De acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), entre los meses de mayo y agosto, el número de homicidios dolosos, por mes, ha superado la cifra de los 2,900 casos.
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Es la primera ocasión que se presenta esta magnitud de mortandad durante cuatro meses consecutivos, desde el año 2015, fecha a partir de la cual se tienen cifras comparables.
Los datos son preliminares. No debe olvidarse que cada año, el INEGI presenta sus estadísticas sobre mortalidad, respecto de las cuales hay un diferencial promedio anual de alrededor del 11% respecto de lo que presenta el SNSP.
Es decir, si en este año se han contabilizado poco más de 23 mil homicidios, hasta el 30 de agosto, al cierre del año la cifra de víctimas en carpetas de investigación sería de alrededor de 34,500 casos. Si se mantiene la tendencia de diferencia respecto del INEGI, podría llegarse en realidad a una cifra superior a los 38 mil homicidios dolosos este 2019.
No es, pues, descabellado hablar de que en realidad en México se perpetran 100 homicidios dolosos por día, es decir, uno cada quince minutos. Y más inquietante aún es ver que en algunos estados se ha recrudecido la violencia.
Así, Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán, Morelos, Guerrero, Puebla, Sonora y Quintana Roo son ejemplos de entidades donde los últimos tres años la violencia homicida había descendido, pero que en los últimos dos meses han registrado eventos sumamente violentos.
No deja de ser sorprendente, en el contexto nacional, que en las 10 entidades con mayor número absoluto de homicidios, se concentra el 70% del total de los casos registrados en el país.
Pero, además, si se revisan las causas específicas de defunción, lo que se encuentra es un sadismo sin precedentes, amén de la ejecución a sangre fría de personas. Y no ha importado si están acompañadas o no de sus familias, lo que también ha dejado un número sin precedentes de asesinatos de niñas y niños en el país.
Toda noción de dignidad humana se quiebra cuando, además, las personas son sometidas a las más crueles formas de tortura, y una vez muertas, desmembradas y arrojadas a las calles en bolsas, lo cual constituye una extensión de violencia hacia la sociedad.
Se trata de miembros de cuerpos que incluso, al llegar a los SEMEFO, ni siquiera alcanzan para reconstruir al cadáver de quien fue brutalmente asesinada o asesinado.
En este contexto, con miles de homicidios dolosos, el presidente de la República ha sido explícito en su visión antropológica: las personas son buenas por naturaleza. Como colectivo, habla del “pueblo bueno”, al cual hay que darle oportunidades de ingreso para que pueda dejar de delinquir, pues quien lo hace, en la mayoría de los casos es por su situación de carencia.
En esa perspectiva, sin embargo, no cabe la posibilidad factual de la maldad, independientemente de la condición socioeconómica de las personas. Es decir, no se trata de un mundo de dicotomías en el que las personas son o “buenas” o “malas”. Ambas son posibilidades reales, y en el diseño de la política pública esta realidad debe considerarse al determinar la fenomenología delictiva.
Se piensa en lo general que ante la maldad la única opción es la represión violenta. En esa idea se encuentra un error fundamental. Reconociendo que la maldad es posible, y que tiene una cruel presencia en nuestra realidad, hay opciones, más allá de los programas sociales, para lidiar con la delincuencia que opera con prácticas auténticamente de terror.
La apuesta de la presente administración se encuentra en una política social centrada el reparto de dinero a la población. En la constante emisión de mensajes de paz y reconciliación del titular del Ejecutivo.
A casi un año de gestión, los resultados son adversos. Puede ser, y es una probabilidad real, que el mensaje esté tardando en llegar y que tendrá efectos estructurales en el mediano plazo.
Si el supuesto de la Presidencia se cumple, podríamos realmente avanzar
hacia la pacificación y reconciliación nacional. Pero siempre queda la otra posibilidad: ¿y qué va a ocurrir si no? Las respuestas a esto son escalofriantes.
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