por Jacqueline Butcher García-Colín
El nivel de desarrollo de una sociedad se mide a partir de las actividades de sus miembros en diferentes ámbitos. ¿Cómo participan los integrantes de la sociedad civil y cuáles son las formas que utiliza para ello? ¿Cómo es que percibimos su presencia? ¿Cuál es el papel que desempeña para que se avance o no en este desarrollo?
Estudiosos en la materia desde Tocqueville hasta nuestros días nos recuerdan la importancia de que la ciudadanía busque asociarse para lograr una mejoría social o un “bien común” para todos. El intelectual francés mencionaba en sus escritos que una democracia se forjaba alrededor de la participación social: “…si los hombres que viven en países democráticos no tuviesen derechos y ninguna inclinación de asociarse para propósitos políticos, su independencia estaría en gran riesgo… sin embargo, si ellos nunca adquirieran el hábito de formar asociaciones en la vida ordinaria, la civilización entera estaría en riesgo… en países democráticos, la ciencia del asociacionismo es la madre de las ciencias; el progreso de todo lo demás depende del progreso que ésta haya adquirido (I)”.
El arte de asociación y la acción voluntaria están fuertemente ligados con la preservación de las democracias, como una forma de gobierno elegido por el pueblo y controlado por los ciudadanos. Hace dos siglos, Tocqueville insistía en que el arte de asociarse era lo que podría mantener a los ciudadanos libres y fuera del autoritarismo poderoso, aunque fuese de un gobierno benevolente. Aun respetando y reconociendo el poder de las asociaciones empresariales y políticas que podían alcanzar grandes logros, su atención fue mayormente puesta en las que llamaba las asociaciones morales e intelectuales, en donde el corazón se amplía y se permite que los individuos comprendan su mutua influencia.
Lo que se ha observado en la modernidad es que existe una fuerza contundente y específica en los países que tienen sociedades participativas. Cuando la sociedad civil es capaz de organizarse para bien, los logros suelen ser impresionantes, ya que el simple hecho de asociarse con otros, generalmente alrededor de una causa, permite el libre flujo de las ideas además de su comparación y análisis. Así, los cambios producidos provienen de la reflexión grupal y la participación activa de los individuos, los cuales, en la búsqueda de metas que beneficien a la comunidad, muchas veces logran cambios reales y positivos más allá de la intervención de los gobiernos. Esto refleja una fuerza intrínseca de las sociedades que debe de tomarse en cuenta para lograr cambios sociales significativos desde las aportaciones de sus miembros. A manera de reflexión, aquí nos sirven las palabras de la antropóloga norteamericana Margaret Meade a quien se le atribuye la frase “nunca dudes de que un pequeño grupo de individuos cambie el mundo, en realidad, son los únicos que lo han logrado”.
Los grupos sociales, al asociarse bajo diversos formatos, reciben distintas connotaciones según la perspectiva académica que se elija: instituciones sin fines de lucro (ISFL) (II), sociedad civil organizada, organizaciones de la sociedad civil (OSC) y también se refiere a ellos, en términos económicos, como el Tercer Sector, es decir, son : “las formas en que actúan y se coordinan los grupos sociales emergentes que no dependen del Estado o el mercado para funcionar (III)”. Estos grupos se han convertido en agentes indispensables en la gestión de bienes colectivos y son los que se conforman a partir de un sinnúmero de intereses de individuos que de manera no lucrativa buscan asociarse para fijar sus propios rumbos. Por dar algunos ejemplos, unos se asocian para hacer una agrupación de abogados y a éstos los podemos designar como de auto beneficio, otros, por razones políticas o religiosas, forman sus propias organizaciones y otros más se asocian para dar servicio a terceros, como en un hospital o en un orfanato.
Dada la importancia, el impacto de este sector y su avance, en México existe una cuenta satélite (CSISFLM (IV)) de reciente elaboración, una serie 2008-2010 elaborada por INEGI (V), que considera y refleja el tamaño y el peso del Tercer Sector y las instituciones sin fines de lucro relacionado al PIB del país. Entre los años 2008 y 2010, el crecimiento de este sector fue mayor al crecimiento de la economía nacional pasando de 238, 276 millones de pesos a 287,255 millones de pesos.
El PIB de las organizaciones no lucrativas respecto al PIB total nacional fue en 2008: el 2.01%, en el 2009, el 2.36% y 2.30% en el 2010. Para 2010, de ese total de 2.30%, el 1.53% lo generan los organismos públicos que son ISFL y el 0.77 del PIB nacional corresponde al accionar de la sociedad civil organizada de forma no lucrativa.
