejan en el discurso y se presumen sea en Glasgow o en Washington.
Así que por un lado se eluden compromisos firmes con la transición climática, la mitigación de emisiones, las energías renovables y el paso a una economía neutral en carbono, y por otro se presentan soluciones aparentes que no resisten el menor análisis y que no se soportan ni en los datos ni en las estimaciones oficiales. Hay una evasión del compromiso climático… y una evasión de la realidad.
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