por Michael D. Layton
Los mexicanos son justamente percibidos como un pueblo generoso, pero la sociedad civil organizada y la filantropía institucional están poco desarrolladas. Parece una forma paradójica de generosidad que no deriva en el fortalecimiento ni de la sociedad civil ni de las entidades donantes; el propósito de este artículo es esclarecer esta paradoja y ofrecer una comprensión más profunda de cómo donan los mexicanos
Se puede considerar que los mexicanos son muy solidarios y que se apoyan mutuamente en tiempos de necesidad; el mejor ejemplo de esto ocurrió el 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto azotó a la Ciudad de México, lo cual ocasionó miles de muertos, heridos y significativas pérdidas materiales. El gobierno fue incapaz de responder ante esta tragedia, así los residentes de la ciudad se organizaron de una forma rápida y efectiva para otorgar auxilio. Varios historiadores y activistas apuntan a ese momento como un punto de inflexión para el desarrollo de la sociedad civil mexicana.
Actor pequeño y marginal
La sociedad civil se ha mantenido un actor pequeño y marginal, y las entidades donantes son pocas; los datos cuantitativos del Johns Hopkins Comparative Nonprofit Sector confirman este problema. Entre los 36 países encuestados, México fue el último en términos del porcentaje del PIB dedicado a la sociedad civil (0.5%) y en términos del PIB dedicado a la filantropía, empató en el último lugar. En cuanto a las fuentes de ingresos, la filantropía, que incluye los donativos de los individuos, las entidades donantes y donantes empresariales, desempeñó un papel mucho menor en el apoyo a la sociedad civil que otros países de América Latina y de la muestra en general.
Los datos en el estudio de Johns Hopkins se recopilaron a mediados de los noventa, pero datos más recientes de los registros gubernamentales confirman la visión de que la sociedad civil en México está poco desarrollada. Existen dos registros gubernamentales importantes a nivel nacional. El más antiguo se mantiene por el Servicio de Administración Tributaria (SAT) y consiste en una lista de organizaciones que tienen su autorización para recibir donativos deducibles de impuestos, un incentivo fiscal clave para la filantropía comunitaria. Éstas se conocen como donatarias autorizadas y en 2012 fueron contabilizadas unas 7 mil. El otro registro lo lleva el Instituto Nacional de Desarrollo Social (INDESOL) y existe desde 2005. El principal incentivo para formar parte de éste es poder ser elegible para obtener fondos federales. En 2012, hubo unas 19,000 organizaciones en la lista. En cuanto a la filantropía organizada, para 2010 fueron identificadas 155 entidades donantes (I).
¿Cómo es posible que una nación con gente generosa, dispuesta a responder de una manera filantrópica en momentos de necesidad, cuente con pocas organizaciones de la sociedad civil y un número diminuto de entidades donantes/filantrópicas? Se podría asumir que tal generosidad se traduciría en una base fuerte para una sociedad civil dinámica y una filantropía institucionalizada. Para poder solucionar esta paradoja, este artículo se enfocará en los principales valores culturales y las prácticas comunes de la filantropía y la sociedad civil en México.
Baja confianza e informalidad
El contexto cultural es un elemento crucial para entender cómo se desarrolla y manifiesta la filantropía comunitaria en un contexto específico. La cultura refleja la trayectoria histórica de una nación, al mismo tiempo que la refuerza y la mantiene. La cultura se define aquí como “los valores, actitudes, creencias, orientaciones y suposiciones subyacentes prevalentes entre las personas en una sociedad”. La mejor evidencia la muestra la Encuesta Nacional sobre Filantropía y Sociedad Civil (ENAFI), la cual fue diseñada por el Proyecto sobre Filantropía y Sociedad Civil del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Esta es la primera encuesta nacional que abarca cuestiones de donativos, voluntariado y capital social, y ha sido realizada en 2005 y en 2008(II).
Las dos características más llamativas de la cultura filantrópica mexicana son el bajo nivel de confianza y la informalidad al dar. Esto favorece una forma al donar directamente a la gente necesitada sobre los medios formales e institucionales. El contexto cultural es un producto de la trayectoria histórica de un país y del contexto institucional actual. Aunque los mexicanos donan, prefieren hacerlo vía medios informales, por lo que la sociedad civil organizada y la filantropía no logran desarrollarse del todo.