En el contexto internacional, el PIB del total de las ISFL mexicanas es comparable con la riqueza económica producida por algunos países latinoamericanos. Para establecer el contexto, es casi tres veces mayor que el PIB de Bahamas y mayor en 19.3% al PIB de Paraguay y 13.5% más que el de Bolivia.
Un aspecto importante en la formación de OSC y organizaciones civiles la constituye el trabajo voluntario de los individuos que las conforman y las inician. Por trabajo voluntario entendemos aquel que no se realiza bajo la lógica de la obtención de beneficios económicos y en el que se compromete tiempo y energía en beneficio de otros. “Es la persona que por elección propia y sin recibir remuneración aporta tiempo a una actividad que va más allá del ámbito familiar en el servicio a los demás para el beneficio de terceros y la sociedad en su conjunto (VI)”.
El trabajo voluntario ha sido poco valorado al no ser conocido en su completa dimensión. En 2011, Naciones Unidas presentó un reporte mundial sobre estas labores en donde se recalca que además del trabajo de los voluntarios que colaboran dentro de organizaciones civiles formales existe una enorme masa crítica no contabilizada de personas que a diario hacen algo por sus semejantes de manera voluntaria y solidaria sin necesariamente estar dentro de estas estructuras organizativas sociales. En este reporte se defiende la tesis de los valores inherentes al voluntariado, lo cuales dotan a este de consecuencias de amplio alcance para el desarrollo humano, en donde se incluyen factores como la solidaridad, la inclusión social, el empoderamiento y el bienestar individual y social. Por ello, se señala que la actividad voluntaria debe de ocupar para el futuro un lugar central en el discurso sobre desarrollo y la paz a escala mundial, regional y nacional.
El reporte asevera: “Asimismo, se observan cada vez más signos del respaldo de los gobiernos al voluntariado como forma de compromiso cívico, no sólo para mejorar la prestación de servicios, sino también para fomentar los valores que sustentan la cohesión social y la armonía (VII)”. Este reporte también se refiere a la importancia de este tipo de actividades en el contexto de los medios de vida sostenibles. La actividad voluntaria, ya sea de manera formal y asociada o de manera informal e individual, funciona como una base importante en la formación de ciudadanos y en la construcción de un mejor capital social para el desarrollo de los pueblos.
En México existen algunos esfuerzos por cuantificar y comprender esta labor. El INEGI indica en su CSISFLM que alrededor del 1% de la población, 1,234,000 individuos, pertenecen a asociaciones y organizaciones sin fines de lucro y que realizan el trabajo voluntario de manera formal en organizaciones establecidas. Esto representó el 0.36% del PIB en 2010. Para dar una idea del valor económico de estas aportaciones voluntarias, el valor del trabajo voluntario mexicano fue superior al gasto ejercido por concepto de sueldos y salarios de la paraestatal PEMEX en 15.4% y mayor al monto de los recursos públicos ejercidos en el mismo año por la UNAM en 38.8%.
Otros esfuerzos como la encuesta sobre filantropía del ITAM, llamada ENAFI (VIII) y la encuesta sobre acciones voluntarias y solidarias del Cemefi, ENSAV (IX), han incursionado en investigar la participación social, el trabajo voluntario desde los grupos organizados y la segunda especialmente, ha revisado la actividad solidaria en un contexto informal. Los resultados de la ENSAV (2005) indican una mayor participación voluntaria y solidaria de las personas y calcula un valor que rebasa el 1% del PIB. Los números presentados indican que existe una incidencia contundente y fehaciente de la sociedad civil en el desarrollo económico y social del país tanto desde los grupos organizados representados en el Tercer Sector como por medio de las actividades voluntarias y solidarias informales de sus individuos.
Uno de los resultados más significativos del estudio sobre participación y solidaridad en México (X) es la forma en que las personas aprenden las actitudes solidarias a partir de los entornos dentro de los cuales conviven. El servicio a los demás se forja y se aprende desde los primeros años, sobre todo en seno de la familia y en el ámbito escolar. La democracia se logra a través de una verdadera participación de los individuos y depende del grado de madurez de los ciudadanos de un país. Esto solamente se logra cuando existe un esfuerzo por incluir los principios democráticos de responsabilidad y participación desde la niñez. Para ello, se requiere de profundos cambios en la formación social educativa de los mexicanos.
Las actividades voluntarias y las actitudes solidarias son caminos que aportan a la formación y construcción de ciudadanía y requieren de visibilidad, continuidad e impulso para lograr un mayor alcance e impacto. El ser voluntario y el ser ciudadano no es equivalente, sin embargo, la labor voluntaria sensibiliza hacia los problemas comunitarios, aporta a la construcción del tejido social, y provee de habilidades para la responsabilidad social que son requeridos para actuar conscientemente en sociedad y tomar las decisiones experimentadas e informadas que precisa una democracia participativa.
