¿Qué es una leyenda? Es una narración popular que cuenta un hecho real o fabuloso adornado con elementos fantásticos o maravillosos del folclore, que en su origen se transmite de forma oral. Doña María Ignacia Rodríguez de Velasco, conocida simplemente como la Güera Rodríguez, es todo un personaje fascinante. De esos personajes que hasta la fecha sigue despertando curiosidad y desplegando la fantasía feminista. Su historia se redescubre y se escribe con más auge a lo largo de los siglos XX y XXI. Personaje que siempre despertó en lo personal curiosidad e interés por conocer más de ella para analizarla y no quedarme solo con lo que la leyenda cuenta. También, muy interesante el cómo describen características del personaje lo que en nuestro contexto se entiende como “güera”, que hace referencia a esa expresión propia del español mexicano que describe cabellos rubios y piel blanca.
Sigue a la autora Mónica Muñoz en Twitter: @Monimunoz_mx
La Güera Rodríguez (1778- 1850) nace en la Ciudad de México. Fue hija del matrimonio formado por Antonio Rodríguez de Velasco, y María Ignacia Osorio Barba y Bello Pereyra (criollos). También tuvo una hermana llamada María Josefa Rodríguez de Velasco.
A la Güera se le relaciona en la historia como una mujer alegre, simpática, y seductora, que figuró en la sociedad colonial mexicana y que brindó su apoyo a la Independencia de México; justo eso es lo fascinante de leer de ella, pues se sabe que cautivó a Simón Bolívar, Alexander von Humboldt y Agustín de Iturbide, y que ayudó al movimiento independentista. Inclusive algunos autores llegaron a escribir que sin ella no se hubiera consumado la Independencia, y que era también una mujer muy liberal para su época y de cierta ligereza, otros tantos le dieron más carga a eso de su adicción al sexo. ¿Pero qué tanto de todo lo que se ha escrito de ella es verdad?
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Por supuesto, literatura sobre ella o que habla de ella hay mucha y muy sustanciosa. Entre ella podríamos rescatar “Life in México” (1843), el relato de Fanny Calderón de la Barca, quien fue la esposa del ministro español en nuestro país, en 1840 y 1841, quien se hizo buena amiga, y cuyo libro apareció publicado en español en 1920. Allí ya cuenta que Humboldt había expresado que la Güera Rodríguez era la mujer más bella que jamás había visto. (Fisher, 1970).
Al igual está otro libro escrito por Artemio de Valle-Arizpe que hace de ella una magnifica descripción de una mujer brillante en la historia de México. Y poco a poco, como bien recalca la catedrática Silvia Arrom: la Güera pasa de tener un papel secundario en el movimiento independentista pasa a ser una de sus principales protagonistas. Y ya en pleno siglo XX tampoco hubo una sola estatua, calle o escuela con su nombre, permanecía en ese silencio del reconocimiento oficial que ha tocado a tantas heroínas. En cambio, en 2010, los carteles anunciaban la comedia y la ópera de La Güera Rodríguez estaban por toda la ciudad de México. ¡Ahora sí se le reconocía!
De hecho, El Museo de la Mujer que se inaugura en 2011, ubicaría a la Güera Rodríguez como una de las cuatro mujeres en la sala que conmemora Las Mujeres Insurgentes, junto a ella la acompañan las memorias de Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Mariana Rodríguez del Toro de Lazarín, y Gertrudis Bocanegra. Lo interesante es que La Gúera ha sido sujeto de tantos mitos que es muy difícil desenredar a la mujer de la leyenda.
Hay tanta ficción de lo que se cuenta de ella, y la han narrado desde diversos puntos de vista y obviamente bajo ideas de esas épocas correspondientes. No existían las fotografías por supuesto, y los retratos de la época hechos en pintura tendían a la idealización, así que sólo nos quedan narraciones sobre su belleza, como un dato súper interesante es que se dice que la imagen de la Dolorosa situada a la derecha del altar mayor de la iglesia de La Profesa, esculpida por el reconocido artista Manuel Tolsá, está basada en su imagen.
La Güera, fue una mujer rica y venía de una familia ilustre en la que su padre fue regidor. En 1792, cuando ella contaba con quince años, se casó con el militar José Jerónimo López de Peralta de Villar y Villamil y Primo. De su unión nacieron seis hijos, de los cuales uno murió en la infancia, y todo se acabó en 1802. Un matrimonio tormentoso. Se cuenta con datos registrados sobre una denuncia que puso la Güera sobre el intento de asesinato por parte de su marido acusándola de adulterio con un francés, intentó dispararle, fue un impacto de bala fallido. En esa época en México no existía aun la idea del divorcio absoluto. José Jerónimo la volvió a acusar de cometer adulterio, esta vez con tres curas distinguidos, entre ellos su compadre, el sacerdote ilustre José Mariano Beristáin.
