La actividad filosófica, intelectual y científica ha sido históricamente una vocación de élite. El cultivo del pensamiento abstracto es propio de eruditos. Al ser una actividad necesariamente minoritaria, despierta sentimientos encontrados en el resto de la población, pues con frecuencia se cuestiona si los productos del pensamiento académico tienen aplicación en la solución de los problemas cotidianos de la sociedad mayor. Es una incomprensión casi natural que parte de la ignorancia acerca de las funciones sociales que atienden esas minorías doctas, a las que se vincula con la ociosidad, la improductividad y los privilegios.
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Así ha sucedido desde tiempos clásicos, cuando los ricos y poderosos financiaban el ocio creativo de filósofos, artistas y demás sabios, que ornamentaban sus cortes, pero raramente contribuían a la ampliación de su riqueza o poder. Así lo vivió Platón con el rey de Siracusa, Dionisio, a quien quiso convertir en su ideal del rey filósofo, sabio y prudente. El rey utilizó a Platón para ampliar su prestigio y luego lo vendió en el mercado de esclavos, donde fue rescatado-comprado por un antiguo colega ilustrado.
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En México y en buena parte del mundo, los poderosos suelen desconocer el valor del pensamiento complejo. La política real atiende a sentimientos e impulsos inconscientes, no a políticas públicas diseñadas con base en el conocimiento científico. Los conceptos ideales de gobierno se vuelcan en planes y programas formales, que desbordan técnica y datos precisos, pero pocas veces son aplicados, ajustados y evaluados. El poderoso mexicano confía más en sus instintos que en estas abstracciones de tecnólogos, a los que además se vincula con paradigmas desprestigiados como el “neoliberalismo” —whatever that means.
Hoy día, se cree que la buena política es la que se refleja en programas de transferencia líquida de recursos a los sectores sociales vulnerables —el pueblo— sin padrones, sin criterios técnicos, sin reglas de operación ni mucho menos la evaluación de su efectividad. Lo que importa es consolidar la fidelidad de una clientela electoral, que garantice la permanencia en el poder, como recomendaría Maquiavelo, otro intelectual.
Ante esta concepción clientelar de la política no sorprenden los embates contra los centros de creación, preservación y difusión de la sabiduría colectiva: las universidades y los centros de investigación. No se acepta la naturaleza minoritaria del saber de largo aliento, y se pretende “democratizar” su acceso; así, por ejemplo, se presiona a esas casas de estudio para que acepten a cualquier demandante de educación superior. Un objetivo hermosamente utópico, como el socialismo de Charles Fourier, pero irreal y demagógico.
La ciencia debe adjetivarse, o no será, afirma el poderoso. Hay que construir la ciencia para el pueblo, dicen sus acólitos. El conocimiento superior debe ser tomado por asalto, para que deje de ser un baluarte de los fifís privilegiados de la academia “hamburguesa”. Hermoso ideal, muy platónico, pero carente de asideros en la realidad objetiva: la ciencia es para todos, pero no todos son para la ciencia.
Nuestro país seguirá condenado a la intrascendencia en el campo de la generación de conocimiento científico y tecnológico de frontera. Se reducen los recursos, se condicionan los pocos fondos restantes, se extermina el Foro Científico y Tecnológico, y se extingue la revista Ciencia y Desarrollo, que tantos de nosotros, los que nos formamos con becas del estado neoliberal, leíamos con fruición desde 1984.
Oscuras amenazas se ciernen sobre la sabiduría. La situación de hoy me recuerda al rector Miguel de Unamuno, quien se enfrentó con las armas del pensamiento al poder violento del radicalismo palurdo, desde la tribuna venerable de la Universidad de Salamanca.
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(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. riondal@gmail.com – @riondal – FB.com/riondal – https://luismiguelrionda.academia.edu/ – https://rionda.blogspot.com/
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Ver comentarios
Muy acertado artículo y explicación muy buena sobre la triste y desesperanzadora realidad.
A los editores de la revista México Social y al Dr. Luis Miguel Rionda...
Cuando habla de política clientelar y adjetivos burgueses, póngale nombre y cargo, ¿o acaso tiene miedo de que los lectores recriminen su poca empatía y nula conciencia de clase, en comparación con el actual Presidente de México?
En una cosa estoy en total acuerdo con la premisa de este artículo de opinión, en nuestro país la ciencia no es para todos, ni tampoco lo es la formación educativa universitaria, lo cuál es una herida social y deuda con el pueblo, planteada como un derecho pero muchas veces se queda en discurso o sobre el papel, en su mayoría es elitista y alejada de la realidad, no da soluciones prácticas que den orientación y sirvan a la población, sólo se preocupa de tener grados pomposos, estudios en el extranjero y publicaciones sin calidad pero a cantidad, sin importar lo arcaicas y desfasadas que éstas sean.
Ese es el asunto y por eso, aquellas descalificaciones han tenido tanto eco en la percepción de la población, los investigadores se recluyen en la academia escuchando su sinsentido y hacen oídos sordos a los problemas de la gente de a pie.
Entiendo que la revista sea un espacio plural y abierto, para todas las voces, pero me decepciona que no se molesten en publicar más que opiniones personales, para eso platico con cualquier persona y no leo una revista en temáticas sociales, pensaba en renovar mi suscripción me alegro mucho haber leído esto hoy para no hacerlo.
Agradecemos su comentario. Sin embargo, México Social no tiene suscripciones desde hace más de 5 años. Si alguien le está cobrando por acceder a nuestro sitio le está estafando.
Estoy de acuerdo con este artículo, la ciencia no es para todos
Actualmente nuestra sociedad es azotada por una oleada masiva de ignorancia, he de destacar; que materias tan fundamentales como la historia, ciencias sociales incluso filosofía.
Se han visto muy fuera del interés común, el mexicano promedio se interesa más por su fútbol, cervezas,novelas y con quien van a ir al motel el viernes.
Una realidad conformista que el gobierno aprovecha, generalmente el pueblo culpa de todo al sistema gubernamental que les rige en su momento; sin embargo la sociedad(regularmente la cantidad de ciudadanos que critican) no aportan nada útil al país. Los eruditos no de equivocan al ser "elitistas" como alguno@s dicen, ya que una titulacion requiere de esfuerzo,sacrificio y conocimiento.
Los que yo llamaría, "Pilares del saber", aunque soy una persona que se interesa por su país,sere honesto y me gustaría tener relación laboral a futuro, en el ámbito gubernamental.
Ya que consideró que las leyes si se llevan a cabo, pero en una sociedad burda y pedestre, me temo que no se alcanza a ver para el entendimiento de todos; una vez más, un artículo magnífico.