Para efectos de este artículo, los resultados relacionados con las donaciones son de la mayor relevancia y los hallazgos más sorprendentes en este campo se refieren a las donaciones a las organizaciones formales y lo que se da directamente a los individuos. En nuestro análisis de la encuesta anterior, México se denominó “una nación de filántropos”, ya que más del 90% de los mexicanos realizaron algún tipo de contribución en efectivo o en especie. Mientras que menos de uno de cada cinco mexicanos (19%) realizaron una contribución a una de las 12 categorías de organizaciones; más de cuatro de cada cinco (84%) informaron que dan dinero en la calle a los que piden por él.
Este comportamiento refleja una clara preferencia. Cuando se les preguntó si prefieren dar a una persona necesitada o a una institución, el 60% declara preferir la donación directa a una persona necesitada, mientras que sólo el 16% opta por dar a las instituciones: un porcentaje igual, exactamente el 16%, es indiferente entre las donaciones personales e institucionales.
También hay variaciones interesantes de preferencias entre los niveles de ingreso: mientras que un porcentaje ligeramente inferior a la media del quintil de mayores ingresos prefieren donaciones individuales (65%), los del quintil más bajo prefieren la asistencia directa por un margen de once puntos (76%). La preferencia se invierte para los donativos institucionales, con casi uno de cada cuatro de los individuos con mayores ingresos prefieren este método (24%), mientras que sólo el 13% de los ingresos más bajos optaría por donar a las instituciones, lo que resulta una vez más en un espacio de 11 puntos.
La tabla “¿Por qué se dona directamente a las personas necesitadas?” desglosa por nivel de ingreso las respuestas ofrecidas por aquellos que prefieren dar directamente a las personas necesitadas. Dos de las opciones contrastan la motivación positiva que el entrevistado tiene en que el destinatario individual haga un buen uso de la donación, y la motivación negativa que el entrevistado no se fía de que la organización haga lo mismo. Los mexicanos en la categoría de ingresos más bajos expresan la mayor confianza en que la persona necesitada va a utilizar bien sus contribuciones y son los menos propensos en seleccionar la desconfianza en las organizaciones como sus motivos. Los que están en los niveles de ingresos más altos reflejan lo opuesto: sólo uno de cada cuatro creen que los necesitados utilizan bien su contribución, y un tercio de estos afirman que la desconfianza en las organizaciones motiva sus donaciones a individuos, lo que representa su principal motivación para realizar una donación directa. El punto clave aquí es que la falta de confianza en las organizaciones, sobre todo por parte de quienes están en condiciones de donar grandes sumas, es un impedimento para el crecimiento de las expresiones institucionalizadas de la filantropía comunitaria.
Estas observaciones se ven confirmadas por las respuestas a una pregunta más general sobre la confianza en las instituciones. Cuando se les preguntó cuánto confían en las organizaciones sociales o no gubernamentales, los encuestados dieron una valoración bastante desfavorable y respondieron de la siguiente manera: “Muy alto” 6%; “bastante alto” 29%; “Bajo” 34%; “No hay confianza en absoluto “23%; y el 7% respondió “no tengo opinión”, una tasa muy alta de no respuesta y una indicación de la falta de visibilidad del sector. En cuanto a la confianza del público, esto sitúa a las organizaciones no gubernamentales un poco por debajo de la policía y un poco por encima del Congreso mexicano, dos instituciones que son ampliamente vistas como corruptas e indignas de confianza. Aunque se espera que las asociaciones sean un medio para generar capital social, en México no gozan de los niveles de confianza de la población para llevar a cabo esta función social. Los valores y hábitos que constituyen esta cultura filantrópica tienen importantes implicaciones tanto para la estructura organizacional y las estrategias de la sociedad civil.
Conclusión
Este artículo inició con la paradoja de una nación poblada de un pueblo generoso, carente de una sociedad civil fuerte y de una filantropía institucionalizada. Como se ha demostrado en el curso de este ensayo esta forma paradójica de generosidad se expresa a través de medios inter-personales y no institucionales. Aunque los mexicanos dan, sus donaciones no se traducen en organizaciones visibles y viables.
A lo largo de su historia, las autoridades mexicanas han marginado y reprimido a aquéllos que buscaban crear un sector independiente. Esta trayectoria histórica se expresa en una cultura filantrópica que desconfía de los que afirman actuar para fines públicos y prefiere dar una mano de una forma más directa, de manera personal. El contexto institucional, específicamente el marco fiscal, presenta una maraña demasiado complicada, en la que unas pocas organizaciones y entidades donantes se atreven a incursionar. Estos tres factores juntos comienzan a resolver el enigma de esta forma paradójica de la filantropía, que aún no se ha transformado en una forma institucionalizada de filantropía y una sociedad civil organizada dinámica.•
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