Es en las aulas, en donde las metodologías pedagógicas probadas como las del aprendizaje-servicio (XI), tan utilizadas en otros países tanto de América como de Europa, podrían ayudar a las escuelas a recuperar su misión cívica en la formación de ciudadanos. Estas experiencias vivenciales, que incluyen programas desde preescolar hasta el nivel universitario, son actividades estudiantiles solidarias no sólo para atender necesidades de la comunidad, sino para mejorar la calidad del aprendizaje académico, la formación personal en valores y para la participación ciudadana responsable.
De ahora en adelante, las transformaciones que el país necesita se lograrán con instancias de gobierno en acuerdo con la sociedad civil. Éste será un actor preponderante en el desarrollo social y en el logro de actitudes democráticas en la medida en que la misma sociedad civil logre articularse, establecer objetivos con visión de conjunto y presentar las metodologías adecuadas para la resolución de las problemáticas sociales existentes. Todavía hay un largo camino que recorrer en materia de participación para el alcance del desarrollo en México; aquellos que logren integrar la responsabilidad social en su actuar y convertirlo en un valor en lo cotidiano son los que realmente impulsarán el desarrollo hacia el futuro. Nos corresponde a todos, tanto sociedad civil como gobierno, poner manos a la obra.•
Notas y Referencias:
I.Alexis de Toqueville, Democracia en América,( Vol. II, Libro V. (1835) Versión traducida por Henry Reeve y publicada por Alfred A. Knopf 1945)
II .Instituciones Sin Fines de Lucro
III. María Guadalupe Serna y Alejandro Monsiváis, Investigar el “Tercer Sector” en Butcher J. y Serna G., Coord. El Tercer Sector en México: Perspectivas de Investigación. 2ª. Ed. (2009): Cemefi e Instituto Mora, p.27.
IV. Cuenta Satélite de Instituciones Sin Fines de Lucro de México
V. www.inegi.org
VI. Butcher, J. (Ed), México Solidario: Participación Ciudadana y Voluntariado, México, 2008: LIMUSA/Cemefi pp. 37, 40.
VII. Reporte sobre el Estado del Voluntariado en el Mundo. Naciones Unidas. 2011 Voluntarios de Naciones Unidas ( VNU) p. 8 www.unv.org
VIII. 2005 y 2008
IX. Encuesta Nacional de Acción Solidaria y Voluntaria, 2005, en México Solidario: LIMUSA/ Cemefi. Esta encuesta se ha repetido en el 2012, los resultados están en análisis.
X. México Solidario: Participación Ciudadana y Voluntariado.
XI. TAPIA, Maria Nieves (2006). Aprendizaje y servicio solidario: algunos conceptos básicos. Documento recuperado el 3.3.06 de http://www.clayss.educaciondigital.net/ays/notas/Aprendizaje y servicio solidario-Nieves Tapia.doc
Bibliografía:
I. Butcher, J. (Ed.) (2008), México Solidario, Participación ciudadana y servicio voluntario, Cemefi – Limusa, México.
II. Instituto Nacional de Geografía y Estadística (2008), Cuenta satélite de las instituciones sin fines de lucro de México, México.
III. —————————————– (2012), Sistema de Cuentas Nacionales de México. Cuenta satélite de las instituciones sin fines de lucro de México. 2008-2010, México.
IV. Layton, M. y Moreno, A. (2010) Filantropía y Sociedad Civil en México, México: M. A. Porrúa
V. Organización de las Naciones Unidas (2003), Manual sobre las instituciones sin fines de lucro en el sistema de Cuentas Nacionales, Publicaciones de las Naciones Unidas, Nueva York
VI. —————————————–, (2011) About the United Nations Volunteers programme and the State of the World’s Volunteerism Report, United Nations Volunteers programme, consultado en, www.unvolunteers.org/SWVR2011
VII. Salomon, L. y H. Anheier. (1999) “ Nuevo estudio del sector emergente: resumen” en Proyecto del estudio comparativo del sector no lucrativo ( Fase II). Baltimore: The Johns Hopkins University. Insitute for Policy Studies. Civil Society Center for Studies.
VIII. Tapia, María Nieves (2002). El aprendizaje-servicio en América Latina. EN: CLAYSS. Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario. Aprender sirve, servir enseña. Buenos Aires.
IX. United Nations ( UN) (2010) The Millenium Development Goals Report 2010. New York, NY:UN
X. Verduzco Gustavo, (2003) Organizaciones no lucrativas: visión de su trayectoria en México: Cemefi/El Colegio de México, México
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