La peor forma de gobierno, con excepción de todas las demás. Así se refería Winston Churchill a la democracia. Y con todo y sus problemas, la democracia como régimen de gobierno y forma de vida, ha venido ensanchando su geografía en el mundo durante los últimos 50 años, aunque no siempre en forma lineal y con varios periodos de grave retroceso. Un crecimiento que da cuenta del talante resiliente de la democracia.
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Como casi cada año desde la década de 1990, el Latinobarómetro, esfuerzo estadístico que ayuda a comprender y cuestionar de manera informada las percepciones, comportamientos y actitudes de la población de América Latina, dio a conocer en días pasados su edición más reciente, del 2020.
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¿Qué dicen las cifras para México respecto de la vigencia de la democracia entre la ciudadanía? En una nuez, el apoyo a la democracia sigue siendo mayoritario en México, pero hay tendencias históricas claras, algunas de años recientes, que sugieren que las preferencias autoritarias ganan cada vez más terreno; hay una suerte de tolerancia o persuasión creciente del autoritarismo y sus prácticas. Este cambio estaría asociado con la falta de resultados de gobiernos, desde hace varios años.
La democracia sigue vigente en México como opción de gobierno y alternativa para la solución de nuestras diferencias entre una mayoría de la población. Así lo muestran las tasas de participación electoral en las elecciones, pero también, de acuerdo con el Latinobarómetro, en la percepción sobre la democracia como régimen y forma de gobierno. En efecto, 3 de cada 5 personas (60.6%) dice que está de acuerdo o muy de acuerdo en que la democracia permite que se solucionen los problemas que tenemos; cifra que se ubicaba en 48.5% en 2016. En una proporción idéntica, 60% de la población adulta está de acuerdo (53.3%) o muy de acuerdo (36%) en que la democracia, a pesar de sus problemas, es aún el mejor sistema de gobierno.
Al mismo tiempo, 47% prefiere a la democracia respecto de cualquier otra forma de gobierno. No es una mayoría, pero de las otras opciones (indiferente o a favor del autoritarismo), es la que aún aglutina mayores preferencias entre la población.
Y sin duda tiene su dosis de aliento que siga habiendo una mayoría, 60% de la ciudadanía, que afirme que, en ninguna circunstancia apoyaría a un gobierno militar. Aunque ese aliento no deja de ser algo incómodo si se observa el otro lado de la moneda: 40% sí apoyaría a un gobierno militar, en reemplazo de uno democrático.
En un mundo en el que la democracia pasa por serias tribulaciones, es tranquilizador que haya sectores mayoritarios de la ciudadanía mexicana que sigan viendo en la democracia la opción más atractiva para ordenar nuestras preferencias y enfrentar nuestros problemas. Pero una mirada a la serie histórica que ofrece el Latinobarómetro, muestra que hay deterioros en ese convencimiento.
De 1995 a 2020, el apoyo a la democracia tiene una tendencia global más o menos estable, pero con inclinación a disminuir; esto se aprecia sobre todo en el periodo de 2006 a 2020, en que pasó de 52.3% de la población que decía apoyar a la democracia a 47%.
Quizá las dos tendencias más sobresalientes en cuanto al apoyo a la democracia son, por un lado, el incremento constante, acaso algo errático, en el conjunto de la población a la que le da lo mismo un régimen democrático que uno autoritario: este grupo ha pasado de niveles inferiores a 20% a finales de 1990, para llegar arriba del 40% en 2017 y 2018, y recuperarse a 28% en 2020. Esto es, poco más de una de cada 4 personas es indiferente a vivir bajo un poder autoritario o democrático.
La otra tendencia inquietante es que la proporción de personas que ven favorablemente un régimen autoritario no había superado el 20% desde el 2003, y en 2020 alcanzó casi 25%, es decir, un cuarto de la población adulta del país ve con buenos ojos un gobierno abiertamente autoritario.
Es inquietante también, como tendencia global de los últimos 20 años, que una proporción creciente de ciudadanos mexicanos no coincide con la idea “churchilliana” de que la democracia, a pesar de sus problemas, es el mejor sistema de gobierno que existe. Mientras que, a inicio de este siglo, hasta 2005, una de cada cinco personas (20%) pensaba así, este sector de la población comenzó a elevarse, sobre todo a partir del 2007, observándose un incremento importante en 2017 (38%), y ubicándose en 2020 en 36%, es decir 16 puntos por arriba de donde estaba hace casi 20 años.
Como reiteración de esta tendencia, que parece ampliar el margen de permisividad a las pulsiones autoritarias, quienes estaban “muy de acuerdo” en que la democracia es la mejor forma de gobierno, pasó de 24% en 2016 (el nivel histórico más alto desde 2002) a solo 6.7% en 2020.
Una parte de la historia que explica esta suerte de paulatina persuasión de los resortes autoritarios se encuentra en la incapacidad que han tenido los gobiernos desde hace años para atender la cuestión social, el acceso generalizado a satisfactores y una distribución igualitaria de las oportunidades de desarrollo.
El mismo Latinobarómetro nos dice que en México, 71% de la población considera que el acceso a la salud es injusto o muy injusto, mientras que 64% piensa lo mismo respecto del acceso a la educación. Y en proporciones similares, 74% de la ciudadanía percibe que la distribución del ingreso es injusta o muy injusta. De hecho, la percepción de injusticia en la distribución del ingreso se ha venido incrementando, gradual pero constantemente, desde 2013, pasando de 46% a 55% en 2020.
En suma, más de la mitad de la población (53%) percibe que el país está estancado e incluso una cuarta parte lo ve en retroceso; proporciones que se han mantenido relativamente sin cambio al menos desde 2009.
Agreguemos que, en el contexto de la pandemia, 38% afirma que México ha tenido mala o muy mala capacidad para combatir la pandemia, frente a 27% que tiene una evaluación positiva. Ante el impacto generalizado, aunque desigual, de la pandemia, 85% de la población dice no haber recibido ningún tipo de apoyo del Estado en este periodo, situación casi idéntica previa a la pandemia (87%).
Si esto fuera un partido de futbol, el marcador estaría 2 a 1, ganando la democracia, frente al autoritarismo. Pero como se sabe, este es un marcador que puede ser frágil, incluso engañoso y peligroso para el que va arriba. Con un solo gol, las circunstancias se empatan y la dinámica del juego puede cambiar radicalmente, con una sola jugada, con la consistencia del que quiere ganar o con la incapacidad (o indiferencia) del que mantiene el resultado a su favor. El impulso del que empata, fácilmente lo podría llevar a superar al rival. Eso es en el futbol. Lo bueno es que estamos en temporada de beisbol.
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