En el libro “Las armas de agosto” Bárbara Tuchman maneja una interesante reflexión, parecía que todos los actores involucrados en la Primera Guerra Mundial no tuvieron otra opción más que iniciar el conflicto, cual títeres del destino, sin capacidad de decisión y acción. Simples piezas de ajedrez en un tablero no puesto por ellos.
Escribe Andrea Samaniego Sánchez
Esta es, por supuesto, una explicación sencilla a un drama humano, sería incluso una justificación de las acciones de unos que, decidieron por la vida muchos más. ¿Cuántas familias no fueron destrozadas por un acto bélico de esa magnitud? Combatientes y no combatientes fueron forzados al desplazamiento, unos para luchar por sus creencias, otros, para sobrevivir la incertidumbre y muerte.
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En un clima de guerra total, como el que se vivió durante la Segunda Guerra Mundial, donde no hubo descanso ni territorio que no fuera teatro de operaciones, los costos no podrían cuantificarse, más allá de los daños materiales que no fueron menores, ¿cuánto vale la vida de cada uno de los que vivió ese suceso?
Parecería que después de todo los dirigentes de los Estados no han aprendido, así como en 1914 acusaban que las acciones previas los orillaron a iniciar la Primera Guerra Mundial, así ahora, Rusia y Ucrania se enfrascan desde el día 23 en una guerra, los primeros indican que no tuvieron otra opción y que durante años buscaron el diálogo y acercamiento diplomático; los segundos reclaman que son soberanos y que la intromisión rusa es inadmisible.
Sea cual sea el desenlace de esta acción, la primera en su tipo en suelo europeo desde 1945, lo cierto es que ahora ya se contabilizan muertos, muertos de ambos bandos, desplazados por los miles y una crisis humanitaria en ciernes.
Los horrores de la guerra son inenarrables, los abusos cometidos durante momentos de incertidumbre aumentan, el miedo, el pánico, el tener que moverte de tu lugar de origen o residencia porque puede ser blanco de ataque, es algo que no esperamos vivir y, sin embargo, hay en estos momentos personas que lo están experimentando.
Las imágenes de personas cargando lo que pueden, sus bienes preciados, sus seres amados, durmiendo en el metro, el destrozo que ocasionan los disparos, las escenas de muertos, evocan al lejano 1945, y nos estremecen, a nosotros que estamos tan lejos, y sin embargo, las sentimos tan cerca, pues la guerra de hoy pudiera ser algo que nos toque vivir.
Entre más días pasen sin una solución, el conflicto crecerá en dimensión, y cada vez será más difícil su solución. Esperemos pronto se abran los canales de diálogo y puedan reestablecerse las vías diplomáticas. Por todos, por la humanidad.
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Es triste lo poco que logramos aprender de historia. Los horrores que se vivieron durante la primera y segunda guerra mundial se repiten con más violencia y como siempre las víctimas siempre son o somos la población en general. Ahora con mayor difusión a través de medios de comunicación las imágenes que se transmiten son devastadoras. Ojalá el diálogo y la diplomacia permitan la estabilidad y la paz que la humanidad necesita.