Las elecciones sacan lo peor de la gente. Hambriados de poder, políticos mexicanos que quieren tu voto el 6 de junio han cambiado de partido como les conviene. Nuestra política está llena de saltamontes y chapulines nada discretos que se rifan a abandonar a un partido por otro como si cambiaran de calzón. Esa es la grilla de los saltamontes.
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El saltamontes es una especie dentro de la fauna política. Estos elementos especiales de la sociedad se caracterizan por cambiarse de un partido a otro sin escrúpulos, y gran parte de su población endémica busca elegirse para un puesto público este año.
Los chapulines políticos de hoy esperan que haya drama cultural cada vez que se cambian del PT a Morena.
Pero las propuestas y las acusaciones que hacen son puro ruido de grillos, porque nadie se los toma en serio, y el ruido es fuerte e insistente y todo chirriado pero de puros grillos al final.
La mayoría de los saltamontes cambian de partido porque son oportunistas y buscan cualquier forma de llegar al poder (Subespecie Langostus-ambicionus).
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Varios ejemplos notables
Así por ejemplo el legendario (este año candidato a diputado del PT) Gerardo Fernández Noroña (amante de la atención, siente la gloria de tener un hijo cada vez que lo mencionan en las ocho columnas), que fue miembro fundador del PRD, hizo un cochinero ahí y se peleó con todos antes de acabar en el P del trabajo, que lo deja postularse pa lo que caiga.
A Jorge Hank Rhon, el millonetas que quiere ser Batman-gobernador de Baja California, lo rechazaron en el PRI, la alianza esa de Satanás, el Partido de Baja California y hasta en Redes Sociales Progresistas. Lo batearon tantas veces que terminó en el PES.
De los seis candidatos a gobernador en Sonora, solo dos no han estado afiliados al PRI (un men y esta María del Rosario Robles Robles Robles Robles). El morenista Alfonso Durazo le ha hecho el mandado como a ocho partidos diferentes.
Esto solo puede pasar en un sistema en el que se percibe que el único camino al poder son los partidos políticos.
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Los mismos de siempre
Y los mismos candidatos de siempre piden tu voto cada año agitando una bandera diferente. Como no representan convicciones o ideales, se vale saltar de un partido a otro a ver cuál ofrece la mejor chance de llegar a tus impuestos.
También hay chapulinazos (Grillius Debilis Niandertalis) que se van de los partidos hegemónicos a partidos nuevos todos piñata como si esto fuera a validarlos.
Gente como José Luis Romero Calzada (candidato a gobernador de San Luis Potosí que se pasó del PRI a Redes sociales progresistas) y Cristóbal Arias Solís (ex perredista que ahora ama al Fuerza por México) son los grillos en un charco peleándole para sobrevivir, obsesionados con mantener el registro.
En la grilla andan igual individuos (los Herbivus lokus) que dan bandazos ideológicos parecidos a los cambios de carril de Lindsey Lohan en el freeway los sábados en la noche.
Javier Castañeda Pomposo, aspirante a diputado en Baja California, estuvo veinte años en el PAN y en 2018 pasó a Morena. En teoría el PAN y Morena son estrictos opuestos ideológicos.
Lorena Cuéllar, candidata a gobernadora de Tlaxcala, es de las estuvo en el viejo orden (PRI) luego en los nuevos comunistas (PRD) y terminó con los fascistas más recientes (Morena).
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Todo se vale
Juegan el juego de la política de hoy: se vale saltarse de un partido a otro aunque sean partidos completamente opuestos para asegurarse un ratito de vivir del erario.
Otra raza de saltamontes muy común hoy es la de los que han dedicado su carrera política a seguir al mesías tropical (Lambisconis Gryllidae).
Adictos a AMLO, personas como Porfirio Muñoz Ledo (que también está armando una broncota) fueron viejos priistas, después ayudaron a fundar el honorable PRD en 1989 (se siente como 1589) y ahora están tostados por el sol de lo morenos. Igual Rubén Rocha Moya (quiere ser gobernador de Sinaloa, es viejo socialista según él) y un sinfín de diputados y senadores como el Pablito Gómez.
También tenemos a los chapulines (los Caelifera Desperatis) que no han cambiado de partido pero que convocaron alianzas ridículas para la campaña.
Anabel Ávalos Zempoalteca, candidata a gobernadora en Tlaxcala, juntó al Partido Socialista con el PAN. Se te vaya a aparecer la Anabel Ávalos vuelta muñeca diabólica de noche con sus poderes de la alianza maldita. Marco Bonilla Mendoza, que quiere ser presidente municipal en Chihuahua, alió a lo que se suponía que era la izquierda (PRD) con la derecha (PAN).
El cuento de nunca acabar
Y la neta es que esta lista podría seguir para siempre. Todas son manifestaciones de cómo se entiende aquí el poder.
Unos creen que el poder es algo a lo que hay que aspirar insistentemente y sin escrúpulos, otros creen que vale la pena pasar la vida sobreviviendo sin chances de ganar, contentos de solo estar en el show. Y están los que piensan que un portavoz de la verdad (el papá del Chocoflan), un milagrero, va a venir a solucionar todos nuestros problemas.
Nuestra política está basada en el culto a la personalidad, la ambición desenfrenada, el conformismo y la corrupción.
Pero aunque estos candidatos indecisos crean que sus dilemas pseudo morales nos preocupan a todos, la realidad es que, en la vida diaria, no afectan básicamente nada. Sus propuestas y peleas y discursos, su grilla incansable, no son más que puro ruido mudo.
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