Escrito por 6:00 am Cultura, Saúl Arellano • 2 Comentarios

La invención de América: una breve revisión de algunas tesis de O’Gorman

América

América no es un continente, es una invención, plantea Edmundo O’Gorman. Sostiene, además, que la historia que debe ser pensada críticamente no es la de la llegada de los europeos a lo que hoy es nombrado como América, sino ante todo, la historia de cómo se construyó la idea de que América “fue descubierta”.

Copérnico y Bruno, revolucionarios

Lo que plantea O’Gorman tiene pleno sentido, sobre todo a la luz del Diario de a Bordo, de Cristóbal Colón, el cual narra con todo detalle la idea con la que los marineros de la tres Carabelas zarparon de Europa, y la misma con la que continuaron su travesía a través del Atlántico. En el Diario, en primer lugar, destaca que en ninguna de las líneas se encuentra la idea de que habrá de “descubrirse” un nuevo continente, del cual, debe hacerse énfasis, no se tenía siquiera una idea clara y general sobre su existencia.

Para fortalecer estas ideas es importante destacar dos elementos de contexto: Copérnico publicaría su obra más relevante, Sobre las revoluciones de las esferas celestes, en 1543, es decir, 22 años después de la caída de Tenochtitlán a manos de Hernán Cortés, el 13 de agosto de 1521. Por su parte, Giordano Bruno, quien rechazaría la existencia de un solo mundo, fue ejecutado, acusado de herejía, en el año 1600.

Ambos autores revolucionaron la concepción física del mundo: Copérnico a través de su modelo heliocéntrico del sistema solar y Giordano Bruno a través de sus tesis sobre el carácter infinito del universo y la existencia de incontables mundos.

Pero esto solo pudo tener éxito gracias a que el viaje de expedición originario de Colón, y los subsecuentes viajes de conquista y colonización de América, permitieron llevar a cabo la verificación empírica de estas y otras revolucionarias teorías, como las de Galileo, años más tarde.

La creación de una leyenda

La llegada de Colón, y más tarde de Cortés a las tierras americanas, debe insertarse en lo que Silvio Zavala, en su Filosofía de la Conquista, (Zavala, Silvio, 1977) muestra como el inicio de una nueva etapa histórica, la modernidad, la cual tiene como una de sus características la consolidación de estados nacionales que se afianzan en tanto Estados coloniales.

En esa lógica, la tesis de O’Gorman es por demás sugerente, pues parte del hecho histórico relativo a que Colón nunca dejó, al parecer, de creer que había llegado a las Indias, y que solo mediante la creación de una leyenda, en evidencia, artificiosamente diseñada, fue como pudo darse paso a la invención histórica e ideológica de América.

En esta historia, cuya ruta es trazada por O’Gorman, es de subrayarse la actitud de dominio, en el sentido moderno de este concepto, desplegada por Colón y sus acompañantes. Esto se observa de manera definitiva en el acto de nombrar a las nuevas tierras con nombres de la lengua de Castilla, como si no estuviesen habitados ya y como si sus habitantes no las hubiesen designado de manera previa con nombres de sus propias lenguas.

La facultad de nombrar

Es esta facultad de nombrar, la cual es pensada en el cristianismo como una de las principales dotes otorgadas por dios a la humanidad, se ve reflejada plenamente en este acto de señalar, de marcar con una nueva nomenclatura, siempre como un acto de poder y afán de riqueza, expresado en la deliberada búsqueda de oro, los territorios de los que, al pisar sobre ellos, asumía que eran nueva propiedad de la corona española.

Así se lee en el Diario de Viaje: “…porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro. Y pues éstas dan así señas que lo traen a los brazos y a las piernas, y es oro porque les amostré algunos pedazos del que yo tengo, no puedo errar con la ayuda de Nuestro Señor que yo no le falle adonde nace. Y estando a medio golfo de estas dos islas -es de saber de aquella Santa María y de esta grande, a la cual pongo nombre La fernandina…” (Cristóbal Colón, Los cuatro viajes).

Oro, territorio y poder

Es la tríada que se conformó luego del hallazgo de las nuevas tierras, a las que posteriormente la tradición moderna habría de denominar América. Pero, una vez más, en este acto nominativo, se encuentra implícita una visión del territorio y de sus habitantes, en tanto “exterioridad opuesta” a Europa. Es decir, son “los otros”, “los sometidos”, “los conquistables” o, en palabras de Miguel León Portilla, “los vencidos”.

La invención de la historia de la conquista, en el sentido que le da O’Gorman, no podría explicarse de manera completa sin considerar la figura de Ginés de Sepúlveda, quizá el más férreo constructor de la narrativa legitimadora de la misma. No es casualidad que uno de sus libros más célebres se haya denominado como Democrates Alter, en el cual esgrime uno de los argumentos centrales de la modernidad en torno a las denominadas guerras justas.

En el mismo plano se encuentra la figura de Bartolomé de las Casas, quien en la perspectiva de O’Gorman introdujo nuevos elementos en la construcción histórica de la leyenda del “descubrimiento”: quizá el más relevante es el supuesto carácter de inevitabilidad de tal evento debido a la intervención de la voluntad divina. Al respecto nos dice el autor: “Lo decisivo es que Colón abrió el acceso a unas regiones de la Tierra repletas de pueblos a quienes es urgente predicar la palabra revelada, y concederles la oportunidad del beneficio de los sacramentos antes de que ocurra el fin del mundo que las Casas estima inminente”.

Identidad, ambición y poder

Esta pretensión evangelizadora se encuentra a lo largo de todo el Diario de Viaje de Colón; pues en las múltiples referencias que hace de las “personas encontradas” en las primeras Islas en las que desembarcó, destaca su “buen carácter”, su buena disposición de ánimo, y una clara capacidad de ser evangelizados y de comprender la palabra de Dios, pues no se observa, dice en una de sus líneas, que tengan previamente ninguna “secta”.

La lista de autores y textos que cita O’Gorman para acreditar su hipótesis es extensa y le lleva a sostener que la invención de América es absurda. Por ello afirmará que es esta invención la que permite inventar y significar la otra, igualmente moderna, relativa al mundo como esfera y como espacio territorial universalmente habitable y asible, en términos de posesión y conquista.

De esta forma, el argumento de O’Gorman apunta hacia las raíces, que es necesario conocer y mostrar, de lo que algunos autores han llamado nuestra “modernidad fáustica”, una que se inaugura con la sumisión de los “otros” que afirma la identidad del “nosotros” del horizonte cultural europeo. Y que desembocará en numerosas vertientes, todas malignas, de amplios procesos históricos y políticos de identidad, ambición y poder.

Lee también: “LA INTELECTUALIDAD Y EL PODER”


Bibliografía utilizada:

Cristóbal Colón los cuatro viajes del almirante y su testamento, compilación de Bartolomé de las Casas, Biblioteca Virtual Universal.

Cossío, Villegas, Daniel, Historia General de México, El Colegio de México, 2010.

De las Casas, Bartolomé, Del único modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión, FCE, México, 2017.

O’Gorman, Edmundo, La invención de América, FCE, México, 1995.

Patiño, Palafox, Luis, Ginés de Sepúlveda y su pensamiento imperialista, Publidisia, México, 2007.

Todorov, Tzvetan, La conquista de América (el problema del Otro), Siglo XXI editores, México.

Zavala, Silvio, Filosofía de la Conquista, FCE, México, 1975

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