Escrito por 12:00 am Cultura, Especial

La inevitable transición

por Carla Pederzini

Un reto importante para la política pública en general es incorporar el cambio en la estructura de la población en todas sus proyecciones. Hay que tomar en cuenta que la sociedad mexicana del futuro va a ser muy distinta de la que hemos vivido hasta ahora


Aumenta la población

La mayor parte de los países del mundo ha atravesado por un profundo cambio en el tamaño, la estructura por edad y la composición de su población. Este proceso de cambio se denomina transición demográfica e implica el paso de una sociedad predominantemente joven que no crece o lo hace a un ritmo muy lento —experimentando una alta mortalidad y una alta fecundidad— a una sociedad que, después de una etapa de alto crecimiento, vuelve a crecer de manera lenta pero con una baja fecundidad y mortalidad.

La transición demográfica no se presenta de manera simultánea en todos los países del mundo. Tampoco el orden en que aparecen sus principales elementos es siempre el mismo. A pesar de que la transición demográfica culmina con un crecimiento lento de la población y una población envejecida, durante el proceso se van dando diferentes etapas que corresponden a determinadas estructuras y tamaños de la población. Cada una de estas etapas presenta sus propios retos y oportunidades.

El cambio demográfico en México surge en el siglo XX. Se calcula que en 1910 ocurrían en el país 31.8 nacimientos y 32.1 defunciones por cada mil habitantes. Es decir, sin tomar en cuenta a la migración, la cantidad de personas que se agregaba a la población era muy similar a la cantidad que se extraía, provocando que el crecimiento natural de la población fuera prácticamente nulo. A partir de la culminación de la Revolución Mexicana se observa un descenso de la mortalidad.

En su aparición influyen la expansión de los servicios educativos y de la infraestructura sanitaria que, a su vez, repercutieron en un mejor aprovechamiento de la importación a bajo costo de medicamentos cada vez más eficientes para combatir las enfermedades (Gómez de León Cruces & Partida Bush, 2001). De 1930 a 1960 se calcula que el decremento medio de la mortalidad fue de 0.5 muertes por cada mil personas y que partir de 1960 el ritmo de descenso se hizo más lento (0.3 de 1960 a 1980 y 0.1 de 1980 a 2000) (Mina Valdés, 2010). En 2010 la tasa de mortalidad se ubicó en 5 muertes por cada mil habitantes (Consejo Nacional de Población, 2011), marcando una drástica caída de la mortalidad durante el siglo pasado que tiene su correlato en el aumento de la esperanza de vida.

En primera instancia la caída de las tasas de mortalidad se traduce en una mayor sobrevivencia de los recién nacidos y una mayor esperanza de vida de los adultos, explicando el alza de la fecundidad que se observa a mediados del siglo y que marca el preludio al desplome de sus niveles en el último tercio del siglo XX (Zavala de Cosío, 2001). A partir de 1930 se desarrolla una etapa de altos niveles de fecundidad e incluso un repunte de la misma en la década ue inicia en 1950, con un máximo nivel alcanzado de 7.3 hijos por mujer.

No es sino hasta 1968 que la fecundidad inicia un claro descenso que se acentúa en la década de los setenta (Mier y Terán Rocha & Partida Bush, 2001). Debido a que la edad a la primera unión sólo ha experimentado un leve retraso, el descenso de la fecundidad mexicana se puede atribuir en gran medida al notable incremento en el uso de métodos anticonceptivos, facilitado por los programas gubernamentales de planificación familiar puestos en marcha hacia fines de la década de 1970 (Mier y Terán, 2011). Aunque en la primera década de este nuevo siglo el ritmo de la caída fue menor a lo que se había estimado en las proyecciones del pasado, el descenso continuó y en 2010 se estima que la tasa global de fecundidad era de 2.3 hijos por mujer y que ocurrían 23 nacimientos por cada mil habitantes.

