Saúl Arellano

La intelectualidad y el poder

Recientemente, el presidente de la República mencionó que el periodismo y los intelectuales deberían tomar partido por la transformación de México. ¿Debe la intelectualidad de un país comprometerse con un personaje político?


En su narración en torno a lo que fue y significó -o pudo significar- el llamado “boom” de la literatura latinoamericana, el intelectual José Donoso cuenta el entusiasmo que generaron, en un lapso muy breve, grandes obras de la narrativa en español: la ciudad de los perros  de Vargas Llosa, Cien años de Soledad  del gran García Márquez, La muerte de Artemio Cruz, de nuestro genial Carlos Fuentes, El túnel de Ernesto Sábato, Rayuela  de Julio Cortázar y muchas otras más, que deslumbraron al mundo de las letras.

Narra Donoso que, en 1962, en el marco del Congreso de Intelectuales de la Universidad de Concepción, en Santiago de Chile, Carlos Fuentes, a través de un encendido discurso, logró conmover y convencer a la audiencia, de que era necesaria una nueva posición política de los escritores latinoamericanos; una de compromiso con lo social y solidaridad con la Revolución Cubana. Narra Donoso que incluso un dubitativo Alejo Carpentier viró su posición y, al menos durante algún tiempo, declaró su simpatía con el régimen de Castro.

No es casual que en nuestro país y en Latinoamérica se haya dado este “boom” y ese llamado al compromiso político que hiciera en su momento Carlos Fuentes, y que el otro gigante, Octavio Paz, haya dado un paso decisivo en 1968 al renunciar como embajador de México en la India, como protesta ante la brutal represión estudiantil del 2 de octubre de 1968.

Actores en la transformación de México

Todo en ese entonces en América Latina era caos y convulsión: golpes militares y el encumbramiento de dictaduras de derecha y conservadoras en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Guatemala. Pero también el encumbramiento de dictaduras y gobiernos cuasi dictatoriales de izquierda en Cuba y Nicaragua, como los ejemplos más claros.

Recientemente, el presidente de la República mencionó que el periodismo y los intelectuales deberían tomar partido por la transformación de México. No dudo que uno de sus referentes sea precisamente la posición que se postuló en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, y que aquí se reseñan de manera brevísima.

En México, se dio un lento y progresivo tránsito hacia un régimen político más abierto y democrático, y se evitó, de un modo o de otro, el derramamiento masivo de sangre, esto sin descontar las brutales represiones de los movimientos de profesionistas en 1971, y la represión a la guerrilla, cuyos líderes más emblemáticos fueron Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.

Sin embargo, habría que anotar que de eso han pasado ya cinco décadas, que el mundo es otro, y que por ahora, no hay un nuevo “boom” de grandes obras de calibre universal, ni en el ámbito literario ni en el teórico; y que aún cuando las hubiera, habría que cuestionar los resultados de las adhesiones a causas y personajes específicos porque, a decir de José Donoso, el “cheque en blanco” que se le otorgaba al régimen de Castro a través de los eventos de la Casa de las Américas en La Habana, terminó siendo de un costo elevado para muchos en esa isla.

Nueva camada de intelectuales en el poder

¿Debe la intelectualidad de un país comprometerse con un personaje político? Es un asunto a debatir; pero lo que es cierto y evidente es que cada régimen impulsa a una “nueva camada” de intelectuales de los que se sirve y usa para sus fines, los cuales, históricamente hablando, han resultado no ser siempre los más loables ni deseables.

En el caso mexicano, la llegada al poder del presidente López Obrador ha abierto la esperanza de un país que desde el gobierno muestra cero tolerancia ante la corrupción; de un país con menos desigualdad y con justicia para todos, especialmente para los más pobres.

Sin embargo, en lo que se refiere a sus nuevos voceros, disfrazados de intelectuales, está dejando mucho qué desear, porque lo que han colocado en las vitrinas del espectáculo mediático, lejos de presentarnos obras inteligentes y esclarecedoras de la realidad, no pasan de constituir un lamentable espectáculo de merolicos.

@saularellano www.mexicosocial.org

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Saúl Arellano

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