Desde la década de los 80 en el siglo pasado comenzó a darse un debate en torno a la posibilidad de que los ordenadores y los incipientes robots cobrasen vida propia, a partir del desarrollo de inteligencia artificial propia y autónoma. Películas apocalípticas y su saga como Terminator y otras más optimistas como El Hombre Bicentenario, y otras más recientes de crítica como Matrix y Lucy, abordaron la cuestión llevando el tema, aún de manera superficial, a un público hiper masivo.
Escrito por: Mario Luis Fuentes
El lanzamiento público del Chat GPT, la nueva arquitectura de inteligencia artificial de Microsoft, ha generado nuevos debates que van de lo económico, a lo político y a lo ético, pues nos recuerdan que este tipo de desarrollos no son iniciativa propiamente de los Estados, sino de poderosas corporaciones que están logrando controlar la lógica de la economía planetaria a partir del manejo y explotación de los datos y la información más íntima de la personas.
Desde esta perspectiva puede sostenerse que la generación que nació en el año 2000 es auténticamente una que interactúa con una realidad cibernética, lo cual es totalmente inédito en nuestra historia. En sentido estricto es la generación que ha visto, en toda la historia de la humanidad, el mayor número de inventos, innovaciones y descubrimientos y confirmaciones científicas.
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En este contexto debe subrayarse que el riesgo del control ideológico y político que se está gestando a partir del control de la información a escala global, tiene una de sus principales columnas precisamente en la homogenización de nuestras capacidades de pensar y sentir; y en el debilitamiento de nuestras capacidades para reflexionar y plantearnos escenarios problemáticos que exijan nuestra capacidad creativa.
Es todavía difícil saber cuál es el impacto que tendrá para la inteligencia humana una realidad dominada por máquinas súper inteligentes, con una capacidad de procesamiento de información compleja a híper velocidad, las cuales están diseñadas desde una lógica de mercado; es decir, son productos no “para facilitarnos la vida”, sino para incrementar nuestra propensión a consumir.
No es claro aún cuál será el papel que jugarán los Estados en esta materia. Enfrente están casos ridículos como el de El Salvador y su medida de “criptomonetizar” su economía, hasta los de las súper potencias donde se han integrado peligrosos complejos de alianza entre industrias privadas y agencias de interés literalmente planetario, como es el caso de la NASA y Space X.
¿Cómo podemos entonces pensar críticamente ante lo que tenemos enfrente? Hay cuestiones elementales y que deberían constituir los primeros pasos. Por ejemplo, ¿Cuál es el impacto, si lo hay, en las capacidades de pensamiento y procesamiento de la realidad de cambiar nuestro aprendizaje de la lecto escritura manual, a la que puede desarrollarse mediante los teclados o los programas de dictado de voz?
¿Hay algún impacto en nuestras capacidades lógico-deductivas e inductivas al dar preferencia al cálculo por ordenadores, que al procesamiento del aprendizaje mental, que es lento y gradual, de operaciones aritméticas hacia otras de mayor complejidad como el cálculo integral o diferencial?
Las grandes narraciones que se han construido a lo largo de la historia son aquellas que plantean preguntas fundamentales, y no respuestas definitivas. Son aquellas construidas desde la experiencia vital y que son capaces de convocar a la imaginación, a la fantasía y al pensamiento radical.
Quizá, como lo señalaba hace ya cien años el gran escritor alemán Walter Benjamin, de lo que carecemos es precisamente de experiencias comunicables, y en efecto, esa capacidad de vivir, generar y transmitir experiencias sigue cotizando, cada vez más aceleradamente, a la baja. ¿Pero cómo vamos a generar experiencias en una generación cuyas emociones, lenguaje y procesamiento de la realidad proviene de poderosos algoritmos controlados y dirigidos a la pulsión del consumo frívolo al absurdo?
El mayor reto que nos impone la inteligencia artificial es cómo, desde los Estados, podemos generar procesos de resistencia desde las otras inteligencias; las que nos permiten preguntarnos lo más elemental: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. No más que eso, pero tampoco menos.
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