Tenía dieciséis años cuando conoció a la interesante polímata (geógrafo, astrónomo, humanista, naturalista) y explorador prusiano Alexander Von Humboldt, con quien tuvo una fuerte amistad y a la que se le atribuye una relación sentimental entre ambos, pero sin haber pruebas de la misma. Un año más tarde conoce a Simón Bolívar, vinculándola al igual, en una fuerte relación como amantes y que según esto se conocieron en un viaje en el buque San Ildefonso que iba hacia España, haciendo escala en México.
De este modo, la abundante información en los registros públicos, así como las crónicas contemporáneas iluminan muchos aspectos de su vida. Nos muestran una mujer de alta sociedad convencional, y también una esposa maltratada. Justamente, aquí es cuando se dan los primeros rumores de los adulterios de la Güera. No obstante, el marido nunca pudo probar nada, y la evidencia más bien sugiere que ella fue una esposa sufrida y maltratada. De hecho, algunos parientes, amigos de Villamil apoyarán a la esposa, afirmando que más bien ella era la víctima inocente del fiero y violento carácter del marido. Hubo quien atestiguó haberla encontrado en alguna ocasión ensangrentada por las golpizas que él le daba.
Después de cuatro meses Villamil desistió en su demanda. Posteriormente, en algún momento la pareja se reunió y procrean a su última hija que nace el 12 de junio de 1805; el capitán muere un poco antes finiquitando por fin el matrimonio.
Viuda a los 27 años y con cinco hijos, el corazón de la Güera volvió a consolarse, más después de las deudas que le dejó su primer marido. Era sumamente atractiva y tenía pretendientes. Por lo que en 1807 contrajo segundas nupcias con Mariano Briones, un anciano de gran riqueza, quien murió seis meses después de la boda “por enfriamiento y destape de cobijas” y con el que tuvo un hijo. En esta ocasión la Güera heredó una gran fortuna. Sin embargo, pese a que le quedó una cuantiosa herencia, también esto se ve afectado por la guerra de independencia, perdiendo algunas propiedades.
No obstante, educó a sus hijas e hijo en los mejores colegios de la Nueva España. Allí se nos presenta la imagen de la Güera como trepadora social y como madre devota y católica piadosa. Dos de sus hijas mueren y vivió el dolor de una madre al perder a sus hijos. Ella misma recae y enferma al parecer de síntomas de tuberculosis.
El 28 de octubre de 1809 denunció un complot de los “europeos” para envenenar al virrey. Se determinó como acusaciones falsas y la consecuencia fue el destierro de la Cd. De México. Entre 1810 y 1814 a la Güera se le vinculó con la participación en el movimiento independentista. Pero no queda claro. Lo que no se sabe, es si esa contribución por parte de la Güera expresaba sincero apoyo a la insurgencia, o si sólo lo hacía para proteger sus propiedades que estaban bajo el poder de los rebeldes. No se sabe si lo hizo por que de verdad a ella le nació, o si se vio obligada. Desde luego fue muy discreta esta participación. Ella también fue muy amiga de adversarios al movimiento de independencia como el canónigo Beristáin (que por cierto casó a dos de sus hijas), y de Agustín de Iturbide.
Se sabe poco de sus posteriores años de vida. En 1825 se casó con Manuel Elizalde, un hombre diez años menor que ella, con quien vivió hasta su muerte. En su testamento de 1850 la Güera elogia la “religiosidad y suma honradez” de su marido. Tan así que, como dato interesante, tras la muerte de la Güera Rodríguez, Elizalde se dedicó al sacerdocio. La Güera fue inquieta siempre y siguió activa, por ejemplo, durante la guerra con Estados Unidos se unió a otras 13 señoras (entre ellas su hija Antonia) para formar un grupo que apoyara a los hospitales que atendían a los soldados heridos, y organizó un concierto de beneficio el 26 de diciembre de 1846.
Es muy posible que en sus últimos años la Güera haya quedado inválida, pues su certificado de defunción, fechado el 1° de noviembre de 1850, la califica de “paralítica”. Fue enterrada en la iglesia de San Francisco de la ciudad de México, en la misma calle donde pasó la mayor parte de sus 71 años. (Arrom, 2021)
La Güera fue una mujer silenciada por la historia. Pese a que hubo calendarios, publicaciones y ceremonias que alabaron a las mujeres patriotas, ella no era mencionada. Guillermo Prieto en 1906 en su libro Memorias de mis tiempos la trajo de vuelta otorgándole el calificativo de la “venus mexicana”. Con el tiempo la aparición de investigaciones históricas, y el estudio de documentos y registros la rescatan del olvido. Eso es lo interesante el ver cómo ha ido redescubriéndose más y más detalles sobre su vida y el dinamismo del mito entre ficción, romanticismo y realidad que flota sobre este maravilloso personaje.
Sin embargo, lo que más genera emoción y nos gusta es el romanticismo que desprende el personaje, la emocionalidad del personaje… que si fue rebelde, encantadora, que rompió reglas, que vivió amores… O quizá la verdad es que simplemente hizo y vivió como lo haría una mujer de sus características en la época que le tocó vivir.
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