Sobre la marcha por el INE hay que decir que la cifra real de quienes marcharon el pasado 13 de noviembre es ya irrelevante (aunque es obvio que fueron cientos de miles): la historia recuperará que fueron medio millón, al menos. Por una vez el discurso oficial no podrá tapar el Sol con el dedo flamígero del Señor. Esta vez no.
Escrito por: Ricardo de la Peña
La batalla pudiera haber logrado un primer y directo objetivo: elevar el costo para las oposiciones en el legislativo de apoyar cualquier propuesta que desmantele la autonomía efectiva de los órganos electorales. No podrán darle la vuelta fácilmente ni dar gato por liebre: el público interesado va a estar atento para impedir que le arrebaten la posibilidad de una institucionalidad que permita una alternancia si así lo desea el electorado. Esa primera meta no se ha cumplido, pero parece muy posible de alcanzar.
Pero es relevante recordar que en 2004, por un motivo vinculado a la inseguridad, miles marcharon en la Ciudad de México y el hoy autoerigido como Supremo los descalificó y minimizó también. Un desafuero abortado antecedió a la elección presidencial más reñida de todos los tiempos, en la que el lopezobradorismo conservó la mayoría en la capital.
Rememorar lo ocurrido debiera servir para estar conscientes de qué hay asuntos de interés genérico que son capaces de movilizar a la ciudadanía pero que no necesariamente culminan en un voto de repudio.
Convertir un llamado cívico por algo que unificó en un momento dado la expresión de la sociedad en una opción electoral en el futuro depende ya no de la demanda, que ahí está y se expresó abiertamente ayer, sino de la oferta de una candidatura atractiva, que se perciba próxima y leal a la causa civil, y que enarbole auténticamente para los votantes un proyecto con sentido definido acorde con los anhelos de quienes se han manifestado y de muchos más, pues hay que recordar que aún siendo cientos de miles, quienes marcharon son una minoría que apenas pesaría en una elección general.
Se requiere pues una propuesta que encabece una alianza capaz de llamar y lograr el respaldo de cincuenta o más veces los que tomaron ayer las calles del país. Si ese reto no se satisface, lo ocurrido puede quedar en el anecdotario de esas expresiones cívicas que no han llevado a nada, al menos no en espacio electoral. La tarea está clara y enfrente, falta saber si hay capacidad de quienes encabezan las organizaciones partidarias y civiles para responder con valentía, inteligencia y franqueza a lo que los ciudadanos parecen exigir de ellas. Queda pues en ese lado de la cancha la respuesta
Ricardo de la Peña es Experto en temas electorales y director de Investigaciones Sociales Aplicadas (ISA).
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