No hubo mejor promotor que el presidente López Obrador para que la marcha de ayer, 13 de noviembre, fuera exitosa. Como todas las buenas marchas fue desordenada, caótica, emocionante, envolvente, liberadora, llena de emociones encontradas, pero al fin, una marcha de 500 mil ciudadanos y ciudadanas (calculó GEA-ISA).
Escrito por: Ruth Zavaleta Salgado
Jóvenes en su mayoría, hombres y mujeres que no quieren que nadie los encabece, se concentraron y salieron a marchar a diferentes horas desde el monumento del Ángel de la Independencia, unos a las 10, otros a las 10:15 y otros, más pacientes, esperaron a quien creían que iba a encabezar la marcha, José Woldenberg, pero para ese momento, otros contingentes ya habían llegado al Monumento a la Revolución.
Caminaban muy lentamente, pero con energía. Hombres y mujeres gritaban el por qué fueron: “Para defender al INE”. No importaron los adjetivos ofensivos de parte del Presidente durante toda la semana contra quienes deseaban ir y, finalmente fueron a la marcha. “Por la democracia” se escuchaba en algunas filas, “Por México” en otras, pero, nadie se expresó ni con odio, ni con descalificaciones en contra del presidente López Obrador, ni de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, quien, unas horas antes, decidió declarar contingencia ambiental bajo la suspicacia de que el motivo real fuese contribuir al fracaso de la marcha. Aún así, los miles de personas llegaron como en otros tiempos, en metro, en transporte público, en bici y caminando.
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Pero si bien es cierto, el contingente era en su mayoría de personas jóvenes, estábamos ahí otros no tan jóvenes. Quizás muchos de esos, éramos los mismos románticos de siempre, esos que en 1988 salimos a marchar contra el fraude electoral del brazo de Cuauhtémoc Cárdenas y Heberto Castillo, quizás, también, los mismos que en el 2006, exigimos el “voto por voto” para defender al actual presidente de la República, mismo contra quien marchamos ayer sin mencionarlo en las consignas.
Y es que ya lo hemos escrito en este espacio en otro momento, el presidente López Obrador quiere reformar la Constitución para que los integrantes del INE sean elegidos mediante el voto, es decir, convertirlos en actores políticos que compiten por el cargo, pero no propuestos por los partidos políticos, sino propuestos por el propio Presidente. La iniciativa es muy clara, el titular del Poder Ejecutivo pretende proponer 20 candidatos y, que los otros dos poderes de la Nación, propongan otros 20 cada quién. Es decir, que el Congreso de la Unión y el Poder Judicial propongan a los suyos. Con esto se desvirtúa el origen y la función del árbitro: la independencia; pero también, las funciones del poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Porque reflexionemos al respecto, si en este momento hay elecciones para conformar al Instituto Electoral ¿Quiénes ganarían? ¿Los que proponga el Presidente o el Poder Judicial? Un poder que ha sido sometido por el Poder Ejecutivo una y otra vez; o ¿ganarían los candidatos del Poder Legislativo? Un poder que ha demostrado que su mayoría (Morena y sus aliados) se disciplina a los caprichos presidenciales (Pero hay otro escenario peor, ante el sometimiento que han demostrado estos dos poderes, imagínense quienes serían los candidatos de los tres poderes: los que diga el Presidente).
Lamentablemente, el presidente López Obrador no sólo quiere desaparecer al actual INE y crear un órgano a su modo, también quiere que los Magistrados que juzgan los casos electorales, sean electos de la misma forma. Magistrados más dependientes y sometidos que los que están. En conclusión, el Presidente quiere órganos títeres, sin autonomía ni independencia para organizar y calificar las elecciones. Quiere que nada le impida perpetuarse en el Poder. Porque el presidente nunca ha sido un demócrata, aunque ganó la presidencia por mecanismos democráticos. Odia a los disidentes, aunque él se hizo líder a partir de serlo.
Como un buen líder autoritario, no se conforma con haber ganado la Presidencia, ni con haber ganado la mayoría de las gubernaturas de los Estados de la República en tan solo 4 años, ni de tener mayoría absoluta en la mayoría de los Congresos Locales y de los Municipios (en donde ha habido elecciones desde el 2018 a la fecha), no, el presidente quiere algo más, quiere que su poderío perdure más allá de su sexenio, de otra forma no se entendería porqué quiere destruir a las instituciones que le garantizaron llegar como titular de Poder del Poder Ejecutivo.
En ese contexto, es indispensable que el Poder Legislativo reflexione en torno a lo expresado por el único orador de la multitudinaria manifestación, José Woldenberg: “Hacemos un llamado a todos los grupos parlamentarios (…) que conforman las Cámaras del Congreso Federal y de los 32 congresos en las entidades, a que defiendan lo edificado en materia democrática y no conduzcan a nuestro país a una etapa venturosamente superada: la del autoritarismo que se auxiliaba de autoridades electorales a modo.”
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