Esta es la sexta de ocho partes que componen al ensayo “La balada del carnero y la hidra de lerna. Toca en esta parte el análisis de la moralidad y la violencia.
El carácter estructural de las violencias, que la propia Ley reconoce, exige una respuesta integral y en esa dirección deben encaminarse los pasos futuros.
Jesús Vaca-Cortés[1]
Desde un modo kantiano, podemos decir que nuestra interna disposición moral, cuando es confrontada y probada en el orden social, tiende a estar determinada por las categorías jurídicas, éticas y políticas del Imperio.
La moralidad externa de cada ser humano y ciudadano es ahora mesurable sólo en el marco del Imperio… nuestras ideas y prácticas de justicia y nuestros medios de esperanza son cuestionados. Los medios de aprehensión de los valores, privados e individuales son disueltos: con la aparición del Imperio ya no confrontamos con las mediaciones locales de lo universal, sino, directamente con un universo concreto. La domesticidad de los valores, los escudos detrás de los cuales presentaban su sustancia moral, los límites que protegían contra la exterioridad invasora- todo eso desaparece. Todos estamos obligados a confrontar preguntas absolutas y alternativas radicales. En el Imperio, ética, moralidad y justicia son moldeadas en nuevas dimensiones (Hart & Negri, 2000, pág. 15).
Las circunstancias propias de la delincuencia y de la violencia visible obligan a los mandos supremos a emplear la fuerza armada permanente en misiones que originalmente corresponderían a las instituciones de seguridad pública, las cuales constitucionalmente corresponden al poder o fuerza civil y que por variables y explicaciones diversas hoy se han convertido en materia de seguridad nacional. Cristian Castaño Contreras (2015, pág. 10) expresa que: “Esto ha significado el ordenar la intervención de las instituciones armadas en materia de competencia civil, lo cual obliga necesariamente a la profunda reflexión e indispensable deliberación sobre los límites y alcances que debe tener la intervención de la Fuerzas Armadas en dichas misiones”.
Filósofos y científicos pueden colaborar, aportar hasta el límite de su saber y de su patrimonio científico diagnósticos que busquen la raíz de los males que aquejan a las personas, aportar teorías, posibles soluciones, contribuir con la movilización y promoción de conductas prosociales que sacudan las conciencias, el sistema legal y social a través de la no-violencia, solidaridad, reivindicación de la dignidad humana, justicia, compasión, altruismo, dignidad, fraternidad, estandartes de una verdadera política revolucionaria antiviolencia, que lleven a cada quien a considerar de qué maneras operan en él o ella las semillas del mal.
Quien opta por ser un animal político en una sociedad de prójimos tiene la dura responsabilidad de hacer creíble que siempre será posible seguir creyendo en el hombre, aun cuando deba advertir su insuficiencia radical para ser, por sí mismo, plenamente humano. Estos sentimientos no suplen, sino que exigen un tipo de racionalidad adecuada, (Aguilar Sahagún 19). Sólo es posible vivir y apoyar nuestra propia fragilidad y proclividad al mal sin desesperar, como eco de un triunfo lejano, pero definitivo.
Para el filósofo mexicano Guillermo Hurtado, la suerte está echada, afirma que la colectividad mexicana ha perdido el sentido de su existencia, que está desintegrada, desorientada y desalentada, con un vacío de ideas, de valores, de proyectos de aspiraciones, el sentimiento es de fracaso y la actitud de renuncia, el tejido social está desgarrado por la frustración y la violencia. La gente sospecha del vecino, se recluye en círculos pequeños o, en el peor de los casos, dentro de sí misma.
Y por ello es por lo que un nuevo sentido debe retomar el mejor legado de los viejos sentidos, responsabilizarnos, del presente y del futuro, cada cual hacer su parte para salir adelante, crear armonía, no-violencia, cohesión desde la unidad habitacional, desde el blog, la fábrica, las escuelas, la oficina, el barrio para generar organizaciones democráticas, independientes y constructivas que sienten las bases de una nueva concordia. No serán los tribunales, los legisladores ni sus leyes quienes mejorarán el ahora caótico entorno mexicano bañado de brutalidad, mezquindad y corrupción. Sólo las y los ciudadanos construiremos un mejor país, basados en consensuados principios y valores pertinentes para obtener a mediano o largo plazo la visión requerida, una nueva democracia construida paso a paso, día tras día.
Para ello, el Doctor Hurtado propone, antes que un pesimismo hueco o el optimismo infundado, algo que nombra meliorismo (del latín melior = mejor). Y arguye:
“El meliorismo que defiendo no es un optimismo ciego, sino que parte de un análisis crítico de la realidad para luego formular de manera colectiva un ideal. Los mexicanos tenemos que hacer un estudio honesto de nuestra situación para detectar aquellos elementos en los que podemos apoyarnos para mejorar. Pero nada de esto servirá si no cambiamos nuestra actitud. Para salir de la crisis debemos tener fe en nosotros mismos, por mal que nos encontremos; fe en nuestros valores e ideales, por oscuro que sea el horizonte; fe en nuestra capacidad para transformar nuestras vidas para bien, por débiles que sean nuestras fuerzas. En este momento aciago para México no pueden paralizarnos ni el miedo, ni las dudas, ni el desconsuelo. Estamos obligados a creer y a actuar.”, (Hurtado 1-3).
Científicos y filósofos, filósofos y científicos podemos, objetivamente, inclinarnos benévolos hacia el homo complex, auxiliarle en momentos de agobio. Pero, también, apartarnos de él y hacer que aparezca visible un abismo insoldable que se abre entre su bienaventuranza y sus padecimientos. Con determinantes valores como la compasión, la solidaridad, el involucramiento democrático, la transparencia y el compromiso, los monitos desnudos serán Prometeo, coronados desde el Olimpo, transformando cadenas en diadema; la violencia diluirá entre la aldea líquida y globalizada. Pero falta tiempo, maduración, retomar la historia, porque una cosa es cierta, el olvido no detiene la violencia.
Me aproximo; veo una matanza, diez mil hombres asesinados, los muertos amontonados, los moribundos pisoteados por los caballos, por doquier la imagen de la muerte y la agonía. ¡Es el fruto de vuestras pacíficas instituciones! De lo más hondo de mi corazón surgen piedad e indignación. Ah, filósofo, ven y léenos tu libro en el campo de batalla. JEAN-JAQUES ROUSSEAU. L´Etat de guerre (ca. 1752).
[1] Doctor en Filosofía y Ciencias Humanas; Maestro en Ciencias (Psicología Social); Especialista en: Psicología Forense y Jurídica; Victimología; Prevención del delito, Perfilador Criminal. Creador del Modelo Multifactorial para la Resolución de Delitos Recurrentes (MURDER) y del algoritmo para la investigación delictiva: O = [ D + + I (f/d/t) + VF]. Contacto: jvc.vaca@gmail.com www.jesusbvaca.wordpress.com
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