Los feminicidios constituyen uno de los fenómenos que en mayor medida nos cuestionan como sociedad. Su tipificación como un delito grave, responde al reconocimiento que se llevó a cabo, de manera afortunada, en el marco jurídico mexicano, respecto de que hay homicidios cometidos en contra de mujeres cuya motivación principal es el odio que algunos sujetos tienen en su contra, y con base en ello, perpetran las formas más aberrantes de agresión y violencia.
Escribe: Saúl Arellano
Cada día, desde hace ya varios años, son asesinadas en promedio, 11 mujeres; y de ellas, al menos tres son víctimas de feminicidio, es decir, su muerte es resultado de un ejercicio violento que un perpetrador planea y ejecuta para poner en operación una perversa “venganza” en contra de las mujeres, por el hecho de ser tales.
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De acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la tasa de feminicidios en nuestro país, lejos de reducirse, ha crecido gradualmente, hasta llegar a niveles récord en el periodo 2019-2021, en los cuales, los números absolutos marcan un hito en esta estadística infame.
En efecto, de acuerdo con la estadística mencionada, en el año 2015, la tasa de feminicidios en el país fue de 0.67 víctimas por cada 100 mil mujeres; en ese año, los estados que registraron las tasas más elevadas fueron: Sonora, con 1.66; Jalisco, 1.54; Morelos, 1.51; Colima, 1.38; Chiapas, 1.33; Ciudad de México, 1.18 y Coahuila, 1.18.
Para el año 2016 la tasa nacional creció a 0.97 víctimas por cada 100 mil mujeres. Pero en ese año, hubo entidades donde la tasa creció de manera monstruosa: Colima tuvo una tasa de 5.95; Oaxaca, de 3.19; Morelos, de 2.98; Sinaloa, de 2.54; Tabasco, de 2.17 y Sonora, de 2.04.
Para el año 2017 continuó la escalada y se llegó a 1.17 víctimas de feminicidio por cada 100 mil mujeres, siendo los estados con peores valores: Sinaloa, con una tasa de 5.3; Oaxaca, 2.69; Morelos, 2.65; Veracruz, 2.32; Tabasco, 2.22; y Sonora, con 2.15.
En 2018 hubo un nuevo incremento, llegando a una tasa de 1.4 víctimas de feminicidio, por cada 100 mil mujeres; y los estados con peores indicadores fueron: Colima, 3.4; Tabasco, 3.13; Sinaloa, 3.07; Nuevo León, 2.9; Morelos, 2.72; Zacatecas, 2.4; Chihuahua, 2.34; Veracruz, 2.33; y Sonora, con un acumulado anual de 2.06.
Para el 2019 se llegó a la cifra histórica más alta, con una tasa de 1.47 víctimas por cada 100 mil; Los estados que presentaron los peores datos fueron en ese año: Morelos con una tasa de 3.74; Colima, 2.83; Nuevo León y Sonora, 2.42, respectivamente; Veracruz, 2.38; Sinaloa, 2.35; Tabasco 2.09 y Quintana Roo y San Luis Potosí 1.92 en cada uno de ellos.
En el año 2020 hubo una reducción mínima, pues la tasa se ubicó en 1.45 víctimas por cada 100 mil mujeres. Y las entidades con peores valores fueron Morelos, con 3.33 víctimas por cada 100 mil; Nuevo León, 2.39; Sonora, 2.01; Nayarit, 1.86; San Luis Potosí, 1.84; Colima, 1.78; Quintana Roo, 1.76; y Veracruz, 1.73.
Finalmente, en el 2021 se regresó al máximo histórico registrado, con una tasa de 1.47 víctimas de feminicidio por cada 100 mil mujeres, siendo las entidades con peores valores: Quintana Roo, con 2.87; Sonora, 2.68; Sinaloa, 2.5; Nuevo León, 2.32; Chihuahua, 2.27; Morelos, 2.16; Oaxaca, 1.98 y Baja California Sur, 1.73.
Es una pésima noticia pues, que los datos relativos a enero de 2022, muestran un número absoluto similar al del mismo mes del año 2021, y apenas un caso menos respecto de lo registrado para enero del 2020. Es decir, tal como ha iniciado el año, tenemos un registro de una tendencia de feminicidios que no se modifica, ante incomprensible negación del fenómeno del parte del Ejecutivo Federal; y peor aún, ante el inexplicable embate ante los movimientos de las numerosas y diversas colectivas que exigen parar ya con la violencia en contra de las mujeres.
Vistas ante la estadística aquí reseñada, las prioridades y valores de la sociedad mexicana distan mucho de ser ejemplares; y, de hecho, esta espantosa realidad permite poner en duda que seamos realmente una sociedad “con una enorme reserva moral de valores”. Porque lo que tenemos ante la vista es la prevalencia de los peores valores del machismo: la violencia y la misoginia, tanto como práctica como marco ideológico de actuación.
No condenar abiertamente a los feminicidios; y de hecho, avanzar hacia el cuestionamiento sobre la motivaciones que tienen quienes exigen que cambie la realidad, constituye una bofetada adicional a la dignidad de las víctimas y una abierta traición a una visión progresista y comprometida con los derechos humanos, en su sentido más estricto, que no es otro sino el contenido en nuestra Carta Magna.
México no puede permitirse que continúe reproduciéndose esta infame práctica. Lo que muestran los datos es que hay entidades donde reiteradamente se están registrando elevadas tasas: Colima, Quintana Roo, Sonora, Morelos, Sinaloa, Nuevo León, por citar sólo algunos casos; y otros más que debe revisarse ante la tremenda violencia que en ellos se vive y que llevan a plantear la duda sobre un posible subregistro importante de casos, debido a un mal trabajo de las fiscalías estatales.
En nuestro país ya no cabe más dolor, más tristeza, más violencia. Ya es hora de ponerle un alto total, y eso debe provenir ejemplarmente, desde la jefatura del Estado.
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