Escrito por 12:00 am Agendas locales, Especial

La herencia de la corrupción

por Roberto Vélez Grajales

Al cuestionarse sobre las causas de la baja movilidad social en China, David Dollar propuso tres razones principales, una de ellas la creciente corrupción


Al cuestionarse sobre las causas de la baja movilidad social en China, David Dollar propuso tres razones principales, una de ellas la creciente corrupción. Su argumento era simple: si no hay reglas claras y las condiciones de competencia no son equitativas, resulta más probable que las familias de élite perpetúen de generación en generación su condición de ventaja

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El mismo argumento puede trasladarse al caso mexicano, en el que la corrupción es un mal crónico que nos aqueja de manera permanente y la persistencia en la condición de origen entre los más ricos, pero también entre los más pobres, es muy alta. En ese sentido, la construcción de un Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) efectivo resulta clave para acercarnos más a una situación donde la competencia, que no la herencia, determine el logro de vida de los mexicanos.

De acuerdo con Vito Tanzi, la manera más común de definir a la corrupción es como “el abuso del poder público para el beneficio privado” (1998, p. 564). Pranab Bardhan, en su revisión sobre el problema de la corrupción y el desarrollo, enmarca la definición anterior en un problema de agente-principal, donde el funcionario público o “agente” incurre en acciones que le generan un beneficio privado, las cuales son difíciles de observar por parte de los ciudadanos, en este caso el “principal” (1997, p. 1321)

Si nos centramos en el estado de las cosas en materia de corrupción en México, la figura 1 muestra una constante en la percepción negativa de los ciudadanos (el principal) durante los últimos 20 años.

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En lo que toca a la relación que guardan la corrupción y la movilidad social, cabe mencionar que resulta complicado encontrar estudios en la materia. Es más, en el trabajo de Bardhan mencionado anteriormente el autor llama la atención sobre la aparente falta de interés en los efectos distributivos de la corrupción. Afortunadamente, alguna evidencia existe. Por ejemplo, los resultados de Gupta, Davoodi y Alonso-Terme (2002) apuntan a que una mayor corrupción incrementa la desigualdad de ingreso, y aunque la desigualdad y la movilidad social no son lo mismo, sí sabemos que guardan una relación negativa: mayor desigualdad de ingreso va acompañada de una menor movilidad entre generaciones (Brunori, Ferreira y Peragine, 2013; Corak, 2013; Staley y Yalonetzky, 2016). En ese sentido, y bajo el supuesto de que la tasa de movilidad social se ve afectada negativamente por la acumulación de las desigualdades de origen y a lo largo de la vida de las personas, se podría esperar que a mayor corrupción las opciones de movilidad social resulten más reducidas.

En la siguiente figura se grafica la relación entre estas dos dimensiones de un grupo de países para los que hay información disponible. El índice de percepción de la corrupción (eje horizontal) se refiere al publicado para el año 2015 por Transparencia Internacional. Por otro lado, a excepción del dato para México, que es tomado de un estudio de Irvin Rojas Valdés publicado en el año 2012, las demás elasticidades intergeneracionales del ingreso (eje vertical) se toman del trabajo de Brunori, Ferreira y Peragine anteriormente citado. En particular, la elasticidad intergeneracional del ingreso se refiere al grado de asociación entre los ingresos de padres e hijos, por lo tanto, que dicha asociación sea mayor implica menor movilidad social. En cuanto a la relación observada, y como era de esperarse, menores niveles de corrupción van acompañados de una relación menor entre ingresos (mayor movilidad).

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Por supuesto, la explicación sobre los canales de comunicación entre corrupción y movilidad social todavía está lejos de obtenerse. Se puede conjeturar sobre la misma, pero la analogía sobre “hacer fila” comúnmente utilizada en la literatura sobre corrupción, aunque limitada e incompleta, resulta esclarecedora y cercana a la discusión sobre movilidad social: los que cuentan con poder económico y político tienen una ventaja sobre los que no, pueden pagar o mover influencias para brincarse lugares en la fila y adelantar su turno. Un mundo que funciona así, sin embargo, acarrea costos. Desde el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) hemos sostenido que la movilidad social se debe promover por razones de justicia social, crecimiento y cohesión social; sin embargo, la corrupción como barrera a la movilidad social refuerza la idea de un país donde el mérito y el esfuerzo no son suficientes para lograr cosas en la vida, con efectos negativos que van desde el desaprovechamiento de recursos humanos y su efecto en menores tasas de crecimiento económico, hasta situaciones donde los ciudadanos no comparten objetivos comunes y el tejido y la solidaridad social se resquebrajan.

En noviembre del año 2015 un grupo de personalidades y organizaciones, entre las que se encontraba el CEEY, hicieron un llamado para que las leyes secundarias del SNA se aprobaran en tiempo y forma, es decir, no más allá de mayo de 2016. El denominado Manifiesto sobre el Sistema Nacional Anticorrupción planteaba que la reforma constitucional de mayo de 2015 en materia de corrupción “abrió la puerta para comenzar a atajar ese fenómeno que ha dañado nuestra democracia, que ha lastrado nuestra economía y ha profundizado la desigualdad social, que ha incrementado la violencia y que ha minado la confianza en las instituciones”. Hoy, después de una larga negociación que ha estado marcada por algo que los firmantes del manifiesto pedían evitar a toda costa, la “puesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción… no debe afrontarse de manera fragmentaria, ni someterse a los humores de la negociación política en cada una de las piezas legislativas que deben promulgarse”, seguimos atentos para que una demanda creciente de la población mexicana, que no sólo percibe a la corrupción sino que vive efectos de la misma como lo es la baja movilidad social, sea plenamente atendida.

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NOTAS Y REFERENCIAS:

I.http://www.brookings.edu/blogs/social-mobility-memos/posts/2013/12/20-will-china-become-land-of-opportunity-dollar

II. http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=882334

III.http://siteresources.worldbank.org/INTEASTASIAPACIFIC/Resources/226262-1253782457445/6449316-1261623644460/corruption-and-development.pdf

IV. http://pria-academy.org/pdf/ISA/m2/m2-1-Corruption-IncomeIneq-Pov.pdf

V. http://ftp.iza.org/dp7155.pdf

VI. http://ftp.iza.org/dp7520.pdf

VII. https://www.transparency.org/cpi2015#results-table

VIII. https://www.amazon.com/dp/B00DD5CSLI/ref=rdr_kindle_ext_tmb

 IX. http://rendiciondecuentas.org.mx/wp-content/uploads/2015/11/MANIFIESTO-SNA-160915-1.pdf

Roberto Vélez
Director de Movilidad Social y Bienestar Socioeconómico del CEEY. Economista con estudios doctorales en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Sus áreas de investigación se concentran en movilidad social, desarrollo humano e historia antropométrica. Twitter: @robertovelezg

El texto del posicionamiento se puede encontrar en la columna de Enrique Cárdenas publicada en El Universal el 15 de abril de 2016: http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/enrique-cardenas-sanchez/nacion/2016/04/15/movilidad-social-por-un  

Se han realizado dos levantamientos nacionales de movilidad social: Encuesta ESRU de Movilidad Social en México 2006 y 2011 (EMOVI-2006 y 2011). Derivado de lo anterior se han generado más de 40 artículos de investigación, así como diversas tesis de licenciatura, maestría y doctorado a través del programa de becas de movilidad social del CEEY.

Para una explicación sobre la curva del Gran Gatsby, así como su instrumentación, vale la pena revisar el texto de Miles Corak disponible aquí: http://ftp.iza.org/dp7520.pdf

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