Los cambios en los fenómenos demográficos que se dan a lo largo del siglo pasado tienen como consecuencia un aumento dramático en el tamaño de la población mexicana que pasa de 13.6 en 1900 a 112.4 millones en 2010. Este crecimiento llega a su máximo nivel entre 1950 y 1970 cuando la tasa de mortalidad ya había experimentado importantes descensos, mientras que la fecundidad permanecía constante.

A pesar de que desde la década de los ochenta la tasa de crecimiento de la población se ha reducido a raíz de la caída de la tasa de fecundidad, en las estimaciones sobre el tamaño futuro de la población se observa que continuará el aumento de la población mexicana, en algunas proyecciones hasta el año 2050 podremos llegar a alcanzar los 150 millones de habitantes (CONAPO). La razón de esta aparente contradicción la podemos encontrar en que, a pesar de que el número de hijos por mujer ha descendido, la cantidad de mujeres en edad reproductiva sigue aumentando por el crecimiento demográfico del pasado, fenómeno denominado inercia demográfica.

Es éste el reto más inmediato que presenta la población mexicana para la política social. No se trata de un reto nuevo, ya que desde mediados del siglo XX la política pública se ha enfrentado a niveles poblacionales crecientes; y significa que se debe de dotar de servicios básicos, vivienda, educación, salud, entre otros, a un número elevado y ascendente de personas.

El crecimiento no ha sido uniforme

La distribución de la población en el territorio es otro reto importante. Hasta ahora, el crecimiento poblacional no se ha dado de manera uniforme a lo largo del territorio. De manera simultánea se observa un fenómeno de dispersión y concentración poblacional que ha provocado, por ejemplo, que el área conjunta del Distrito Federal y el Estado de México concentren a una quinta parte de la población nacional, mientras que subsisten municipios despoblados en varias zonas del país.

Pero quizás el principal desafío del cambio poblacional es el que impone el cambio en la estructura de la población. Durante el transcurso de la transición demográfica se presenta una etapa que puede representar una ventana de oportunidad por el alto porcentaje de personas en edad productiva. Es la etapa por la que atraviesa la sociedad mexicana actualmente.

Sin embargo, la falta de empleo en el sector formal ha provocado que un alto porcentaje de la población se encuentre laborando en la informalidad o que haya recurrido a la emigración en busca de un empleo, restringiendo de esta manera la potencial ventaja.

Población envejecida

Al terminar esta etapa inevitablemente transitaremos hacia otra en donde el porcentaje de personas en edad avanzada será muy alto; después de 2010 las proyecciones de población muestran un aumento de velocidad en el crecimiento de la población de 65 años y más, esperando que se llegue a los 28.7 millones en 2050.

Debido a la mayor sobrevivencia femenina, en las edades de la vejez hay mayoría de mujeres que hombres. La mayor vulnerabilidad en la vejez se relaciona con la salud, y las enfermedades crónicas y discapacidades motrices o mentales que aparecen con el envejecimiento generan necesidades de prevención, atención médica, medicamentos y cuidados personales de modo permanente. Surgen cargas económicas y emocionales para las personas envejecidas, sus familias y su entorno social (Ham Chande, 2011).

La política social debiera, por un lado, establecer estrategias que permitieran el aprovechamiento de la ventana de oportunidad demográfica y, por otro, contemplar medidas que nos preparen para la etapa de envejecimiento cuando las demandas para el sistema de salud crezcan. El cambio demográfico y el envejecimiento impactan en las unidades familiares y las relaciones entre generaciones. Estos cambios deben de estar incorporados en las políticas.

Vuelven los migrantes

Otro fenómeno demográfico que ha marcado profundamente a la sociedad mexicana es el de la migración. Se estima que más de 5 millones de mexicanos cambiaron su residencia de México a Estados Unidos durante la última década del siglo XX. Después del año 2000 se observa una reducción en este flujo. Incluso en el año 2010, por la disminución en la salida y el aumento del retorno de migrantes mexicanos se estima que el flujo neto es muy cercano a cero.

