Saúl Arellano

García Lorca: la poesía y el mundo en un poema

El Poema doble del Lago Eden forma parte del que es considerado como el más complejo y rico, poética y estilísticamente hablando, de Federico García Lorca: Poeta en Nueva York. Escrito durnate su estadía del poeta en esa ciudad, entre 1929 y 1930. Sin embargo, las y los expertos en García Lorca señalan que la complejidad del poemario comienza con el debate en torno a su propia estructura y composición, pues se trata de una obra póstuma que de hecho tuvo dos “primeras ediciones”; una en inglés, editada por Norton, y otra en español, editada en México por la editorial Séneca[1].

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Se trata de un poemario en la que se despliega y sintetiza la potencia poética de García Lorca, y en la que su peculiar ubicación entre la vanguardia y la tradición, le lleva a la experimentación de formas mucho más complejas a las construidas, por ejemplo, en Romancero Gitano. En Poeta en Nueva York se encuentra una nueva forma de simbiosis entre lo lírico y lo dramático, desprendiéndose de lo épico que podía encontrase en el romancero, sin que esto signifique pérdida de complejidad, sino al contrario, una entrada nueva hacia la poetización de la existencia y de la propia poesía.

El poemario ofrece una innovadora forma de poesía en verso, que desde lo que la crítica ha llamado el suprarrealismo, ofrece a quien lo lee, fundar auténticamente un mundo y anclarse en la tierra, como sugeriría el filósofo Heidegger en su análisis sobre la esencia de la poesía.

Temática

No es equívoco sostener que el tema central del poema es el de la existencia y su discurrir a partir de los sentimientos de la angustia; del temor y el temblor, parafraseando a Kierkegaard. Pero este tema no nos es revelado de manera directa, sino a través del desdoblamiento del poeta, en una voz que va del pasado al presente, a través de figuras llenas de “ilogicismo”, y determinadas en todo tiempo por construcciones metafóricas que transitan de lo onírico a lo existenciariamente imposible.

María Clementa Millán dirá de este poema: “En esta composición el poeta establece un paralelismo (de ahí el título de “poema doble”) entre su «voz antigua» y su palabra actual «voz de hojalata y de talco».” En esta obra, García Lorca regresa a la reflexión íntima, determinada por la pérdida de un amor que lo coloca en el más profundo dolor, sensación de soledad, pero al mismo tiempo, en la determinación de hacer valer la voluntad de la existencia y recobrar la posibilidad de vivir y de amar a través de la memoria.

Estructura

El poema consta de 11 estrofas, compuestas a su vez por 49 versos. Las estrofas dos, cuatro y 11, son quintetos, mientras que el resto son todas cuartetos. Destaca que de las 11 estrofas, solo la número siete tiene un número de palabras impar. En el resto, todas las estrofas tienen números pares, que oscilan de las 24 a las 52 palabras; y en este contraste, son justamente la primera, la más corta, y la última, la más extensa.

En total, el poema tiene 390 palabras, de las cuales 249 son únicas y el resto son repetidas; y de las que se repite, las que registran una mayor frecuencia son: el adjetivo posesivo “mi”, el cual aparece en 14 ocasiones en el poema; la segunda palabra con mayor número de apariiones es la de “voz”, con 8 apariciones; y en tercer lugar se encuentra el pronombre personal “Yo”, con 6 menciones. En ese orden le sigue el pronombre personal átono, en su función de complemento directo o indirecto, “Me”, con cuatro menciones, y con la misma cantidad la conjugación “quiero”; finalmente, apareciendo en tres ocasiones cada una, se encuentran las siguientes palabras: amor, antigua, ay, donde, ni, y viento.

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La forma

El carácter “intimista” del poema se revela en que está escrito todo en primera persona del singular; se trata de un narrador que habla desde un profundo proceso de auto-reconocimiento. Se trata de un ejercicio introspectivo desde el que reclama y un canta al mundo, al amor, a la angustia, la soledad y a un temprano presentimiento de la muerte.

El “Poema doble del Lago Eden está definitivamente elaborado con un estilo nominal, en donde la voz activa es la del Yo que, cuando recurre al verbo, lo hace para expresar no una acción hacia el mundo, sino reflexiva hacia la más profunda pasión, lo cual puede percibirse en los siguientes versos: “Déjame pasar la puerta” (ejercicio imperativo del yo); “yo sé el uso más secreto…”; “Y sé del horror de unos ojos despiertos”; “no quiero mundo ni sueño”… “Esos perros me persiguen”; “quiero llorar porque me da la gana”… “quiero llorar diciendo mi nombre…para decir mi verdad de hombre de sangre”.

La preeminencia del Yo

Todo gira en torno al “yo” que se acongoja, que se fragmenta y se reconcilia con el pasado que no se sintetiza en la existencia como discurrir, sino en la existencia como expresión; de ahí la relevancia de la voz, que es la que le habla y la que le permite decir que es “un hombre de sangre”. Por ello García Lorca inventa incluso un nuevo término. En la estrofa 10 dice: “No, no, yo no pregunto, yo deseo/voz mía libertada que me lames las manos”. Pero es la misma voz que en la estrofa 1 aparece como “voz antigua, a la que adivina: “lamiendo mis pies/bajo los frágiles helechos mojados.” Es voz que lame manos y pies, voz que es lengua y que está “libertada”, puesta en una aparente nueva condición que es libertad en la congoja.

En este poema, no es la rima la que da la cadencia y el ritmo, sino el mismo acomodo de las palabras, su ubicación precisa, además de las constantes rupturas generadas a partir de las complejas figuras mediante las cuales desconcierta, pero que, aunque parezca paradójico, puede comprenderse que a final de cuentas, todos, estamos en el centro de nuestro mundo circundante, agobiados por nuestros pesares y azares, y desde los cuales, y sólo desde los cuales, puede fundarse y comprenderse el mundo.

Poema Doble del Lago Eden

Federico García Lorca

Nuestro ganado pace, el viento espira. Garcilaso

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

Notas


[1] Así lo explica María Clementa Millán en la introducción al poemario, en la edición de Cátedra: “Poeta en Nueva York tal vez sea la creación de García Lorca que mayores problemas textuales plantea, debido a un cúmulo de circunstancias. En primer lugar, a que es una obra póstuma, publicada por vez primera en 1940, cuyas páginas sufrieron indirectamente las consecuencias de la Guerra Civil española”. Introducción a García Lorca, Federico, Poeta en Nueva York, Cátedra, España, 2008. P. 19.

Saúl Arellano

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