En artículos anteriores se ha señalado que la región sur, compuesta por los estados de Guerrero, Chiapas y Oaxaca, a diferencia del resto de las regiones del país, exhibió una caída de la prevalencia de la pobreza multidimensional en tiempos de pandemia, en efecto, en el bienio 2018 a 2020 la región experimentó una reducción en la proporción de la población en pobreza y pobreza extrema multidimensional.
Esta peculiaridad fue un incentivo para profundizar el estudio de lo acontecido en dicha región. Se decidió iniciar el análisis por Oaxaca porque, a diferencia de Guerrero y Chiapas, esa entidad federativa ha presentado la peculiaridad de que la reducción de la prevalencia de la pobreza inició en el año 2016 y se ha mantenido consistentemente hasta el año 2022, mientras que en las otras dos entidades federativas la caída empezó en 2020, año de la pandemia.
Los análisis ya realizados respecto a la evolución de la prevalencia de la pobreza multidimensional en Oaxaca concluyeron que el principal impulso para su reducción provino del descenso de la pobreza monetaria en su forma de pobreza o de pobreza extrema, que superaron la presión a mayor pobreza que ejerció el aumento en las carencias sociales. En los hechos si bien la proporción de personas oaxaqueñas con al menos una carencia social, durante el lapso comprendidos por los años 2016 a 2022, se mantuvo relativamente estable en torno al 87 y 88 por ciento, el porcentaje correspondiente a quienes sufrieron tres o más carencias se elevó de 50 al 58 por ciento.
En términos generales, la pobreza monetaria se puede abatir por el aumento generalizado en los ingresos y por la forma como éstos se distribuyan entre las personas. Por ejemplo, un aumento generalizado del diez por ciento en los ingresos necesariamente debería reflejarse en una disminución de la pobreza monetaria, lo que también acontecería si tuviese lugar una redistribución de las personas más acaudaladas en favor de aquellas que menos recursos tienen, aunque no hubiese tenido lugar un crecimiento del ingreso global. El primero, el aumento en los ingresos, se denomina efecto ingreso y el segundo efecto distribución. Ambos efectos se pueden calcular usando métodos estadísticos que permiten estimar en cuánto incide en la pobreza cada uno manteniendo el otro constante, es decir, cuantificar el tamaño del efecto ingreso sobre la pobreza, manteniendo constante el efecto distribución y viceversa (Datt y Ravallion, 1992).
Por otra parte, el análisis de los cambios en la prevalencia de la pobreza a lo largo del tiempo no sólo está influidos por el ingreso y su distribución sino también por las variaciones que experimentan los valores de las líneas de pobreza. CONEVAL publica trimestralmente los valores de las líneas con que se calculan la pobreza monetaria y la pobreza monetaria extrema[1] las cuales varían a lo largo del tiempo no sólo en términos corrientes sino también expresadas en pesos constantes, lo que hace necesario disponer de una estimación del cambio en la pobreza monetaria debido a las variaciones de precios, esto origina un tercer componente que se denominará efecto variación de precios de la canasta o inflación.
Adicionalmente, debido al interés por conocer en qué medida las transferencias monetarias provenientes de los programas sociales reducen la pobreza y la pobreza extrema monetaria, se ha procedido a separar dichas transferencias del ingreso corriente total para de este modo cuantificar su relevancia en el abatimiento de la pobreza monetaria.
En el cuadro se presentan los resultados que se obtienen al distinguir las cuatro fuentes que dan cuenta de la variación observada entre dos mediciones en la pobreza monetaria practicadas en un intervalo de tiempo: ingreso, redistribución, inflación, programas sociales; como éstas no agotan la totalidad de los factores que impulsan el cambio en la pobreza y pobreza monetaria extrema, necesariamente quedará un residuo (R)[2].
Las cifras del cuadro muestran que el aumento en el ingreso ha sido la fuente más importante en la variación de la pobreza monetaria seguida por su redistribución en favor de los estratos bajos. La inflación y los programas sociales han jugado un papel relativamente menor.
La descomposición muestra que la inflación tiende a ser mala para la pobreza monetaria y peor para la pobreza monetaria extrema. Esto quiere decir que si los otros factores considerados se mantuviesen constantes (ingreso, su redistribución y los programas sociales) y se desencadenara inflación, la pobreza aumentaría y la pobreza extrema tendería a incrementar más.
Por otra parte, los programas sociales puestos en práctica durante el sexenio anterior han reducido la pobreza monetaria (extrema y no extrema) pero en una cuantía relativamente pequeña, con excepción de 2018 a 2020 en que tuvo un papel equivalente a los efectos ingreso y redistribución en impedir que la pobreza por ingreso aumentara en 1.1 puntos porcentuales. Nótese que no tuvieron el mismo rol respecto a la pobreza extrema lo que podría considerarse como un indicador de que los programas sociales no están llegando plenamente a los sectores de la base de la pirámide social.
A pesar de la pandemia la pobreza monetaria observada en Oaxaca se redujo entre 2018 y 2020, debido a que en esa entidad federativa tuvo lugar un aumento en los ingresos que se manifestó en un efecto de -3.2 y de -1.7 en la pobreza y pobreza monetaria extrema, respectivamente. Esta caída fue apoyada por la redistribución de los ingresos en favor de los grupos sociales menos favorecidos (-1.1 en ambos tipos de pobreza) y por la dispersión de recursos de los programas sociales (-1.1 y -0.5 en pobreza y pobreza extrema respectivamente) que contrarrestaron el efecto de las alzas de precios que tendieron a aumentar la pobreza que golpeó con mayor fuerza a las personas en situación de pobreza monetaria extrema.
Estos resultados llevan a preguntarse qué hay de particular en Oaxaca, que probablemente comparte con Guerrero y Chiapas, que el paro económico provocado por la crisis sanitaria ocasionada por la COVID19 no redujo los ingresos de sus habitantes sino por el contrario siguieron aumentando. Responder esta pregunta queda fuera del alcance de este artículo pues requiere investigaciones más profundas, sin embargo, se debe señalar que la crisis tuvo mayor profundidad y extensión en las zonas urbanas que en las rurales (Nájera, Cortés y Vargas, 2023) y que casi un tercio de la población ocupada de Oaxaca realiza sus actividades económicas en la agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca; que sólo poco más de 10 por ciento se desenvuelve en la industria manufacturera y un poco más de 7 por ciento en restoranes y servicios de alojamiento (STPS 2021). En consecuencia, pareciera que la estructura de la ocupación según ramas de la actividad económica podría haber jugado un papel importante, además de los ya señalados, en proteger los ingresos de la población del paro económico originado por la COVID-19.
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