Dentro de las personas que retornaron en el período comprendido entre 2005 y 2010 encontramos una alta proporción de personas con niveles educativos bajos y de menores nacidos en Estados Unidos de padres mexicanos. El elevado número de deportaciones en el periodo sugiere que en muchos casos no se trató de una decisión planeada. La reinserción de estos mexicanos así como de sus descendientes a la sociedad mexicana supone un reto más a la política social de este país.

Todavía no existen elementos que apunten a una recuperación del flujo migratorio a Estados Unidos, por lo que, si ésta no se presenta, nuestro país podría enfrentar un flujo decreciente de remesas desde Estados Unidos y una mayor presión en el mercado laboral de todos aquellos que ya no podrán contemplar la opción de la emigración (Escobar, Lowell, & Martin, 2013).

Por otro lado, en el mismo tema de la migración, se ha observado un incremento sustancial en el flujo de inmigrantes, principalmente de aquellos provenientes de países centroamericanos que pueden haber tenido como destino final nuestro país, o bien migrantes de tránsito que desean llegar a Estados Unidos y que pueden haber decidido quedarse aquí ante la dificultad del cruce a Estados Unidos. La ley de migración aprobada en 2011 sienta las bases para el debido respeto de sus derechos humanos, pero todavía queda pendiente la posibilidad de establecer políticas sociales que mejoren su bienestar (Alba & Castillo, 2012)

Además de los mencionados, subsisten otros retos demográficos para la política social. Uno de ellos es la elevada fecundidad adolescente, especialmente en los sectores más desfavorecidos. En el caso de la mortalidad materna e infantil también se observan tasas elevadas para el desarrollo de nuestro país. Finalmente, las diferencias sociales y las desigualdades regionales en nuestro país llevan a los diferenciales importantes en los componentes demográficos.•

Referencias:

I. Alba, F., & Castillo, M. Á. (2012). New Approaches to Migration Management in Mexico and Cetral America.Washington, DC: Migration Polic Institute.

II. Consejo Nacional de Población. (2011). Dinámica Demográfica de México 2000-2010. En C. N. Población, La Situación Demgráfica de México 2011 (págs. 11-21). México: Consejo Nacional de Población.

III. Escobar, A., Lowell, L. B., & Martin, S. (2013). Diálogo Binacional sobre Migrantes Mexicanos en Estados Unidos y México. México, D.F.: CIESAS, Georgetown University.

IV. Gómez de León Cruces, J., & Partida Bush, V. (2001). Niveles, tendencias y diferenciales de la mortalidad. En J. Gómez de León Cruces, & C. Rabell Romero, La población de México (págs. 81-108). México: Consejo Nacional de Población; Fondo de Cultura Económica.

V. Ham Chande, R. (2011). Diagnóstico socio-demográfico del envejecimiento en México. En Consejo Nacional de Población, La Situación Demográfica de México 2011 (págs. 141-156). México: Consejo Nacional de Población.

VI. Mier y Terán Rocha, M., & Partida Bush, V. (2001). Niveles, Tendencias y Diferenciales de la Fecundidad en México. En J. Gómez de Léon Cruces, & C. Rabell Romero, La población de México (págs. 168-203). México: Consejo Nacional de Población; Fondo de Cultura Económica.

VII. Mier y Terán, M. (2011). La fecundidad en México en las últimas dos décadas: Un análisis de la información censal. Coyuntura Demográfica, 57-61.

VIII. Mina Valdés, A. (2010). Evolución de la Mortalidad: Pasado, Presente y Futuro. En B. García, & M. Ordorica, Población. Serie: Los Grandes Problemas de México (págs. 79-104). México D.F.: El Colegio de México.

IX. Zavala de Cosío, M. (2001). La Transición de la Fecundidad en México. En J. Gómez de León Cruces, & C. Rabell Romero, La población de México (págs. 147-167). México: Consejo Nacional de Población; Fondo de Cultura Económica.

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