por Mario Luis Fuentes
En México se incumple la garantía relativa a que a trabajos iguales, corresponden salarios iguales. El caso más notorio es el relativo a los directivos de todos los sectores, entre quienes el promedio salarial por hora trabajada alcanza los 95.2 pesos, frente a 81.2 pesos para las mujeres. Paradójicamente, hoy las mujeres que forman parte de la PEA tienen mayor escolaridad que los hombres: 10 grados frente a 9.4 grados de escolaridad de los hombres. INEGI revela también que hemos llegado a 32.27 millones de hogares de los cuales, 8.53 millones tienen como jefa a una mujer, de los cuales también 1.31 millones labora en la informalidad.
El mundo del trabajo requiere de una urgente reestructuración; se trata de lograr que los empleos sean no sólo dignos, en el sentido de que garanticen un salario y prestaciones que permitan el acceso al bienestar, como lo establece la Constitución, sino de que su estructura interna permita acceso igualitario entre hombres y mujeres.
La cuestión es de una complejidad mayor, pues la organización global y nacional del trabajo mantiene una dinámica que permite la reproducción de procesos de desigualdad e inequidad entre mujeres y hombres, no sólo en los niveles salariales, sino también de acceso a las actividades productivas y profesionales que otorgan mayor prestigio social, en el sentido que le daría a ese término un autor como Max Weber.
Cómo se comporta el mundo del trabajo en materia de desigualdad entre los géneros es un tema respecto del cual apenas comenzamos a generar información de manera reciente; en efecto, aun cuando la serie histórica de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) desagregaba información para mujeres y hombres, no ha sido sino hasta el primer trimestre de 2015 cuando se ha presentado, de manera valiosa hay que decirlo, la primera versión de los indicadores de género de esta Encuesta.
A partir de estos datos, los cuales sirven como base a las mediciones del Índice de la Tendencia Laboral de la Pobreza, que también con una periodicidad trimestral presenta el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), lo deseable sería que tal indicador también pudiera construirse con los mismos criterios que ha generado el INEGI, es decir, que el indicador relativo a la pobreza laboral también pudiera construirse, en los trimestres por venir, con datos desagregados por sexo.
Un drástico cambio
Uno de los datos que en mayor medida merece destacarse es el relativo al nivel de escolaridad que tiene la Población Económicamente Activa (PEA). Sobre este tópico es importante decir que a partir de hace ya algunos meses, INEGI ha medido a la población de 15 a 65 años, en congruencia con el mandato Constitucional del Artículo 1º; esta decisión resulta de completa pertinencia frente a la ratificación que llevó a cabo la semana pasada del Convenio 138 de la Organización Internacional del Trabajo, relativo a la edad mínima de acceso en el trabajo.
El dato revela que las mujeres que forman parte de la PEA tienen un grado promedio de escolaridad de 10.05 grados frente a 9.36 grados que presentan en promedio los hombres. Esta diferencia todavía no se refleja por completo en la paridad salarial entre mujeres y hombres, pero de suyo es indicativo de una profunda transformación, a todas luces aún insuficiente, en las brechas que separaban con anterioridad a mujeres y hombres.
Es interesante observar también que esta condición no se mantiene cuando las mujeres son jefas de hogar, pues en este caso, su promedio de escolaridad es de 7.63 grados, frente a 8.66 grados que presentan en promedio los hombres.
Relegadas de los mejores empleos
A pesar de que en general las mujeres tienen una mayor escolaridad que los hombres, todavía el acceso a los cargos de mayor nivel, así como a las profesiones y actividades de mayor prestigio social y remuneración sigue siendo ocupadas mayoritariamente por los hombres.
Por ejemplo, en la categoría de empleos de “profesionistas, técnicos y trabajadores del arte”, para los hombres el ingreso promedio por hora trabajada es de 64.07 pesos; mientras que para las mujeres es de 58.05; para los trabajadores de la educación el ingreso es de 78.38 pesos por hora laborada, mientras que para las mujeres es de 69.69 pesos la hora.
Para los funcionarios y directivos del sector público, privado y social, el ingreso promedio es de 95.24 pesos; en contraste, para las mujeres es de 81.18 pesos por hora laborada. De hecho, los datos del INEGI muestran que el único sector en que las mujeres perciben mayores ingresos es el de los servicios de protección, vigilancia y fuerzas armadas, en donde las mujeres perciben 36.52 pesos por hora, mientras que los hombres ganan en promedio 31.9 pesos la hora.
El panorama visto desde los hogares
De acuerdo con el INEGI, al primer trimestre del 2015 habría en el país 32.27 millones de hogares; de ellos, 23.74 millones tienen como jefe a un hombre, mientras que 8.53 millones tienen como jefa a una mujer. Un dato interesante e el relativo a los 607 hogares que INEGI contabilizó con jefatura de una persona menor de 15 años, los cuales en su totalidad tienen como jefa a una adolescente.
Asimismo, de los 32.27 millones de hogares del país, 6.49 millones están jefaturados por personas que laboran en el sector informal; de ellos, 5.17 millones tienen como jefe a un hombre y 1.31 millones tienen como jefa a una mujer.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 16- Junio- 2015, p.24
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